LOS PARASITOS SOCIALES Y POLITICOS. UNA FORMA DE VIVIR SIN PRODUCIR SIN TRABAJAR. SIN GOBERNAR. En el nuevo orden mundial del capitalismo salvaje: los primeros en adaptarse.
Por Mariano Sierra S., escritor, jurista, analista internacional, El SurAndino/Addhee.Ong/
Desde la
Patria ocupada y maltratada del
jurista Eliacer Gaytán, el sacerdote
revolucionario Camilo Torres Restrepo, padre de la Teología de la Liberación en
Latinoamérica, y del maestro Gabriel García Márquez: ¡siempre presentes!
Como perversión y contagio a la salud social y
política el parasitismo vive a expensas de otros, más que al trabajo y servicio
de ellos mismos.
Un enemigo
diabólico recorre el mundo. Su finalidad se hace impredecible debido a las
múltiples formas como incursiona, posesionándose cual batallones de
sanguijuelas. Muestranse pacíficos cual corderos, ovejas mansas, pero son lobos
con apariencia solidaria, llenos de beneficios atractivos con la seguridad de
atrapar sin saña en sus redes ambiciosas, engañosas que asedian sin piedad.
Estos parásitos son elementos detractores que carcomen en la naturaleza y en la
sociedad donde se ensañan sin generar ningún resultado útil donde operan.
Resulta que estas
plagas que viven sin producir son altamente abundantes contaminan por igual,
pero sus fines y efectos son iguales, esto es viven a costillas del pueblo,
reciben, pero no dan. Otro hecho notorio de estas plagas humanas es que en
cuanto más se desarrolla un país y sus instituciones, surgen nuevas formas de
expandirse creciendo por doquier las onerosas pérdidas económicas en donde
conviven, aumenta la corrupción y con ella la violencia, haciéndose difícil su
eliminación pues se aparejan con tacto y fuerza ya en las huestes públicas o
las privadas, haciéndose inmunes a todo toxico. De allí su reproducción sin
control.
Su alimento es el puesto de trabajo
burocrático con esplendidas remuneraciones, aunque a veces, derogan su sustento
de prebendas y negociados turbios donde se lucran en gran medida. Acaso no son
sus sitios preferidos todo tipo de instituciones, pero generalmente en el
estado es donde se aposentan cómodamente. Unos y otros se valen de ciertas
leyes y decretos por medio de los cuales, de frente al pueblo, lo despojan
utilizando cobros de sanciones e impuestos inexistentes o camuflados que se
convierten en floreros de Llorente durante los paros sociales.
Estos parásitos
surgen del esfuerzo de otros, atendiendo al poder donde se alojan. Sus cargos
están encapsulados, casi sin responsabilidad, haciendo de sus cargos manejos
sociales o lobistas. Con base a estas generalidades, reflexionemos sobre los
más clásicos parásitos, y su biología social.
Tenemos los
parásitos que se atrincheran debido a la posición económica... Se dice que,
durante el esclavismo, estos parásitos tuvieron auge pues dependían de otras
personas que les pertenecían. Estos vampiros en doble vía son verdaderos chupa
sangre humana. Están también camuflados que la sociedad no lo nota, pero los
efectos económicos resultan demasiado onerosos, improductivos e inadecuados. El
parasitismo en general tiene sus raíces en la economía, en el estado en la
sociedad. Distintas voces consideran que el parasitismo social y político ha tomado
formas banalizadas con énfasis en la perversión, la degradación, sin
consonancia responsable con gozo, acción y disfrute
Estas raíces
indican que el parasitismo ha sido una aparición del pasado que hoy se volvió
actual en las distintas esferas del tejido social y político. La tormenta
parasitaria nos hace sordos, ciegos y hasta mudos, incapaces de percibirlos ya
que acceden el ambiente social algorítmicamente como mercancía o como un cáncer
que devora, impidiendo reacciones de exterminio. Desde Marx el parasitismo fue
de interés dentro de los procesos e investigaciones económicas y sus efectos
con la interrelación humana empezando por los tejidos dominantes.
Occidente ante este
transito se encuentra en una encrucijada. El parasitismo se precisa una verdadera
simbiosis muy unida a diferentes sectores, instituciones públicas y privadas de
la sociedad. La interrelación simbiótica origina cortocircuitos sociopolíticos
con afectación negativa. Por la simbiosis social se debe buscar una
concientización comunitaria para erradicar todo daño tomando las acciones
propias. Como parásitos también tenemos países dominantes que bajo las figuras
del neoliberalismo y la globalización ejercen dominios y explotaciones de
envergadura.
Por su condición
económicas, estos países con sus enormes reservas de capital, conforman
naciones que ante su poder económico ejercen control y manejo sobre los países
débiles. Viven a costas de ellos donde también resaltan préstamos a altas
tasas, ventas de mercancías con aranceles altos, mientras que las compras que
les hacen a los países débiles, se hacen con precios sin aranceles o con
determinadas condiciones económicas, además de imponerles algunos acuerdos como
es el caso de la OCDE que impone conductas laborales, de impuestos, de pensiones,
de competencias entre otras.
Otro fenómeno a fin
al anterior se presenta frente a empresas multinacionales donde las operaciones
comerciales se miden bajo índices de precios altos, acordes con el valor de las
monedas de estos países. Diremos entonces que la fuerza de los capitales domina
los precios del mercado y las condiciones de las negociaciones, haciendo más
critica la posición financiera, los acuerdos de pago, los intereses y la
regulación de los precios. Esta estructura parasitaria rompe todo esquema
solidario entre países, sin que se vislumbren metodologías claras que sean
capaces de revisar alternativas de cooperación mundial.
El mundo gira bajo estados de gobernanza que ya se han
llamado en calificar Estados profundos, donde parasitan grupos de dominio de
orden económico, de la banca y las comunicaciones que determinan condiciones a
seguir. Los estados profundos se alinean a cualquier expresión democrática, que
como parásitos violan todo tipo de derechos, desconocen leyes, acuerdos bajo el
principio de la doble moral por aquello que perfilan normas oscuras en
detrimentos de los países débiles. El mayor generador de parasitismo en la
historia ha sido el capitalismo desbordado que toma todo sin retribuir nada,
que ambiciona con egoísmo, con poder, con posesión y posicionista.
Los efectos del
parasitismo sean cual fuere la institución donde se mueve, en su desastre
monumental, es del orden económico, de la prestación efectiva de los servicios
y del ambiente social que genera ante la angustia comunitaria con afectación a
la salud mental. Por lo regular el parasitismo convive en organizaciones
sociopolíticas donde prolifera mucha actividad humana, donde se viven gestiones
de formación educativa, formativa, de dirección y de diversas otras naturalezas
comunitarias, como lo son las fuerzas del estado. El mayor escenario
parasitario
Decimos que son
parásitos algunos tipos de administradores del estado y de lo privado. Y lo son
porque en su mandato ejercen aplicación, manejo, control y gestión desbordando
las facultades, desborde que acribilla al usuario por mal servicio violando los
principios constitucionales. En el ejercicio de las facultades se aplican actos
de corrupción, dolo, y violaciones al principio de autoridad y poder, cayendo
en una dictadura clara con visos de fascismo. Todos los parásitos en el país
han cogido tan fuerza que se encuentran institucionalizados, los que los hacen
unos villanos maltratadores de la dignidad humana, con licencia para operar
dentro de la legalidad.
Si hablamos de parásitos,
jamás podremos olvidar al Imperio español que sometió, saqueo y aniquilo sin
piedad al pueblo indígena. Lo que perduro hasta la era de la Republica y que ha
proseguido hasta la fecha por muchos en cuerpo ajeno. Romper el pasado, cuyo
recuerdo se encalló con las esfinges de tantos de los que conquistaron el
territorio, es un acto de defensa del pueblo étnico y afro.
Y es que el
parasitismo genera violencia de distintas naturalezas, sin distinción de
afectación. La historia humana ha sido una cadena de conflictos, cuyas odiseas
transforman cualquier realidad que el olvido o perdón no puede borrar, La
sociedad civil se abre paso desencadenando contiendas represadas. Con paso
firme y resistente guiaremos los pensamientos hacia aquello hemos soñado. Ese
caminar con actos de justicia, lucha contra los juegos de los parásitos
públicos y privados, para un bienestar social tal como lo ordena un principio
constitucional. Esta corriente reflexiva se cruza con la memoria histórica,
verdad de apuño que no tiene reversa, con las esfinges parasitas que se quieran
interponer, de unos próceres que insulsamente las han proclamado con crasa
decisión.
El país ha sido
invadido por la violencia y otros malestares sociales que parásitos políticos,
terratenientes, gobernantes, y jerarquías diversas lo han venido aniquilando.
Todos nuestros pueblos viven bajo el silencio de sus muertos y en llanto de las
víctimas. Parásitos de las guerras sociales han querido dar un orden mediante
sus actos de oprobio con efectos infecundos. La guerra parasita cruza montañas.
Valles, ciudades, sin envejecer y contrario sensu rejuvenecen en medio del
dolor, en una lucha donde se invierten los valores.
En su accionar los
parásitos mantienen la contienda tormentosa donde cada agente parasita sin asumir
responsabilidad alguna y, por el contrario, su esfuerzo es la manipulación y el
engaño a otros. Sin conciencia de patria gobiernan, actúan, proceden, se
mueven, profanando toda actividad, practican justicia impune, administran y
educan bajo la irrealidad, profanan a Hipócrates, legislan casi en la
clandestinidad de sus curules, pisan a la sombra de sus ejércitos. Pero también
están aquellos que maquillan los evangelios y las prácticas religiosas, hacen
de la religión una mercancía de consumo, otros deshumanizan el trabajo, violan
las normas laborales, acosan las leyes para su improductividad y desarrollo,
perdiendo el trabajo su esencia y valor, desconociendo la defensa del
trabajador. El parasitismo vuelve al hombre un inepto, un títere de su propia sombra.
Hay organismos de
control del Estado que se convierten en parásitos, violan sus funciones como la
fiscalía que actúa como juez de mármol, hay pérdida de identidad del servicio,
pues parece que no existieran. Por eso como esfinges mueren en los conflictos,
perdiéndose como si nunca existieron. Todos estos órganos del parasitismo son
propios de gobiernos inestables, sin estructuras sólidas, retóricos, fuertes
con los débiles y mansos con los fuertes. Para nadie es un misterio que el
parasitismo se presta para que se dé rienda suelta a las mermeladas.
Sea cual fuese la
práctica del parasitismo y su entendimiento, no puede haber aceptación de este
flagelo. Reflexionemos todos sobre la materia, evitando cualquier mala
interpretación o desvío. El parasitismo llega a altos grados de degradación
como un paroxismo que se clava en el seno de la comunidad, produciendo todo
tipo de dolor y desgracia social y política.
La reflexión conduce a propiciar una educación- formación del mundo de
los sentidos que nos fuerza a liberarnos de cualquier esclavitud y es que el
parasitismo en una esclavitud que por el hombre mismo esclaviza a otros con su
proceder del poder y los hechos que quieren hacer el mal.
Con precisión un
educador acierta diciéndonos....... que quien libera a los demás de la
esclavitud, logra tener significado y sentido cuando cumple con la función de
enseñar al otro. Porque la educación tiene un poder estructurador para entender
la realidad creando un orden social y político…los parásitos que se nutren con
el neoliberalismo ante una sociedad en la miseria, es un capitalismo que va y
viene cual leviatán que no permite que llegue a la realidad social del bien
común, acorde a la justicia social del servir y del amar.
Frente al tema del parasitismo ya hemos llegado a los límites. Es un imperativo que se desmonte el dominio ilógico de estos parásitos que, sin caer en despropósitos, hoy casi que nos gobiernan, operan en muchos estamentos e instituciones del país con los agravantes que ello conlleva. Estos parásitos bloquean el orden social y político, incrementan la corrupción y el correcto manejo de la gestión pública y privada como una afrenta a la democracia. Por todo lo dicho en esta reflexión, una revolución social, es la forma de emanciparnos de este flagelo que está llevando a la descomposición de nuestras instituciones públicas y privadas y de muchos actores de la sociedad.
MARIANO SIERRA
Lo subrayado/interpolado, es nuestro.
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