jueves, 3 de abril de 2025

Netanyahu antepone su supervivencia política ante las millones de vidas en Gaza: ¡Detener ya el genocidio el Pueblo Palestino! Se es cómplice por acción u omisión...

 



Netanyahu antepone su supervivencia política ante las millones de vidas en Gaza: ¡Detener ya el genocidio el Pueblo Palestino! Se es cómplice por acción u omisión...

Por Lic. Valeria M. Rivera Rosas*/escritor, periodista y analista internacionalDiario RED, xinhuanet, la jornada de México, Other News, Tektonikos, red latina sin fronteras, en red, el salto diario, el clarín de chile, ACHEI, ADDHEE.ONG:

La reanudación de los bombardeos masivos sobre la Franja, tras meses de obstrucción a las negociaciones, evidencia que la tregua nunca fue realmente una opción para el primer ministro israelí.

El conflicto en Gaza ha vuelto a escalar de manera dramática, y detrás de la nueva oleada de bombardeos lanzados por Israel no solo hay razones militares, sino una estrategia política bien calculada. El genocida Benjamín Netanyahu, acorralado por sus propios aliados y en una posición de extrema fragilidad, ha decidido dinamitar cualquier posibilidad de tregua con Hamás para garantizar su permanencia en el poder. La reanudación de la ofensiva, que ha dejado cientos de muertos en pocas horas, responde más a su necesidad de estabilidad dentro de la coalición gubernamental que a una verdadera estrategia de seguridad.

A lo largo de su carrera, El genocida Netanyahu ha demostrado ser un maestro en el arte de la supervivencia política. Su capacidad para sortear crisis y mantenerse en el poder, incluso en los momentos más adversos, es una de sus principales características. Ahora, en un escenario de extrema tensión, el primer ministro israelí ha vuelto a recurrir a su estrategia más eficaz: mantener la guerra viva para evitar que su régimen se desmorone.

Desde hace meses, El genocida Netanyahu ha maniobrado para obstaculizar cualquier avance en las negociaciones de paz con Hamás. Aunque en enero Israel firmó un acuerdo de alto el fuego, su cumplimiento ha sido deliberadamente entorpecido. La retirada de tropas de la frontera con Egipto nunca se concretó, la entrada de ayuda humanitaria ha sido restringida y las negociaciones para la segunda fase del pacto han sido sistemáticamente bloqueadas. Todo esto ha generado una situación en la que el conflicto no solo no cesa, sino que se intensifica con cada nueva violación del acuerdo.

El objetivo de El genocida Netanyahu no es, como afirma su régimen, la «destrucción total» de Hamás, sino la preservación de su propia posición dentro de la coalición. Los partidos de ultraderecha que sostienen su mandato, como Sionismo Religioso y Poder Judío, han condicionado su apoyo a la continuidad de la ofensiva militar. Líderes como Bezalel Smotrich han dejado claro que su permanencia en el ejecutivo depende de que la guerra no se detenga, y El genocida Netanyahu, consciente de su frágil mayoría parlamentaria, ha decidido ceder a sus exigencias.

Una guerra sin fin: la táctica de prolongar el conflicto

La clave de la actual escalada militar radica en la forma en que El genocida Netanyahu ha gestionado la tregua desde el principio. Si bien el alto el fuego debía abrir la puerta a una negociación más amplia que incluyera la liberación de rehenes y un acuerdo definitivo con Hamás, la estrategia del régimen israelí ha sido la contraria: impedir cualquier avance y justificar la reanudación de los bombardeos argumentando que las conversaciones están en un «punto muerto».

En este contexto, la reciente ofensiva no ha sido una sorpresa. Desde el inicio del alto el fuego, Israel ha seguido ejecutando ataques puntuales, aumentando la presión sobre Hamás y reduciendo cada vez más el margen de maniobra de la organización palestina. Al mismo tiempo, la Casa Blanca ha respaldado de manera implícita esta estrategia, culpando a Hamás de la falta de avances en las negociaciones y permitiendo que El genocida Netanyahu mantenga su línea de acción sin grandes consecuencias diplomáticas.

Sin embargo, esta política tiene un precio. Mientras El genocida Netanyahu asegura su supervivencia política, el conflicto se prolonga sin una salida clara. La guerra se ha convertido en un recurso para mantenerse en el poder, pero a costa de un coste humano y humanitario cada vez mayor.

El factor interno: política de guerra y crisis institucional

Más allá del conflicto en sí, la situación dentro de Israel también juega un papel crucial en esta estrategia. El genocida Netanyahu no solo enfrenta presiones de sus socios ultraderechistas, sino que también debe lidiar con una crisis interna marcada por divisiones dentro del propio Likud y crecientes protestas ciudadanas.

El reciente despido del jefe del Shin Bet, Ronen Bar, ha generado un malestar significativo dentro de los servicios de inteligencia israelíes, lo que podría traducirse en inestabilidad dentro del régimen. Además, la necesidad de aprobar los Presupuestos antes de fin de mes obliga a El genocida Netanyahu a garantizar el apoyo de todos los sectores de su coalición, lo que explica su decisión de reactivar la guerra en un momento tan crítico.

El fenómeno político conocido como rally ‘round the flag, por el cual la población tiende a unirse en torno al líder en tiempos de guerra, es un factor que El genocida Netanyahu conoce bien y que ha utilizado en varias ocasiones. En un contexto donde su popularidad ha sido cuestionada, la escalada del conflicto le permite reforzar su liderazgo y desviar la atención de las crisis internas que amenazan con debilitar su posición.

Lo que está ocurriendo en Gaza no es solo una cuestión de seguridad o estrategia militar; es, sobre todo, una jugada política que beneficia a El genocida Netanyahu y a su régimen. La guerra se ha convertido en una herramienta para afianzar el poder, incluso a costa de la estabilidad regional y del sufrimiento de miles de personas.

Mientras la comunidad internacional observa con preocupación el desarrollo de los acontecimientos, el primer ministro israelí sigue adelante con su plan: un conflicto prolongado que le permita mantenerse en el poder sin afrontar las consecuencias de una posible tregua. La pregunta no es cuándo terminará esta guerra, sino cuánto tiempo más podrá El genocida Netanyahu utilizarla en su favor. 

*Valeria M. Rivera Rosas escribe en MUNDIARIO, donde es la coordinadora general. Licenciada en Comunicación Social, mención Periodismo Impreso, se graduó en la Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín de Venezuela.

Trump, la Unión Europea y el futuro de Ucrania y Gaza

Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican) 

En poco tiempo, el convicto presidente Trump ha destruido decisivamente la noción cultivada durante mucho tiempo por los medios occidentales, de que Estados Unidos es un policía global benigno que impone un “orden basado en reglas”.

Hoy Washington es la cabeza de un imperio mafioso, que suma 800 bases militares en todo el mundo.  Desde el fin de la llamada Guerra Fría, agresivamente busca la «dominación global/hegemónica de un amplio espectro», como la califica el Pentágono.

Una nueva guardia de cleptócratas quiere conseguir acuerdos rápidos sobre Gaza y Ucrania no porque desee la paz sino porque ha encontrado una mejor manera de enriquecerse aún más. Cualquier persona que intente encontrar sentido a la política de la nueva Administración estadounidense con respecto a Gaza debe estar con una tremenda jaqueca, señala el analista Jonathan Cooke.

De esa prepotencia imperial bien puede hablar Volodomir Zelenski, el aún presidente ucraniano, quien recibió un par de botas de hormigón de diseño Trump, frente a toda la prensa occidental, en el Despacho Oval. Fue un espectáculo televisivo excepcional, se jactó Trump.

Pero esta agresión imperial no es obra del actual mandatario, sino que parece ser heredada. El gobierno de Bill Clinton consideró que «valía la pena», como dijo su secretaria de Estado, Madeleine Albright, asesinar a medio millón de niños iraquíes mediante la imposición de sanciones draconianas en los 1990.

En 2003, bajo el mandato de George W. Bush, Estados Unidos desarrolló una guerra “ilegal”, excusándose en mentiras y argumentos falsos bien difundidos por la prensa hegemónica, que asesino 500 mil iraquíes, y dejó a cuatro millones de personas sin hogar, con la ayuda de los mercenarios de Blackwater.

Hay quienes ocupan su tiempo en hablar de la eventual humillación de Zelenski, olvidando, por supuesto, los miles de ucranianos y rusos muertos o heridos en una guerra promovida por la Casa Blanca con sus socios de la OTAN.

Paradójicamente, los críticos en Washington, respaldados por los medios de hegemónicos comunicación y las élites europeas, desestiman las acciones de Trump en Ucrania al considerarlas el apaciguamiento de un imperialismo ruso supuestamente resurgente, en lugar de pacificación.

Pero siguen desconcertados por las reuniones de la administración Trump con los palestinos de Hamás, lo que rompe con décadas del llamado Consenso de Washington, que dictamina quiénes son los buenos y quiénes son los malos, quiénes los guardianes del orden y quiénes los terroristas.

Y, entonces, la alternativa para los europeos occidentales es clara:  Trump es un rompedor de moldes que rehace un orden mundial disfuncional, o es un fascista en ciernes, que acelerará el colapso del orden mundial establecido. Quizá sea ambas cosas.

Tanto en Ucrania como en Gaza parece decidido a terminar con el statu quo fallido. Poner fin a la guerra y a la destrucción de Ucrania, obligándola a rendirse no sin antes asegurarse los negocios futuros y/o terminar con Gaza, un verdadero campo de concentración palestino, vaciando a sus habitantes por la fuerza.

Una de las dudas es si Israel entendió la estrategia trumpiana. El ministro de defensa israelí Israel Katz amenazó con la anexión de la Franja de Gaza y ordenó al ejército apoderarse de más territorios, pero se abstuvo de indicar cuáles, además de evacuar a la población gazatí.

Mientras, la cumbre de los 27 países europeos, celebrada 24 horas después de que Ursula von der Leyen presentara su plan de 800 mil millones de euros para el rearme no avanza. España, Francia e Italia (países del sur con sensibilidad diferente a los vecinos de Rusia) pusieron en cuarentena el Plan Kallas que busca una ayuda masiva a Ucrania.

La quiebra del vínculo transatlántico en combinación con la asertividad rusa daban el marco perfecto para articular un relato sin fisuras: “Europa se encuentra bajo una amenaza terrible y ya no tenemos quién nos defienda”.

En el menú de la reunión había temas muy espinosos como la defensa del continente, el apoyo a Ucrania, el drama migratorio, la cumbre del euro, el desafío de la competitividad o la guerra de Gaza, pero se esperaba que tomara la temperatura de las posiciones nacionales cuando se están estableciendo los pilares de la arquitectura de la UE de la Seguridad y la Defensa.

Dicen que en Europa no se gasta lo suficiente en Defensa, aunque es sabido que el conjunto de los presupuestos europeos superaba casi en cuatro veces en 2022 al ruso. Es simple: no existe una fuerza militar de la UE, sino la suma de sus partes, algo que es altamente ineficiente… y oneroso.

Durante la cita, los países del Este han aprovechado la ocasión para intentar dar impulso a la entrada de Ucrania a la OTAN, pero la amenaza inminente sobre un ataque del presidente ruso Vladimir Putin en territorio OTAN que perciben en el este no llega al sur.

La sensación que se impone en Bruselas es que las negociaciones reales todavía no han comenzado y, por tanto, los europeos tienen tiempo para hacerse con un sillón en la mesa de negociación. Pero hasta hoy la UE no tiene ese espacio, ni siquiera con un representante que daría voz al bloque.

Antes, la élite de Washington perpetuaba guerras eternas contra demonios inventados que justificaban el desvío de la riqueza nacional a las arcas de las industrias bélicas de las que dependía la riqueza de esa élite. Hoy los pretextos para esas guerras parecen obsoletos y desestabilizadores en un mundo de recursos cada vez más escasos.

El convicto presidente Trump cabalga sobre el desencanto europeo, rompiendo normas, presentándose como quien va a acabar con la vieja guardia de los belicistas corporativos.

*Colectivo del Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican), Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA)

LO SUBRAYADO INTERPOLADO ES NUESTRO.

 

 

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