China y nuestra América Latina
Las relaciones entre nuestra América Latina y China,
se dan en un marco de una región alejada del armamentismo y las tensiones
globales.
Sin embargo, también hay que considerar que las relaciones
de dos de los principales dirigentes mundiales (el presidente estadounidense
Joe Biden, y su par chino, Xi Jinping), tienen un peso específico sobre los
países latinoamericanos y caribeños. Situación que se modificará a partir de
enero de 2025 con la presidencia de Donald Trump en los Estados Unidos.
Pensemos que las relaciones chino-estadounidenses se ubican en un
momento axial de las relaciones internacionales, especialmente cuando las
guerras en Ucrania y en Palestina, así como la tensión en el estrecho de Taiwán
se viven tiempos muy tensos y delicados. Desde el lanzamiento de una guerra
comercial contra China por el gobierno de Donald Trump en el año 2018, esas
relaciones se encuentran en una serie de dificultades y tensiones. Las disputas
entre estos dos países no se limitan al comercio bilateral, los temas más
álgidos como la democracia doméstica, la seguridad internacional y el liderazgo
mundial, también son asuntos muy controvertidos entre ambas partes. Estas dos
potencias todavía no han arribado a un acuerdo en cuestiones como los
conflictos militares entre Rusia y Ucrania y el genocidio de Israel en
Palestina. En cierto sentido, se puede pensar que la RPCh y los Estados Unidos
se ubican en una encrucijada sobre hacia dónde ir.
Para Xi Jinping y pronto para Donald Trump, darse la espalda
el uno al otro no será una opción, es gran medida sería una actitud irrealista.
La rivalidad y la confrontación entre sí traerían insoportables consecuencias
para ambas partes y para el conjunto del orden mundial hasta hoy prevaleciente.
Para el presidente Xi Jinping, se supone que la Tierra es
suficientemente grande en que caben los dos países y el éxito de un país es una oportunidad
para el otro. El mandatario oriental aconseja que China y Estados Unidos deben
asumir una nueva visión y estructurar conjuntamente los cinco pilares de las
relaciones bilaterales tales como desarrollar juntos una percepción acertada,
gestionar juntos las diferencias de manera efectiva, avanzar juntos en la
cooperación mutuamente beneficiosa, asumir juntos las responsabilidades como
grandes países y promover los intercambios de pueblo a pueblo. Estas cinco
sugerencias señalan la dirección a seguir en el desarrollo de las relaciones
entre esas dos potencias del mundo.
El presidente Joe Biden el mandatario saliente, piensa que
las relaciones entre Estados Unidos y la Republica Popular China
son las relaciones bilaterales más importantes del mundo, y que no es
inevitable el conflicto entre los dos países. Reconoce que cuando ambas partes
mantienen sus relaciones estables, previenen conflictos, gestionan diferencias
y cooperan en áreas de interés compartido, y estarán en mejores condiciones de
abordar los problemas que enfrentan y los desafíos comunes. Biden ha reiterado que
los cinco compromisos hechos en el encuentro con Xi Jinping en Bali (2023), que
su país no busca una nueva Guerra Fría. Apunta que no pretende cambiar el
sistema económico y social de China, y no busca revitalizar las alianzas contra
la gran potencia de Asia-Pacífico, no apoya la “independencia de Taiwán” y no
tiene intención de escalar un conflicto con China. Coyuntura mundial que incide
de una u otra manera en las relaciones de América Latina y el Caribe con China.
Para las naciones latinoamericanas y caribeñas y para China, es indispensable
fortalecer la cooperación y trabajar juntos para abordar los desafíos globales.
Para nuestros países lo mejor es evitar una nueva Guerra Fría. Sin embargo, se
puede pensar que contener y reprimir a China es una estrategia relevante de la
Casa Blanca para mantener su hegemonía global. Por esta razón, queda un largo
camino por recorrer para estabilizar y mejorar esta relación bilateral. En esa
coyuntura hay una serie de acontecimientos que parecen configurar un escenario
bastante tenso y conflictivo.
Por ejemplo, el 22 de junio de 2024, el portaviones
estadounidense de propulsión nuclear USS Theodore Roosvelt, se hizo presente en
el puerto surcoreano de Busan, momentos en el que Rusia y Corea del Norte
habían firmado el “Acuerdo Integral de Asociación Estratégica”, durante la
visita de Vladímir Putin a esa nación coreana. Especialmente cuando la llamada
“apuesta nuclear de Piongyang, busca impulsar un nuevo orden multipolar que
desafíe la hegemonía estadounidense” Previamente en otro escenario de la región
caribeña, el 12 de junio del mismo año, el submarino de propulsión nuclear
“Kazan” en unión de un destacamento naval ruso realizó una visita de cinco días
a Cuba, entrando a la bahía de La Habana junto con el petrolero “Pashin” y el
remolcador Nikolai Chiker”. Situación que aceleró preventivamente la postura
estadounidense de enviar a la Base Militar de Guantánamo en el oriente cubano,
ocupada por Estados Unidos, el submarino de ataque rápido “USS Helena”. Según
el Comando Sur de los Estados Unidos, dicha presencia era llevar a cabo una
“misión de seguridad marítima global y defensa nacional”.
En resumen, las relaciones entre nuestra América y China, se
dan en un marco de una región alejada del armamentismo y las tensiones globales
como el conflicto militar en Ucrania, la guerra genocida contra Gaza en Medio
Oriente o las tensiones militares que Estados Unidos alienta en la región Asia
Pacífico. Nuestra región es una zona desnuclearizada, de paz y de desarrollo
compartido. Nuestros países y sus relaciones económicas, comerciales,
culturales y políticas con China tienen a la ruta de la seda y de la estrategia
del ferrocarril como el sendero a seguir. En otras palabras, hay que mirar
necesariamente hacia China para orientarnos positivamente en beneficio de
nuestra región y del mundo.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.
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