Último discurso de Piñera: El mundo paralelo de un caradura irreductible, no hay mal que dure cincuenta años ni pueblo que lo soporte.
Por Lautaro Guerrero /
El Soberano
Luego del último
discurso de Piñera (es lo que esperamos al menos), fue inevitable recurrir al
parangón deportivo. Un parangón que tiene la indiscutible ventaja de que,
como en este país algo tenemos de futboleros/ peloteros, puede ser entendido
por todos. Un paralelo que también se puede hacer entre Piñera y el boxeo,
disciplina que en nuestro país, y a pesar de lo malos que somos para los
cornetes, igual gusta a rabiar tanto a los pijes como a los rotos.
Porque lo que menos puede
esperar uno de un director técnico de un equipo rasca, y además goleado, es
que el hombre conserve algo de criterio y no culpe de la derrota al estado de
la cancha, al clima o al árbitro saquero. Menos que, terminando el partido
6 goles contra 1, salga con la paparruchada de que “el partido fue equilibrado,
porque el segundo tiempo terminamos 1 a 1”. Esa sólo se le permitía al
entrañable Donato Hernández, un argentino locuaz, pintoresco y querible, que
terminó muriendo en esta tierra.
Lo mismo pasa con el
boxeador “paquete” al cual le dan una paliza, pero después de la pelea, más
machucado que membrillo de colegial, explica que “es que el otro siempre me
pegaba a la maleta y sin avisar. Si no hubiera sido tan bueno, ni hubiera
pegado tan fuerte, otro gallo estaría cantando”, diría el paquete, mientras el
entrenador le tapiza la cara con parches curita.
Más o menos de ese tono
fue la última alocución de Piñera. Porque si alguien esperaba una
muestra de prudencia y humildad, de reconocimiento aunque fuera mitigado de que
el suyo fue un gobierno charcha y por momentos hasta de sainete, se
equivocó medio a medio. Sebastián Piñera Echeñique, el peor presidente democráticamente
elegido que ha tenido Chile, murió con las botas puestas. En otras palabras,
apelando a una arrogancia de dudoso origen -porque en realidad cuesta encontrar
en qué se basa-, echándole la culpa a medio mundo, mintiendo en forma a ratos
descarada, intentando pasarnos gatos por liebre y, en la cúspide del
descriterio y la estulticia, pretendiendo dar consejos acerca de lo que Chile
debiera ser en el futuro.
En suma, a todos nos quedó
meridianamente claro que el tipo es un caradura irreductible. No sólo
eso: que tiene un ego tan gigantesco que lo lleva a ser habitante de un mundo
paralelo y, por lo mismo, inexistente. Ello explicaría, en parte, que
siempre llegara tarde a todo. Que nunca “cachara” una e, inmerso en su
megalomanía, pensara que este país él lo tenía convertido en un oasis y que el
perraje en el fondo lo adoraba, aunque nunca la gente fuera muy expresiva que
digamos.
Tuvo que alzarse la
gallada un 18 de octubre de 2019 para que se diera cuenta que el asunto no era
todo color de rosa, como él amermeladamente pensaba. Pero como dice la
muchachada de los barrios populares, incluso esa tardía “transcurrida” fue a
medias. Porque no tardó mucho en convencerse a sí mismo de que todo el
despelote que se armó, a lo largo y ancho del país, era fruto de unos
pocos violentistas, dirigidos por agitadores internacionales, para torpedear su
magna obra y convertir el oasis chilensis en un reino de los soviets.
Dijo Piñera, en su
infumable perorata, que en todos sus esfuerzos, y en todas sus acciones,
siempre puso en primer lugar el nombre de Chile. Habría que preguntarle
qué ganó el país luego que, en su gira a China, llevara de pavos a sus dos
hijos varones, para que hicieran negocios particulares, a cuenta de dineros
del Estado.
Qué ganó Chile cuando, con
motivo del juicio de La Haya, entre el país y Perú, se supo que Piñera, como
accionista de Exalmar, empresa pesquera del país vecino, llevaba velas en ese
entierro. Y es que Perú se adjudicó más de 50 mil kilómetros cuadrados de mar
chileno el 27 de enero de 2014, luego que el fallo en ese aspecto favoreciera
al gobierno peruano.
Sobre el estallido social
de octubre de 2019, repitió las mismas monsergas de siempre: la culpa fue de
los violentistas, pero con su mejor cara de palo aseguró que “siempre se habían
respetado los derechos humanos”. Cuéntale eso, Piñera, a los tribunales
–chilenos y extranjeros- cuando en su momento te pidan explicar los casi 30
muertos, los cientos de tuertos, los que perdieron por completo la visión, y
las decenas de personas –hombres y mujeres- que, detenidas por vehículos
civiles, sufrieron todo tipo de abusos y vejaciones en los cuarteles
policiales.
«Me preocupa la falta de
claridad y fortaleza de algunos sectores en condenar clara y categóricamente la
violencia y, aún más, aquellos que, de alguna u otra forma, la justifican, la
amparan o la promueven», agregó. ¿Ya se te olvidó, Piñera, que fuiste,
mientras te convenía, un absoluto alcahuete de la dictadura, y por lo tanto
partícipe pasivo de todos sus crímenes? Si hasta pronunciaste un
encendido discurso en defensa del tirano en el Parque O´Higgins, cuando este
estaba preso en Londres por encargo de la justicia española, representada por
Baltazar Garzón.
Como no podía ser de otra
manera, además, Piñera se sumó a la legión de los autodefinidos
“amarillos” para evidenciar su profunda preocupación por el rumbo que, según
él, está tomando la Convención Constitucional. Un cuerpo colegiado que, de
acuerdo a su inmensa desfachatez, él contribuyó a crear. Te recordamos, Piñera,
que fue la rebeldía del pueblo la que impuso esos términos, y que a ti no te
quedó otra que –al igual que toda la despreciable clase política-, agachar el
moño, so riesgo de tener que irse todos anticipadamente para la casa, incluido
tú, por supuesto.
Y esto, Piñera, la
derecha jamás te lo va a perdonar. No va a olvidar jamás que entregaste el más
preciado tesoro que los ricos y los poderosos de este país tenían: la
Constitución del tirano de 1980. Reconozco que la defendiste hasta el
final, y que solapadamente lo sigues haciendo, pero entre eso y tener un poco
glamoroso escape de La Moneda, similar al de Fernando de la Rúa de la Casa
Rosada, naturalmente que preferiste lo primero.
Atacando sibilinamente la
Convención Constitucional, Piñera, te uniste de manera entusiasta a todos
aquellos que, sin existir todavía un texto, se muestran escandalizados del
rumbo que está tomando el trabajo de los constituyentes. Te preocupa,
según tus propias palabras, que exista un ánimo “refundacional”, y que esta
chusma inconsciente eche por la borda –según tú- 30 años de sostenido progreso.
Te quita el sueño, entre otras cosas, la posibilidad de que se termine el
Senado y vayamos a un unicameralismo.
Pero en tu discurso no te
quedaste ahí, intentando espantar a los giles. Aparte de tener que recordarte,
una vez más, que a estas alturas del partido tus opiniones son absolutamente
irrelevantes, te aclaro que, una vez más, mentiste descaradamente.
Y es que planteaste un
panorama futuro que ni los más cabeza caliente, ni los más delirantes integrantes
de esta Convención, se han planteado jamás. Nadie se ha propuesto terminar
con la libertad religiosa y de culto; nadie quiere ordenarles a los padres la
forma de educar a sus hijos; nadie intenta coartar libertades, como no sea
ponerle coto a esas libertades que, para los demás, significan un abuso. Nadie,
por último, se ha propuesto jamás ponerles el pie encima a los “emprendedores”.
Todo lo contrario. Tanto en el seno de la Convención, como en el del
gobierno que se inicia, existe el ánimo de ir al máximo en ayuda de las Pymes.
No sólo por el impulso económico que implican, sino además porque compran
trabajo en forma más masiva incluso que las grandes empresas.
Pero en el punto que te
sacaste los zapatos, Piñera, para ser carepalo, fue cuando señalaste que te
tenía profundamente preocupado el debilitamiento que según tú se avizora en el
Poder Judicial y en el de la igualdad ante la ley. ¿Alguien de este país
-que no sea este mitómano- puede proclamar que en este país todos somos
iguales? ¡Por favor, Piñera, si tú te libraste de vestir trajecito a rayas sólo
producto de una paleteada que te hizo Mónica Madariaga, ministra de Justicia de
la dictadura, luego que cometieras la travesura de robarte el Banco de
Talca! Un atorrante que se roba un pollo, o un chancho, se va para
adentro nomás. ¿O es muy tonto lo que estoy diciendo?
Más allá de que para no
mostrarte tan autocomplaciente reconociste que tu gobierno de morondanga
cometió algunos errores (para otros, “horrores”), obviamente no podías dejar pasar
la oportunidad para tirarte flores como loco.
Dijo Piñera, entre otras
cosas, que “para enfrentar la crisis climática aceleramos el proceso de
descarbonización de nuestra matriz energética, reemplazando el carbón por
energías limpias y renovables. También, pudimos renovar un cuarto de la
infraestructura hospitalaria y de Atención Primaria y pusimos en marcha 260
nuevos Liceos Bicentenario».
Continuó: «Con
satisfacción y pese a la magnitud de las crisis, nuestro Gobierno termina su
mandato con una economía ordenada, una economía con ahorros y con un país en
pleno crecimiento. Recuperamos más de 1,6 de los 2 millones de trabajos
que la pandemia y la recesión nos arrebataron. Nos había tomado 10
años crear esos 2 millones de empleos y ya hemos recuperado 1,6″.
No pude sino recordar,
frente a este idílico panorama, al Maestro Serrat, que siempre dice que “cuando
las cifras se lo pasan tan bien, el pueblo generalmente lo pasa muy mal”.
Pero el mitómano y
megalómano Sebastián Piñera no se quedó allí. Tras recordarnos que su
gobierno lo había hecho de maravillas en una infinidad de aspectos relevantes
para el país y la ciudadanía, nos refregó a todos lo sólido y oportuno que
estuvo para combatir la pandemia, adquiriendo vacunas por el mundo como un orate.
Y sí, Presidente en buena
hora saliente. Hasta el más tenaz de sus críticos tendrá que reconocer que en
ese aspecto estuvo bien. Mejor dicho –y porque nobleza obliga-, muy bien.
Pero conversando esto con
un amigo chusco, me replicó que cuál era la gracia. Cuando le pregunté que por
qué decía eso, me replicó que “pero si la única especialidad de ese tipo,
durante toda su vida, ha sido vacunar a medio mundo. Debutó con el
Banco de Talca, es cierto, pero después siguió, vacunándose a Ricardo Claro con
el tema de las tarjetas de crédito, y continuó con el Fisco, adquiriendo una
serie de empresas denominadas “zombies” y que no valían un peso, pero que a él
le sirvieron para eludir millones y millones en impuestos, plata que luego sacó
del país para llevarla a paraísos fiscales. ¡Ah!, y no te olvides –me
agregó- que en su momento compró algo así como 10 mil millones de pesos
de acciones de Lan Chile contando con información privilegiada, con lo cual
vacunó una vez más al Fisco y, de paso, al resto de los accionistas”.
Debo reconocer que mi bien
informado amigo chusco me dejó calladito. O sea que es doblemente bueno que por
fin se vaya, le dije, por decir algo, con un hilito de voz. Me
respondió: “Por supuesto, poh, gil. Porque además de penca, inepto,
descriteriado, mentiroso, fresco e iletrado, el tipo es un sinvergüenza y lo
seguirá siendo. Y la historia lo recordará como el personaje más avieso y
turbio de entre todos aquellos que han sido elegidos democráticamente por la gente,
manipulada, mediatizada”.
Lo subrayado/Interpolado
es nuestro.
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