lunes, 14 de marzo de 2022

Último discurso de Piñera: El mundo paralelo de un caradura irreductible, no hay mal que dure cincuenta años ni pueblo que lo soporte.

 

Último discurso de Piñera: El mundo paralelo de un caradura irreductible, no hay mal que dure cincuenta años ni pueblo que lo soporte.

Por Roberto Bruna/El soberano

Con su ego y megalomanía a tope, a pesar de todo, Sebastián Piñera Echeñique nos torturó por última vez antes de cerrar por fuera la puerta de La Moneda. Reconoció “algunos errores”, pero fiel a su naturaleza culpó de todo lo malo al resto y terminó, como siempre, echando mentiras y tirándose flores. ¡No hay salud!

Por Lautaro Guerrero / El Soberano

Luego del último discurso de Piñera (es lo que esperamos al menos), fue inevitable recurrir al parangón deportivo. Un parangón que tiene la indiscutible ventaja de que, como en este país algo tenemos de futboleros/ peloteros, puede ser entendido por todos. Un paralelo que también se puede hacer entre Piñera y el boxeo, disciplina que en nuestro país, y a pesar de lo malos que somos para los cornetes, igual gusta a rabiar tanto a los pijes como a los rotos.

Porque lo que menos puede esperar uno de un director técnico de un equipo rasca, y además goleado, es que el hombre conserve algo de criterio y no culpe de la derrota al estado de la cancha, al clima o al árbitro saquero. Menos que, terminando el partido 6 goles contra 1, salga con la paparruchada de que “el partido fue equilibrado, porque el segundo tiempo terminamos 1 a 1”. Esa sólo se le permitía al entrañable Donato Hernández, un argentino locuaz, pintoresco y querible, que terminó muriendo en esta tierra.

Lo mismo pasa con el boxeador “paquete” al cual le dan una paliza, pero después de la pelea, más machucado que membrillo de colegial, explica que “es que el otro siempre me pegaba a la maleta y sin avisar. Si no hubiera sido tan bueno, ni hubiera pegado tan fuerte, otro gallo estaría cantando”, diría el paquete, mientras el entrenador le tapiza la cara con parches curita.

Más o menos de ese tono fue la última alocución de Piñera. Porque si alguien esperaba una muestra de prudencia y humildad, de reconocimiento aunque fuera mitigado de que el suyo fue un gobierno charcha y por momentos hasta de sainete, se equivocó medio a medio. Sebastián Piñera Echeñique, el peor presidente democráticamente elegido que ha tenido Chile, murió con las botas puestas. En otras palabras, apelando a una arrogancia de dudoso origen -porque en realidad cuesta encontrar en qué se basa-, echándole la culpa a medio mundo, mintiendo en forma a ratos descarada, intentando pasarnos gatos por liebre y, en la cúspide del descriterio y la estulticia, pretendiendo dar consejos acerca de lo que Chile debiera ser en el futuro.

En suma, a todos nos quedó meridianamente claro que el tipo es un caradura irreductible. No sólo eso: que tiene un ego tan gigantesco que lo lleva a ser habitante de un mundo paralelo y, por lo mismo, inexistente. Ello explicaría, en parte, que siempre llegara tarde a todo. Que nunca “cachara” una e, inmerso en su megalomanía, pensara que este país él lo tenía convertido en un oasis y que el perraje en el fondo lo adoraba, aunque nunca la gente fuera muy expresiva que digamos.

Tuvo que alzarse la gallada un 18 de octubre de 2019 para que se diera cuenta que el asunto no era todo color de rosa, como él amermeladamente pensaba. Pero como dice la muchachada de los barrios populares, incluso esa tardía “transcurrida” fue a medias. Porque no tardó mucho en convencerse a sí mismo de que todo el despelote que se armó, a lo largo y ancho del país, era fruto de unos pocos violentistas, dirigidos por agitadores internacionales, para torpedear su magna obra y convertir el oasis chilensis en un reino de los soviets.

Dijo Piñera, en su infumable perorata, que en todos sus esfuerzos, y en todas sus acciones, siempre puso en primer lugar el nombre de Chile. Habría que preguntarle qué ganó el país luego que, en su gira a China, llevara de pavos a sus dos hijos varones, para que hicieran negocios particulares, a cuenta de dineros del Estado.

Qué ganó Chile cuando, con motivo del juicio de La Haya, entre el país y Perú, se supo que Piñera, como accionista de Exalmar, empresa pesquera del país vecino, llevaba velas en ese entierro. Y es que Perú se adjudicó más de 50 mil kilómetros cuadrados de mar chileno el 27 de enero de 2014, luego que el fallo en ese aspecto favoreciera al gobierno peruano.

Sobre el estallido social de octubre de 2019, repitió las mismas monsergas de siempre: la culpa fue de los violentistas, pero con su mejor cara de palo aseguró que “siempre se habían respetado los derechos humanos”. Cuéntale eso, Piñera, a los tribunales –chilenos y extranjeros- cuando en su momento te pidan explicar los casi 30 muertos, los cientos de tuertos, los que perdieron por completo la visión, y las decenas de personas –hombres y mujeres- que, detenidas por vehículos civiles, sufrieron todo tipo de abusos y vejaciones en los cuarteles policiales.

«Me preocupa la falta de claridad y fortaleza de algunos sectores en condenar clara y categóricamente la violencia y, aún más, aquellos que, de alguna u otra forma, la justifican, la amparan o la promueven», agregó. ¿Ya se te olvidó, Piñera, que fuiste, mientras te convenía, un absoluto alcahuete de la dictadura, y por lo tanto partícipe pasivo de todos sus crímenes? Si hasta pronunciaste un encendido discurso en defensa del tirano en el Parque O´Higgins, cuando este estaba preso en Londres por encargo de la justicia española, representada por Baltazar Garzón.

Como no podía ser de otra manera, además, Piñera se sumó a la legión de los autodefinidos “amarillos” para evidenciar su profunda preocupación por el rumbo que, según él, está tomando la Convención Constitucional. Un cuerpo colegiado que, de acuerdo a su inmensa desfachatez, él contribuyó a crear. Te recordamos, Piñera, que fue la rebeldía del pueblo la que impuso esos términos, y que a ti no te quedó otra que –al igual que toda la despreciable clase política-, agachar el moño, so riesgo de tener que irse todos anticipadamente para la casa, incluido tú, por supuesto.

Y esto, Piñera, la derecha jamás te lo va a perdonar. No va a olvidar jamás que entregaste el más preciado tesoro que los ricos y los poderosos de este país tenían: la Constitución del tirano de 1980. Reconozco que la defendiste hasta el final, y que solapadamente lo sigues haciendo, pero entre eso y tener un poco glamoroso escape de La Moneda, similar al de Fernando de la Rúa de la Casa Rosada, naturalmente que preferiste lo primero.

Atacando sibilinamente la Convención Constitucional, Piñera, te uniste de manera entusiasta a todos aquellos que, sin existir todavía un texto, se muestran escandalizados del rumbo que está tomando el trabajo de los constituyentes. Te preocupa, según tus propias palabras, que exista un ánimo “refundacional”, y que esta chusma inconsciente eche por la borda –según tú- 30 años de sostenido progreso. Te quita el sueño, entre otras cosas, la posibilidad de que se termine el Senado y vayamos a un unicameralismo.

Pero en tu discurso no te quedaste ahí, intentando espantar a los giles. Aparte de tener que recordarte, una vez más, que a estas alturas del partido tus opiniones son absolutamente irrelevantes, te aclaro que, una vez más, mentiste descaradamente.

Y es que planteaste un panorama futuro que ni los más cabeza caliente, ni los más delirantes integrantes de esta Convención, se han planteado jamás. Nadie se ha propuesto terminar con la libertad religiosa y de culto; nadie quiere ordenarles a los padres la forma de educar a sus hijos; nadie intenta coartar libertades, como no sea ponerle coto a esas libertades que, para los demás, significan un abuso. Nadie, por último, se ha propuesto jamás ponerles el pie encima a los “emprendedores”. Todo lo contrario. Tanto en el seno de la Convención, como en el del gobierno que se inicia, existe el ánimo de ir al máximo en ayuda de las Pymes. No sólo por el impulso económico que implican, sino además porque compran trabajo en forma más masiva incluso que las grandes empresas.

Pero en el punto que te sacaste los zapatos, Piñera, para ser carepalo, fue cuando señalaste que te tenía profundamente preocupado el debilitamiento que según tú se avizora en el Poder Judicial y en el de la igualdad ante la ley. ¿Alguien de este país -que no sea este mitómano- puede proclamar que en este país todos somos iguales? ¡Por favor, Piñera, si tú te libraste de vestir trajecito a rayas sólo producto de una paleteada que te hizo Mónica Madariaga, ministra de Justicia de la dictadura, luego que cometieras la travesura de robarte el Banco de Talca! Un atorrante que se roba un pollo, o un chancho, se va para adentro nomás. ¿O es muy tonto lo que estoy diciendo?

Más allá de que para no mostrarte tan autocomplaciente reconociste que tu gobierno de morondanga cometió algunos errores (para otros, “horrores”), obviamente no podías dejar pasar la oportunidad para tirarte flores como loco.

Dijo Piñera, entre otras cosas, que “para enfrentar la crisis climática aceleramos el proceso de descarbonización de nuestra matriz energética, reemplazando el carbón por energías limpias y renovables. También, pudimos renovar un cuarto de la infraestructura hospitalaria y de Atención Primaria y pusimos en marcha 260 nuevos Liceos Bicentenario».

Continuó: «Con satisfacción y pese a la magnitud de las crisis, nuestro Gobierno termina su mandato con una economía ordenada, una economía con ahorros y con un país en pleno crecimiento. Recuperamos más de 1,6 de los 2 millones de trabajos que la pandemia y la recesión nos arrebataron. Nos había tomado 10 años crear esos 2 millones de empleos y ya hemos recuperado 1,6″.

No pude sino recordar, frente a este idílico panorama, al Maestro Serrat, que siempre dice que “cuando las cifras se lo pasan tan bien, el pueblo generalmente lo pasa muy mal”.

Pero el mitómano y megalómano Sebastián Piñera no se quedó allí. Tras recordarnos que su gobierno lo había hecho de maravillas en una infinidad de aspectos relevantes para el país y la ciudadanía, nos refregó a todos lo sólido y oportuno que estuvo para combatir la pandemia, adquiriendo vacunas por el mundo como un orate.

Y sí, Presidente en buena hora saliente. Hasta el más tenaz de sus críticos tendrá que reconocer que en ese aspecto estuvo bien. Mejor dicho –y porque nobleza obliga-, muy bien.

Pero conversando esto con un amigo chusco, me replicó que cuál era la gracia. Cuando le pregunté que por qué decía eso, me replicó que “pero si la única especialidad de ese tipo, durante toda su vida, ha sido vacunar a medio mundo. Debutó con el Banco de Talca, es cierto, pero después siguió, vacunándose a Ricardo Claro con el tema de las tarjetas de crédito, y continuó con el Fisco, adquiriendo una serie de empresas denominadas “zombies” y que no valían un peso, pero que a él le sirvieron para eludir millones y millones en impuestos, plata que luego sacó del país para llevarla a paraísos fiscales. ¡Ah!, y no te olvides –me agregó- que en su momento compró algo así como 10 mil millones de pesos de acciones de Lan Chile contando con información privilegiada, con lo cual vacunó una vez más al Fisco y, de paso, al resto de los accionistas”.

Debo reconocer que mi bien informado amigo chusco me dejó calladito. O sea que es doblemente bueno que por fin se vaya, le dije, por decir algo, con un hilito de voz.  Me respondió: “Por supuesto, poh, gil. Porque además de penca, inepto, descriteriado, mentiroso, fresco e iletrado, el tipo es un sinvergüenza y lo seguirá siendo. Y la historia lo recordará como el personaje más avieso y turbio de entre todos aquellos que han sido elegidos democráticamente por la gente, manipulada, mediatizada”.

Lo subrayado/Interpolado es nuestro.

 

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