En manos
de un desquiciado bucanero
El carácter imperial de Estados Unidos queda evidente con su intención
de anexarse Groenlandia, apropiarse del Canal De Panamá y cambiarle de nombre
al Golfo de México, entre otros múltiples despropósitos. Su delirio se explica
en la pérdida de gravitación mundial de su país, al ser sobrepasado por China
en todos los aspectos, observar el poder que recupera Rusia y comprobar que los
aliados que le van quedando son sujetos tan perversos como Benjamín Netanyahu y
ese puñado de gobernantes adictos y criminales en Asia y África.
Además de autoritario, Trump es un racista y homofóbico que reniega de
la enorme contribución que les han hecho los emigrantes al desarrollo y riqueza
de la que todavía puede jactarse la potencia imperial. Su principal asesor es
un multimillonario inescrupuloso, que repartió millones de dólares para sumarle
votos y que ahora está instalado en la Casa Blanca por encima de todos los
ministros y funcionarios públicos de Estados Unidos. Por supuesto como
retribución por el cohecho que practicó en beneficio de un candidato imputado
por sus severos crímenes, abusador sexual, evasor de impuestos y sedicioso.
La población estadounidense es lenta de reacción. Así lo demostró
durante la guerra de Vietnam y la invasión de Irak y los horrores que su
país promovió en apoyo a las dictaduras latinoamericanas, tal como ahora frente
al horrendo genocidio israelí en la Franja de Gaza. Donde las mujeres y niños
asesinados suman por miles, además de toda la destrucción material.
Como las cárceles de su país están abarrotadas de presos negros y
pobres, ha decidido recuperar su campo de prisión, tortura y exterminio de
Guantánamo, en tierra cubana ocupada. Al mismo tiempo que le confía a Nayib
Bukele, en el Salvador, convertirse en su carcelero y esbirro.
Promueve, también, una guerra comercial que va a ocasionar inflación y
enorme cesantía pero que va a tener la suerte de enseñarle a los pueblos que el
neoliberalismo, la libertad económica y la competencia son solo hipócritas
quimeras que le han acarreado a Estados Unidos y al mundo más pobreza,
desigualdad y aumento del crimen organizado. Que la solución no es otra que la
colaboración entre las naciones hermanas, el comercio justo y el respeto por el
medio ambiente. Dado que el consumismo de las grandes potencias amenaza a la
vida y la subsistencia de todos los seres vivientes.
Como si los estragos causados por las guerras no bastaran, Trump promete
incrementar su potencial bélico, obligando a su servil Europa a caer en lo
mismo. Y, por supuesto, las naciones pobres se obligarán también a distraer sus
limitados recursos en alimentar el negocio mundial de la compraventa de armas,
sin el cual la economía estadounidense podría verse terriblemente afectada.
Solo le queda a Trump alimentar nuevos conflictos entre las naciones y
justificar la ocupación de países donde abundan el petróleo y, ahora, los
metales raros.
Desde todos los puntos de la Tierra cunde la alarma sobre por propósitos
de este demente instalado en la Casa Blanca. No es posible esperar por cuatro
años para que alguien lo reemplace, ni menos cuando ya ha expresado su
intención de prolongarse en el poder, al igual que otros presidentes y
dictadores del mundo y de nuestra propia América Latina.
El mundo ha avanzado en suprimir la pena de muerte como imperativo moral
y práctico, pero no se puede dejar de pensar en la legitimidad que algunos
teólogos, incluso, le confirieron al magnicidio para escapar de la amenaza que
representan ciertos gobernantes, donde los tribunales no existen o están
sometidos y corruptos. Lo que parece ocurrir en Estados Unidos con su abyecta
Corte Suprema.
Los más optimistas nos advierten que el verdadero poder en este país no
radica en sus gobernantes, sino en los que están detrás de ellos, en los que
manejan los grandes intereses económicos. Quizás desde allí le llegó la bala
que apenas le rosara la oreja…
Cosa de recordar los asesinatos de Lincoln y Kennedy para
abrigar, en este caso, un desenlace que salve al mundo y evite el mal mayor.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.
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