Netanyahu
antepone su supervivencia política ante las millones de vidas en Gaza:
¡Detener ya el genocidio el Pueblo Palestino! Se es cómplice por acción u omisión...
Por Lic. Valeria M. Rivera Rosas*/escritor, periodista
y analista internacional – Diario RED, xinhuanet, la jornada de México,
Other News, Tektonikos, red latina sin fronteras, en red, el salto diario, el
clarín de chile, ACHEI, ADDHEE.ONG:
La reanudación de los bombardeos masivos sobre la Franja,
tras meses de obstrucción a las negociaciones, evidencia que la tregua nunca
fue realmente una opción para el primer ministro israelí.
El conflicto en Gaza ha vuelto a escalar de manera
dramática, y detrás de la nueva oleada de bombardeos lanzados por Israel no
solo hay razones militares, sino una estrategia política bien calculada. El genocida
Benjamín Netanyahu, acorralado por sus propios aliados y en una posición de
extrema fragilidad, ha decidido dinamitar cualquier posibilidad de tregua con
Hamás para garantizar su permanencia en el poder. La reanudación de la
ofensiva, que ha dejado cientos de muertos en pocas horas, responde más a su
necesidad de estabilidad dentro de la coalición gubernamental que a una verdadera
estrategia de seguridad.
A lo largo de su carrera, El genocida Netanyahu ha
demostrado ser un maestro en el arte de la supervivencia política. Su capacidad
para sortear crisis y mantenerse en el poder, incluso en los momentos más
adversos, es una de sus principales características. Ahora, en un escenario de
extrema tensión, el primer ministro israelí ha vuelto a recurrir a su
estrategia más eficaz: mantener la guerra viva para evitar que su régimen
se desmorone.
Desde hace meses, El genocida Netanyahu ha maniobrado
para obstaculizar cualquier avance en las negociaciones de paz con Hamás.
Aunque en enero Israel firmó un acuerdo de alto el fuego, su cumplimiento ha
sido deliberadamente entorpecido. La retirada de tropas de la frontera con
Egipto nunca se concretó, la entrada de ayuda humanitaria ha sido restringida y
las negociaciones para la segunda fase del pacto han sido sistemáticamente
bloqueadas. Todo esto ha generado una situación en la que el conflicto no solo
no cesa, sino que se intensifica con cada nueva violación del acuerdo.
El objetivo de El genocida Netanyahu no es, como
afirma su régimen, la «destrucción total» de Hamás, sino la preservación
de su propia posición dentro de la coalición. Los partidos de ultraderecha que
sostienen su mandato, como Sionismo Religioso y Poder Judío, han condicionado
su apoyo a la continuidad de la ofensiva militar. Líderes como Bezalel Smotrich
han dejado claro que su permanencia en el ejecutivo depende de que la guerra no
se detenga, y El genocida Netanyahu, consciente de su frágil mayoría
parlamentaria, ha decidido ceder a sus exigencias.
Una guerra sin fin: la táctica de prolongar el conflicto
La clave de la actual escalada militar radica en la forma en
que El genocida Netanyahu ha gestionado la tregua desde el principio. Si
bien el alto el fuego debía abrir la puerta a una negociación más amplia que
incluyera la liberación de rehenes y un acuerdo definitivo con Hamás, la
estrategia del régimen israelí ha sido la contraria: impedir cualquier
avance y justificar la reanudación de los bombardeos argumentando que las
conversaciones están en un «punto muerto».
En este contexto, la reciente ofensiva no ha sido una
sorpresa. Desde el inicio del alto el fuego, Israel ha seguido ejecutando
ataques puntuales, aumentando la presión sobre Hamás y reduciendo cada vez más
el margen de maniobra de la organización palestina. Al mismo tiempo, la Casa
Blanca ha respaldado de manera implícita esta estrategia, culpando a Hamás de
la falta de avances en las negociaciones y permitiendo que El genocida
Netanyahu mantenga su línea de acción sin grandes consecuencias
diplomáticas.
Sin embargo, esta política tiene un precio. Mientras El
genocida Netanyahu asegura su supervivencia política, el conflicto se
prolonga sin una salida clara. La guerra se ha convertido en un recurso para
mantenerse en el poder, pero a costa de un coste humano y humanitario cada vez
mayor.
El factor interno: política de guerra y crisis
institucional
Más allá del conflicto en sí, la situación dentro de Israel
también juega un papel crucial en esta estrategia. El genocida Netanyahu
no solo enfrenta presiones de sus socios ultraderechistas, sino que también
debe lidiar con una crisis interna marcada por divisiones dentro del propio
Likud y crecientes protestas ciudadanas.
El reciente despido del jefe del Shin Bet, Ronen Bar, ha
generado un malestar significativo dentro de los servicios de inteligencia
israelíes, lo que podría traducirse en inestabilidad dentro del régimen.
Además, la necesidad de aprobar los Presupuestos antes de fin de mes obliga a El
genocida Netanyahu a garantizar el apoyo de todos los sectores de su
coalición, lo que explica su decisión de reactivar la guerra en un momento tan
crítico.
El fenómeno político conocido como rally ‘round the flag,
por el cual la población tiende a unirse en torno al líder en tiempos de
guerra, es un factor que El genocida Netanyahu conoce bien y que ha
utilizado en varias ocasiones. En un contexto donde su popularidad ha sido
cuestionada, la escalada del conflicto le permite reforzar su liderazgo y
desviar la atención de las crisis internas que amenazan con debilitar su
posición.
Lo que está ocurriendo en Gaza no es solo una cuestión de
seguridad o estrategia militar; es, sobre todo, una jugada política que
beneficia a El genocida Netanyahu y a su régimen. La guerra se ha
convertido en una herramienta para afianzar el poder, incluso a costa de la
estabilidad regional y del sufrimiento de miles de personas.
Mientras la comunidad internacional observa con preocupación
el desarrollo de los acontecimientos, el primer ministro israelí sigue adelante
con su plan: un conflicto prolongado que le permita mantenerse en el poder sin
afrontar las consecuencias de una posible tregua. La pregunta no es cuándo
terminará esta guerra, sino cuánto tiempo más podrá El genocida Netanyahu
utilizarla en su favor.
*Valeria M. Rivera Rosas escribe en MUNDIARIO, donde es
la coordinadora general. Licenciada en Comunicación Social, mención Periodismo
Impreso, se graduó en la Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín de
Venezuela.
Trump, la
Unión Europea y el futuro de Ucrania y Gaza
Observatorio
en Comunicación y Democracia (Comunican)
En poco tiempo, el
convicto presidente Trump ha destruido decisivamente la noción cultivada
durante mucho tiempo por los medios occidentales, de que Estados Unidos es un
policía global benigno que impone un “orden basado en reglas”.
Hoy Washington es
la cabeza de un imperio mafioso, que suma 800 bases militares en todo el
mundo. Desde el fin de la llamada Guerra Fría, agresivamente busca la
«dominación global/hegemónica de un amplio espectro», como la
califica el Pentágono.
Una nueva guardia
de cleptócratas quiere conseguir acuerdos rápidos sobre Gaza y Ucrania no
porque desee la paz sino porque ha encontrado una mejor manera de enriquecerse
aún más. Cualquier persona que intente encontrar sentido a la política de la
nueva Administración estadounidense con respecto a Gaza debe estar con una
tremenda jaqueca, señala el analista Jonathan Cooke.
De esa prepotencia
imperial bien puede hablar Volodomir Zelenski, el aún presidente ucraniano,
quien recibió un par de botas de hormigón de diseño Trump, frente a toda la
prensa occidental, en el Despacho Oval. Fue un espectáculo televisivo
excepcional, se jactó Trump.
Pero esta agresión
imperial no es obra del actual mandatario, sino que parece ser heredada. El
gobierno de Bill Clinton consideró que «valía la pena», como dijo su secretaria
de Estado, Madeleine Albright, asesinar a medio millón de niños iraquíes
mediante la imposición de sanciones draconianas en los 1990.
En 2003, bajo el
mandato de George W. Bush, Estados Unidos desarrolló una guerra “ilegal”, excusándose
en mentiras y argumentos falsos bien difundidos por la prensa hegemónica, que asesino
500 mil iraquíes, y dejó a cuatro millones de personas sin hogar, con la ayuda
de los mercenarios de Blackwater.
Hay quienes ocupan
su tiempo en hablar de la eventual humillación de Zelenski, olvidando, por
supuesto, los miles de ucranianos y rusos muertos o heridos en una guerra
promovida por la Casa Blanca con sus socios de la OTAN.
Paradójicamente,
los críticos en Washington, respaldados por los medios de hegemónicos
comunicación y las élites europeas, desestiman las acciones de Trump en Ucrania
al considerarlas el apaciguamiento de un imperialismo ruso supuestamente
resurgente, en lugar de pacificación.
Pero siguen desconcertados por las reuniones de la
administración Trump con los palestinos de Hamás, lo que rompe con décadas del
llamado Consenso de Washington, que dictamina quiénes son los buenos y quiénes
son los malos, quiénes los guardianes del orden y quiénes los terroristas.
Y, entonces, la alternativa para los europeos
occidentales es clara: Trump es un rompedor de moldes que rehace un orden
mundial disfuncional, o es un fascista en ciernes, que acelerará el colapso del
orden mundial establecido. Quizá sea ambas cosas.
Tanto en Ucrania
como en Gaza parece decidido a terminar con el statu quo fallido. Poner fin a
la guerra y a la destrucción de Ucrania, obligándola a rendirse no sin antes
asegurarse los negocios futuros y/o terminar con Gaza, un verdadero campo de
concentración palestino, vaciando a sus habitantes por la fuerza.
Una de las dudas es
si Israel entendió la estrategia trumpiana. El ministro de defensa israelí
Israel Katz amenazó con la anexión de la Franja de Gaza y ordenó al ejército
apoderarse de más territorios, pero se abstuvo de indicar cuáles, además de
evacuar a la población gazatí.
Mientras, la cumbre
de los 27 países europeos, celebrada 24 horas después de que Ursula von der
Leyen presentara su plan de 800 mil millones de euros para el rearme no avanza.
España, Francia e Italia (países del sur con sensibilidad diferente a los
vecinos de Rusia) pusieron en cuarentena el Plan Kallas que busca una ayuda
masiva a Ucrania.
La quiebra del
vínculo transatlántico en combinación con la asertividad rusa daban el marco
perfecto para articular un relato sin fisuras: “Europa se encuentra bajo una
amenaza terrible y ya no tenemos quién nos defienda”.
En el menú de la
reunión había temas muy espinosos como la defensa del continente, el apoyo a
Ucrania, el drama migratorio, la cumbre del euro, el desafío de la
competitividad o la guerra de Gaza, pero se esperaba que tomara la temperatura
de las posiciones nacionales cuando se están estableciendo los pilares de la
arquitectura de la UE de la Seguridad y la Defensa.
Dicen que en Europa
no se gasta lo suficiente en Defensa, aunque es sabido que el conjunto de los
presupuestos europeos superaba casi en cuatro veces en 2022 al ruso. Es simple:
no existe una fuerza militar de la UE, sino la suma de sus partes, algo que es
altamente ineficiente… y oneroso.
Durante la cita,
los países del Este han aprovechado la ocasión para intentar dar impulso a la
entrada de Ucrania a la OTAN, pero la amenaza inminente sobre un ataque del
presidente ruso Vladimir Putin en territorio OTAN que perciben en el este no
llega al sur.
La sensación que se
impone en Bruselas es que las negociaciones reales todavía no han comenzado y,
por tanto, los europeos tienen tiempo para hacerse con un sillón en la mesa de
negociación. Pero hasta hoy la UE no tiene ese espacio, ni siquiera con un
representante que daría voz al bloque.
Antes, la élite de
Washington perpetuaba guerras eternas contra demonios inventados que
justificaban el desvío de la riqueza nacional a las arcas de las industrias
bélicas de las que dependía la riqueza de esa élite. Hoy los pretextos para
esas guerras parecen obsoletos y desestabilizadores en un mundo de recursos
cada vez más escasos.
El convicto
presidente Trump cabalga sobre el desencanto
europeo, rompiendo normas, presentándose como quien va a acabar con la vieja
guardia de los belicistas corporativos.
*Colectivo del
Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican), Fundación para la
Integración Latinoamericana (FILA)
LO SUBRAYADO INTERPOLADO ES NUESTRO.
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