En
el marco de la introducción de mi disertación, yo deseo hacer un par de
reflexiones sobre el fundador de la Compañía de Jesús San Ignacio de Loyola,
quién obtuvo la aprobación del Papa Paulo III, en 1547, y de Julio III en 1550,
para su orden. Ésta se extendió por Europa y Asia, antes de llegar al
continente Americano. En este, se estableció primero en Brasil, en 1566, en
1568 en Perú y en 1572 en México.
En
mi estudio de la obra de la Compañía de Jesús, que estoy empezando con esta
disertación y que deseo terminar con un trabajo de Post- Grado, hay que tener
presente los objetivos, el fin y la consecuencia con que se ha ejecutado el
proyecto jesuita en Latinoamérica: el respeto absoluto por el evangelio de
Cristo, “la buena noticia de Jesús”, y la búsqueda de solución a los problemas
sociales que han afectado y afectan a los habitantes del continente de la
esperanza, Latinoamérica, entre ellos, en especial, los sin voz ni justicia,
los indígenas y pobres del campo y la ciudad de la patria del Libertador Simón
bolívar Palacios y Blanco, si estos se excluyen, la obra pierde su columna
vertebral, su razón de ser.
Las
misiones jesuitas entre los pueblos indígenas, les permitieron explorar vastos
territorios, aprender las lenguas indígenas, escribir la historia, y diseñar
carta geográfica en medio de grandes penurias y trabajos, hasta haberlos
interrumpido, a veces, con la muerte violenta. Los jesuitas han tenido y tienen
un ánimo juvenil para emprender grandes desafíos sin arrendarles el sacrificio.
No les faltan los amigos ni tampoco los enemigos. Tienen un espíritu de cuerpo,
cohesión y de continuidad en lo emprendido. Sus obras son seleccionadas con
gran criterio, fundamentada y basadas en la acción constante y no en las
palabras. Han tenido y tienen una tenacidad admirable, la que no debe
confundirse con porfía (Hartnäckig <= =>Stuar), generosa para luchar con
la adversidad. Enemigos de la vida ociosa, del lujo y de las comodidades.
Informes científicos han comprobado que el exceso de trabajo es la causa de que
la mayoría de los jesuitas no lleguen a le vejez.
Desde
su llegada a la patria continente América Latina y El Caribe, los jesuitas se preocuparon
de hacer servir los medios espirituales a su obra espiritual. Esto se
manifestó, primero en l agricultura y luego en las diversas ramas de la
artesanía y hasta en el arte, en este último llegaron a producir obras
descollantes: la escultura, la arquitectura, la música, la platería, la
orfebrería, la relojería, además de trabajos en herrería, fundición y muebles,
son otros campos donde destacó el trabajo intelectual y manual de los jesuitas.
Ellos no se conformaron con producir su arte, sino que lo traspasaron, lo
enseñaron a los indígenas.
Un
episodio triste y amargo para la compañía de Jesús, lo constituye su expulsión
del continente y, más tarde, la suspensión de la orden -1765, 1780-, siglo
XVIII.
Para
ser justos, hay que distinguir bien entre las causas propiamente dichas,
con que se justificó lo injustificable
de la expulsión y supresión y lo que proclamó como tal. Esto, aun en nuestro
tiempo, no ha tenido una aclaración histórica definitiva. Se aprovecharon todas
las intrigas que se habían acumulado en años de historia, para tratar de
enlodar una orden que brilló y ha brillado pura y valientemente en la
vanguardia intelectual de la Iglesia Católica y, en especial, en la aplicación
consecuente del evangelio de Cristo. Si por el bien de las relaciones con la
corona española se suprimió la Compañía de Jesús, no es menos cierto que cuando
se necesitó “experimentados remeros para guiar a buen puerto la nave de San
Pedro, se la restauró y se le entregó la confianza a la Compañía de Jesús”.
Con
el decreto del rey Carlos III, no sólo se expulsó a los jesuitas del continente
Americano, sino que se ordenó su arresto, su destierro y se legalizó su
maltrato. Los jesuitas se sentían hijos del nuevo continente, el destierro no
los aniquiló. Muchos murieron y no pudieron volver. Pero con la luz murieron
después de haber brillado en la Patria Continente, Latinoaméric.
Una
de las acusaciones contra los jesuitas, fue haber apoyado la idea autonomista y
la escisión de España, en especial, en Paraguay. Se les acusó de populistas por
los historiadores, pero la acusación más grave fue su valoración de lo
americano por medio de la historia, etnografía y lingüística de su obra.
Los
jusuitas salieron expulsados del continente americano, fueron más de dos mil,
la mayoría de los que regresaron fueron activos partidarios del movimiento
independentista americano. Las temporalidades o bienes de los jesuitas fueron
confesado en beneficio de la monarquía.
Los
jesuitas en Paraguay:
Los
jesuitas llegaron al Paraguay en 1588, y allí fundaron treinta comunidades
utópicas. Entiendo la utopía como un desafío que se opone al realismo moderno,
enajenante, exitista y autocomplaciente. Ella se alcanza con el cambio, que
trae consigo la justicia social. Si entendemos
esta definición de utopía, podemos entender el sistema de vida que introdujeron
en las reducciones del Paraguay y del continente América Latina y el Caribe los
jesuitas. A ellos sólo les preocupaba el bienestar moral y social de los
pueblos indígenas. Evidentemente, que el nuevo sistema social estaba
influenciado por el proyecto de la República de Platón y las utopías
renacentistas de Tomás Moro y de Tomás Campanella. Los misioneros jesuitas
gobernaban según el evangelio de Cristo. La vida en las reducciones llegó a
estar altamente estructurada, funcionaban como comunas, este proyecto tuvo un
éxito arrollador, en pocos años los jesuitas formaron un país desde el río
Paraguay hasta el río Uruguay. Los habitantes vivían un estado de felicidad
moral casi permanente. El gran Voltaire, agnóstico, escribió sobre las reducciones
indígenas jesuitas: “cuando en 1768 las misiones dejaron de estar bajo el
control de los jesuitas, estas habían alcanzado quizás el grado más alto de perfección
al que es posible llegar a un pueblo joven, y ciertamente a un estado superior
al que existe en el resto del nuevo hemisferio. Las leyes eran respetadas allí,
la moral permanecía pura, una feliz hermandad unía cada corazón, todas las
aretes útiles estaban en un estado floreciente, e incluso algunas de las más
agradables ciencias, la plenitud era universal”.
En
esta república cristiana- latinoamericana, toso estaba ordenado en el marco del
evangelio de Cristo. Del amanecer al atardecer, la campana de la Iglesia
anunciaba los periodos de trabajo, estudio, recreo y oración.
Después
de la expulsión de los jesuitas, por razones políticas, las reducciones fueron
administradas por otras órdenes religiosas, conjuntamente con las autoridades
civiles. Pero, ya nada fue igual, todo vino de mal en peor. Las aldeas fueron
saqueadas, quemadas o sencillamente abandonadas. En menos de dos décadas
desaparecieron veintitrés de las treinta comunidades o reducciones creadas por
los jesuitas.
Es
importante señalar que cuando los jesuitas comenzaban a introducirse en los
Estados Unidos, en especial en California y Arizona, el gobierno se los
prohibió. Esto supuso un desastre para los indígenas estadounidenses en esas
regiones, porque el lugar de los jesuitas fue ocupado por otros misioneros y
sectas religiosas con desastrosos resultados para los únicos dueños de la
tierra del continente americano: los indígenas. Esta historia se repite en
Paraguay, en 1768, y en otros países latinoamericanos, con la prohibición de la
Orden. Un éxito de los terratenientes que veían en los misioneros jesuitas una
competencia muy dura, casi insalvable. Además que codiciaban las enormes
extensiones de tierra fértil y cultivada que éstos tenían en sus reducciones/comunas.
En pocos años, los terratenientes o latifundistas, acapararon las tierras y
destruyeron las reducciones. Esta lacra había triunfado nuevamente. Hoy sólo
quedan ruinas de los que una utopía viviente y maravillosa en Paraguay, un
país, este último, sumido en la miseria, la pobreza, la drogadicción, la
cesantía, etc. Pero la histoa la hacen los pueblos y no los terratenientes, ni
menos los ricos de la ciudad.
Cuando
glorificamos a todos los héroes de la independencia, unos, para ahogar en el
mar de palabras todo lo que los hizo grandes en la memoria de los pueblos,
otros para subrayar su aporte en la lucha sempiterna del pueblo por su libertad
y la justicia social, no debemos olvidar el aporte valioso de los hijos de la
Compañía de Jesús.
Como
colofón, afirmo que frente al caos del capitalismo salvaje y su globalización del
capital, el proyecto utópico del Maestro Platón, la República en el continente
de la esperanza, Latinoamérica, y sus consecuentes discípulos, los jesuitas,
está más vigente que nunca, espero es condición sine quanon que la gobiernen
los más sabios y honestos.
Salvador
Moreno- Peralta/Cesal e.V/Berlín DDR.
Katholische
Universität Eichstät- Ingolstadt/Alemania
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