La indignidad de la Derecha: A propósito de indignidades, elección de gobernadores/segunda vuelta, participa el 19 % del padrón electoral. Indignado Piñera Echeñique reitera su llamado a través de los medios mediáticos mercuriales a cuidar su democracia y exige VOTO OBLIGATORIO
Juan Pablo Cárdenas S.
Escritor, comunicador social, analista
internacional, Addhee.Ong
En nuestra antigua democracia la
relación de los gobiernos y los partidos políticos oficialistas era mucho más
fluida y digna que hoy. Si bien el poder del Presidente de la República siempre
fue muy vigoroso, las colectividades que lo apoyaban tenían mayor gravitación
en las decisiones gubernamentales, y en no pocas oportunidades los desacuerdos
entre éstas y el Jefe de Estado concluían en severas rupturas, como en la
consecuente renuncia de los ministros de Estado que militaban en las tiendas
que entraban en contradicción con lo que implementaba La Moneda.
De hecho, los programas de
gobierno eran diseñados por los partidos y, aunque los cuoteos y otras malas
prácticas siempre existieron, estas agrupaciones nunca fueron tan avasalladas
por los gobernantes como lo son ahora. No se habría concebido entonces que las
bancadas parlamentarias del oficialismo se enteraran de iniciativas importantes
del Ejecutivo en la sede misma del Parlamento, sin que éstas se discutieran,
primero, con las bancadas legislativas amigas. Ya se ve como ahora Sebastián
Piñera Echeñique anuncia darle urgencia a un proyecto de ley sobre
matrimonio igualitario pasando a llevar las profundas convicciones de no pocos
parlamentarios de la derecha en un tema que compromete sus convicciones morales
y religiosas. Esto ha provocado ciertamente las iras de varios políticos,
pero sin amenazar, como habría ocurrido en el pasado, la continuidad de sus
colectividades en las reparticiones de gobierno. Lo que vimos en la reciente
cuenta presidencial ha dejado atónita a toda la política nacional. Cuando le
restan pocos meses de gobierno, el actual Mandatario desafía a sus partidos
afines y anuncia una iniciativa ultra polémica y que, de paso, le trae también
el severo cuestionamiento de las jerarquías eclesiásticas que, reiteradamente,
vienen argumentando que el matrimonio solo puede ser entre un varón y una mujer
y no entre personas del mismo sexo. El católico Mandatario se desmarca
también de la voz de sus pastores y confía ganar la aprobación de los sectores
más liberales del país que, aunque a regañadientes, no han tenido más que
aplaudir su decisión. Pero incluso desde la propia Democracia Cristiana es
posible que haya legisladores que se opongan a su proyecto y en quienes todavía
el orden episcopal ejerce influencia.
Es tan baja su popularidad que,
en una de esas, el Mandatario confía en retirarse a la vida privada y a sus
negocios con un dejo de simpatía en sectores que se sienten discriminados por
sus preferencias sexuales. Aunque, de todas maneras, se trataría de una apuesta
bastante incierta.
Pese a la inmediata indignación
que causó su anuncio, no se aprecia hasta aquí que desde ninguno de los
partidos oficialistas se plantee la idea de retirarse del Gobierno, como sin
duda hubiera ocurrido ante un desacuerdo tan relevante durante nuestra antigua
era republicana. Un gesto de dignidad que no le sería muy costoso, por lo
demás, a los partidos de la derecha si se considera el alto nivel de
desprestigio de la actual administración y el escaso tiempo que le queda a
estas colectividades para gozar de las prebendas que le otorgan los
ministerios, las subsecretarías, las embajadas y otros cargo públicos. Sin
embargo, en un año electoral como el que vivimos, permanecer aferrado a las
ubres del poder puede ser muy conveniente para los partidos por los recursos
que siempre provee la administración pública. Además de garantizarles a muchos
militantes mantener sus cargos y estipendios hasta fin de año, cuando para
todos lo más probable es que la derecha se despida por un buen tiempo de la
Moneda a causa de la desastrosa administración de Piñera Echeñique.
Y cuando la Pandemia también de
alguna forma ha golpeado también los bolsillos de la política. Lo que ocurre
tampoco es muy distinto de lo sucedido durante los gobiernos de la Concertación
y de la Nueva Mayoría en que varias veces se pensó que algunos partidos se
alejarían de La Moneda, pero finalmente prefirieron mantenerse a buen resguardo
del Palacio Gubernamental, pese a que algunas de las decisiones oficiales
realmente violentaban sus principios y compromisos electorales. No está demás
consignar que el sector más afectado con la iniciativa del matrimonio
igualitario es el de la candidatura presidencial de Joaquín Lavín Infante quién,
como se sabe, es el primero de los precandidatos de la derecha que tomó
distancia de Piñera Echeñique y ha entrado en contradicción con él en varias
oportunidades. Para los otros tres ha sido menos traumática la decisión
gubernamental, incluso a dos de éstos les ha permitido apelar a su espíritu
liberal para diferenciarse del contrincante UDI y abrigar la idea de empatizar
con los opositores del Gobierno. Fue tal el desagrado que le produjo a la
bancada del Gremialismo este anuncio presidencial que varios de sus diputados
salieron a proponer toda suerte de medidas de corte populista para encarar la
pandemia y hacerle daño a las arcas fiscales hasta ayer tan celosamente
cauteladas por los mismos. Un puro acto de venganza, a no dudarlo, tanto que
han superado con creces las exigencias opositoras en tal sentido. Lo que no se
puede soslayar es que las relaciones entre Piñera Echeñique y la Derecha han sido siempre difíciles.
Especialmente después de su primera administración en que para muchos éste
había realizado un gobierno de corte demócrata cristiano y más ―izquierdizante-
que el de Ricardo Lagos Escobar a quien tanto temieron, pero del cual
terminaron realmente encantados. Sin embargo, como la necesidad tiene cara de
hereje, concluyeron por apoyarlo nuevamente, aunque fuera a regañadientes.
Seguramente por aquello que la
derecha sabe muy bien: que las elecciones se ganan o se ganaban
fundamentalmente con dinero. Lo que Piñera Echeñique más tiene.
Lo subrayado/ interpolado es
nuestro
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