Adjunto le hago llegar a Ud. y por su intermedio a los lectores de nuestro querido diario, El Clarín de Chile, el ensayo de un genial Ser Humano, el Prof. Dr. Noam Chomsky. En este caótica mundo capitalista globalizado, con un demencial conductor yankee, que no piensa, porque no tiene la capacidad para hacerlo, ante la imposibilidad de someter a Rusia recibe a diario presiones en el sentido que hay que llevar a cabo el ataque nuclear para lograrlo, sin pensar, valga la redundancia, que el contrataque ruso destruirá casi la totalidad del país "del sueño americano".
Unos pocos Seres Humanos conscientes han asumido las palabras del Prof. Dr. Immmnuel Kant: "No uses la Humanidad, respétala como un fin. Cuando los que hayan de combatir -en una maldita guerra, lo subrayado es nuestro-, tengan el derecho de decidir la paz o la guerra, la Historia ya no se escribirá con sangre, nunca más". Pero la mayoría de los individuos enajenados de nuestro desgraciado planeta, vive al día y sin pensar, y permiten tranquilamente que se produzcan crímenes tan horrorosos. ¿Quién pudiera sacudir de su indiferencia a tanta gente enajenada?
Prof. Moreno Peralta/IWA
Secretario Ejecutivo ADDHEE.ONG
“Yo reconozco dos cosas infinitas: El Universo y
la estupidez humana”. Prof. Albert Einstein.
En enero pasado Noam
Chomsky recibió el premio Lucha contra la Estupidez, instituido por la revista Philosophy Now, en particular por su trabajo sobre la
estructura de los medios y su constante incitación a un pensamiento crítico
independiente, con especial referencia a su libroManufacturing consent, escrito en coautoría con Edward S. Herman.
El texto siguiente es su respuesta al recibir el reconocimiento.
Naturalmente me complace que me concedan este honor, y poder aceptarlo
también en nombre de mi colega Edward Herman, coautor deManufacturing consent, quien ha realizado un gran trabajo
en este tópico crucial. Desde luego, no somos las primeras personas que se han
ocupado de él.
Como era predecible, una de las primeras fue George
Orwell. Él escribió un ensayo no muy conocido, que es la introducción a su
famoso libroRebelión en la granja. No
es muy conocido porque no fue publicado: fue encontrado décadas más tarde entre
sus documentos inéditos, pero no está disponible. En ese ensayo señala que Rebelión en la granja es
obviamente una sátira sobre el enemigo totalitario, pero insta al pueblo inglés
a no creerse demasiado por eso, porque, como lo expresa, en Inglaterra las
ideas impopulares se pueden suprimir sin el uso de la fuerza. A continuación da
ejemplos de lo que quiere decir, y unas cuantas frases de explicación, pero creo
que son relevantes.
La celestina
Universal, los medios mediáticos de (in)comunicación capitalistas globalizados
y la Educación para el lucro. Lo subrayado es nuestro.
Una razón, señala, es que la prensa es propiedad de
hombres acaudalados que tienen todo el interés de que ciertas ideas no se
expresen. La segunda es un aspecto interesante, en el que no nos adentramos,
aunque debimos hacerlo: una buena educación. Si vamos a las mejores escuelas privadas
se nos infunde el conocimiento de que hay ciertas cosas que no estaría bien
decir. Eso, sostiene Orwell, es un gancho poderoso que va mucho más allá de la
influencia de los medios.
La estupidez viene en varias formas.
Me gustaría decir unas palabras sobre una forma en particular que me parece la
más problemática de todas. Podríamos llamarla estupidez institucional. Es
una especie de estupidez que es del todo racional dentro del marco en el que
opera; pero es el marco mismo el que va de lo grotesco a la virtual demencia.
En vez de tratar de explicarlo, quizá sea más útil
mencionar un par de ejemplos para ilustrar lo que quiero decir. Hace 30 años, a
principios de la década de 1980 –los primeros años de la era Reagan–, escribí
un artículo llamado La racionalidad del suicidio colectivo. Se trataba de
la estrategia nuclear, y se refería a cómo personas perfectamente inteligentes
diseñaban un curso de suicidio colectivo en formas que eran razonables dentro
de su marco de análisis geoestratégico.
En ese tiempo no sabía lo mala que era esa situación.
Hemos aprendido mucho desde entonces. Por ejemplo, un número reciente de la
revista The Bulletin of Atomic
Scientists (Boletín de Científicos Atómicos) presenta un estudio de
las falsas alarmas de sistemas de detección automática que Estados Unidos y
otros países usan para detectar ataques de misiles y otras amenazas que
pudieran percibirse como un ataque nuclear. El estudio abarcaba de 1977 a 1983,
y estima que durante ese periodo hubo un mínimo de 50 falsas alarmas, y un
máximo de 255. Esas alarmas fueron abortadas por intervención humana, que evitó
un desastre por cuestión de minutos.
Es plausible asumir que nada sustancial ha cambiado
desde entonces. Pero en realidad se vuelve mucho peor, cosa que tampoco
entendía en el tiempo en que escribí el libro.
En 1983, más o menos en la época en que lo escribí,
había un gran temor a la guerra. Esto se debía en parte a lo que George Kennan,
el eminente diplomático, llamó entonces las características indefectibles
de la marcha hacia la guerra... eso, y nada más. Empezó por los programas que
el gobierno de Reagan emprendió tan pronto como llegó al poder. Le interesaba
poner a prueba las defensas rusas, así que simuló ataques navales y aéreos a
Rusia.
Fue una época de gran tensión. Se habían instalado
misiles Pershing en Europa occidental, a un tiempo de vuelo de unos cinco a 10
minutos a Moscú. Reagan también anunció su programa Guerra de las galaxias, que
estrategas de ambos bandos entendieron como un arma para dar el primer golpe.
En 1983, la operación Arquero Capaz incluía una práctica que llevó a
fuerzas de la OTAN a una liberación simulada de armas nucleares en gran escala.
La KGB, según nos enteramos en reciente material de archivo, concluyó que se
había puesto a fuerzas armadas estadunidenses en alerta, y que tal vez había
empezado la cuenta regresiva para la guerra.
El mundo no ha llegado al borde del abismo nuclear;
pero durante 1983, sin darse cuenta, estuvo cerca de un modo escalofriante, sin
duda más que en cualquier momento desde la crisis de los misiles en Cuba, en
1962. Los líderes rusos creían que Estados Unidos preparaba un primer golpe, y
bien pudieron haber lanzado un golpe preventivo. De hecho, estoy citando de un
reciente análisis de inteligencia estadunidense de alto nivel, el cual concluye
que el temor a la guerra era real. El análisis destaca que en el fondo estaba
el recuerdo persistente entre los rusos de la Operación Barbarroja, nombre en
clave alemán del ataque de Hitler a la Unión Soviética, que fue el peor
desastre militar en la historia rusa y estuvo a punto de destruir el país. El
análisis estadunidense señala que precisamente con eso comparaban los rusos la
situación.
Eso ya es bastante malo, pero se pone peor. Hace como
un año nos enteramos de que, en medio de estos acontecimientos amenazantes para
el planeta, el sistema de alerta temprana de Rusia –similar al de Occidente,
pero mucho más ineficiente– detectó un ataque de misiles proveniente de Estados
Unidos y envió una alerta máxima. El protocolo para los militares soviéticos
era responder con un ataque nuclear. Pero la orden tenía que pasar por un ser
humano. El oficial de turno, un hombre llamado Stanislav Petrov, decidió
desobedecer las órdenes y no comunicar la alarma a sus superiores. Recibió una
reprimenda oficial, pero, gracias a su incumplimiento del deber, hoy estamos
vivos para contarlo.
Sabemos de un enorme número de falsas alarmas del lado
estadunidense. Los sistemas soviéticos eran mucho peores. Ahora se están
modernizando los sistemas nucleares.
El Boletín
de Científicos Atómicos tiene un famoso Reloj del Día del Juicio, y
en fecha reciente lo adelantó dos minutos. Explica que el relojsuena a los tres
minutos para la medianoche porque los líderes internacionales no cumplen su
deber más importante, que es garantizar y preservar la salud y vitalidad de la
civilización humana.
De seguro esos líderes internacionales no son tontos
en lo individual. Sin embargo, en su función institucional su estupidez es
letal en sus implicaciones. Al observar el registro desde el primer ataque
atómico –hasta la fecha el único–, es un milagro que hayamos escapado.
La destrucción nuclear es una de las dos mayores
amenazas a la supervivencia, y muy real. La segunda, desde luego, es la
catástrofe ambiental.
Existe un conocido grupo de servicios profesionales en
PricewaterhouseCoopers que acaba de publicar su estudio anual sobre las
prioridades de los altos directivos de los consorcios privados. En primer lugar
de la lista está el exceso de regulaciones. El informe indica que el cambio
climático no figuró entre las primeras 19. Una vez más, de seguro los
directivos no son tontos como individuos. Es de suponerse que dirigen sus
negocios con inteligencia. Pero la estupidez institucional es colosal, y
amenaza literalmente la vida de la especie.
La estupidez individual tiene remedio, pero la
institucional es mucho más resistente al cambio. En esta etapa de la sociedad
humana, en verdad pone en peligro nuestra supervivencia. Por eso creo que la
estupidez institucional debería ser una preocupación primordial.
Prof. Noam Chomsky/USA.
Entrevista al Prof.
Chomsky:
- ¿Cómo podemos superar la propaganda de
los medios y mejorarlos? ¿Con la educación?
–Ese es un viejo debate. En Estados Unidos se ha
debatido por más de un siglo, en el contexto de la Primera Enmienda de la Constitución,
que prohíbe al gobierno actuar para impedir la publicación. Noten que no
protege la libertad de expresión, ni bloquea el castigo por expresarse.
En realidad no hubo muchos casos relativos a la
Primera Enmienda hasta el siglo XX. Antes de eso la prensa del país gozaba de
mucha libertad, y había una amplia variedad de publicaciones de todo tipo:
diarios, revistas, panfletos. Los Padres Fundadores creían en la libertad de
información, y se hicieron muchos esfuerzos por estimular la más amplia variedad
posible de medios independientes. Sin embargo, la libertad de expresión nunca
se protegió con fuerza.
Prof. Noam Chomsky señala en su escrito que la estupidez individual
tiene remedio, pero la institucional es mucho más resistente al cambio. En esta
etapa de la sociedad humana, en verdad pone en peligro nuestra.
Las decisiones sobre la libertad de expresión
comenzaron a tomarse alrededor de la Primera Guerra Mundial, pero no en los
tribunales. Apenas en la década de 1960 Estados Unidos instauró un alto nivel
de protección de la libertad de expresión. En el periodo entreguerras hubo
extensa discusión en el marco de lo que se llamaba libertad negativa y positiva,
siguiendo a Isaiah Berlin, de lo que la Primera Enmienda significa en cuanto a
libertad de expresión y de prensa. Había una corriente, llamada a veces libertarismo
corporativo, que sostenía que la Primera Enmienda debería referirse a la
libertad negativa: que el gobierno no puede interferir con el derecho de los
propietarios de los medios a hacer lo que quieran. La otra corriente era de la
democracia social, y salió del Nuevo Trato después de la Depresión y del primer
periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Esa corriente sostenía que
también debía haber una libertad positiva: en otras personas, que las
personas debían tener el derecho a la información como fundamento de una
sociedad democrática. Esa batalla se libró en la década de 1940, y el
libertarismo corporativo ganó.
Libertad de expresión negativa
Estados Unidos es poco común en este aspecto. En este
país no hay nada como la BBC. La mayoría de los países tienen algún medio
nacional que es tan libre como la sociedad; Estados Unidos relega eso a los
márgenes. Los medios son entregados básicamente al poder privado para que
ejerza sus capacidades como le plazca. Esa es una interpretación de la libertad
de expresión en términos de libertad negativa: el Estado no puede intervenir
para afectar lo que los propietarios privados deciden hacer. Existen algunas
restricciones, pero no muchas. Las consecuencias son en gran medida un control
de las ideas como el que describe Orwell, y que Edward Herman y yo examinamos
en gran detalle.
¿Cómo superarlo? Una forma es la educación, pero otra
forma es regresar al concepto de la libertad positiva, que significa reconocer
que en una sociedad democrática concedemos gran valor al derecho de los
ciudadanos a tener acceso a una amplia gama de opiniones y creencias. Eso, en
Estados Unidos, significaría regresar a la que de hecho era la concepción
inicial de los fundadores de la república: que debe haber, no tanto una
regulación gubernamental sobre lo que se dice, sino más bien apoyo
gubernamental a una amplia variedad de opiniones, y a la recopilación e
interpretación de noticias, lo cual se puede estimular en varias formas.
Gobierno significa pueblo: en una sociedad
democrática, el gobierno no debe ser una especie de Leviatán que toma
decisiones. Existen importantes proyectos de la sociedad civil que intentan
desarrollar medios más democráticos. Es una gran batalla por el enorme poder
del capital concentrado, el cual, por supuesto, intenta impedirlo de todos los
modos posibles. Pero es una batalla que lleva mucho tiempo, y existen asuntos
fundamentales en juego, entre ellos los referentes a las libertades negativa y positiva.
– ¿Tiene algunas ideas sobre el impacto de
los algoritmos y las burbujas de búsqueda sobre los intentos individuales de
hallar información en su propósito de subvertir a los grandes medios?
–Como todos ustedes, yo uso motores de búsqueda todo
el tiempo. Para las personas que tienen los privilegios suficientes, la
Internet es muy útil; pero su utilidad existe más o menos en la medida en que
se tienen privilegios. Privilegiado significa aquí con estudios,
recursos, conocimientos previos para saber lo que se busca.
Es como una biblioteca. Supongamos que decidimos quiero
ser biólogo y nos hacemos socios de la Biblioteca de Biología de Harvard.
Todo está allí, así que en principio podemos ser biólogos, pero claro que no
tiene ninguna utilidad si no sabemos qué buscar y no sabemos interpretar lo que
vemos, y así sucesivamente. Pasa lo mismo con Internet. Existe una enorme
cantidad de material allí –alguno valioso y otro no–, pero se necesita
entendimiento, interpretación y conocimientos previos incluso para saber qué
buscar.
Esto es muy aparte del hecho de que el sistema Google,
por ejemplo, no es neutral, ni apolítico. Refleja los intereses de los
anunciantes al determinar qué es prominente y qué no lo es, y tenemos que saber
abrirnos paso por el laberinto. Así que volvemos a la educación y a la
organización que nos permiten salir adelante.
Debo remarcar que, como individuos, estamos muy
limitados en lo que podemos llegar a entender, las ideas que desarrollamos,
incluso cómo pensar. Así que si estamos aislados, eso restringe en mucho
nuestra capacidad de tener y evaluar ideas, ya sea para ser un científico
creativo o un ciudadano funcional. Existe una razón por la que el movimiento
laboral siempre ha estado a la vanguardia contra la supresión de la información,
por ejemplo con programas de educación para trabajadores, que en un tiempo
tuvieron gran influencia tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos. La
decadencia de lo que los sociólogos llaman asociaciones secundarias, en
las que la gente se reúne para buscar e inquirir, es uno de los procesos de
atomización que conducen a que las personas se aíslen y se enfrenten solas a
esta masa de información. Así, la red es un instrumento valioso, pero, como con
todos los instrumentos, necesitamos estar en posición de poder utilizarlo, y
eso no es tan sencillo. Requiere un significativo desarrollo social.
– ¿Cómo sería posible hacer menos
estúpidas las instituciones?
–Bueno, depende de qué institución se trate. Mencioné
dos: una es el gobierno en control de una capacidad nuclear; la otra es el
sector privado, que en gran medida está controlado por concentraciones bastante
cerradas de capital. Requieren enfoques diferentes. Con respecto a la situación
del gobierno, requiere desarrollar una sociedad democrática funcional, en la
que una ciudadanía informada desempeñe un papel central en la determinación de
políticas. El público no está a favor de la muerte y la destrucción con armas
nucleares, y en este caso sabemos en principio cómo eliminar la amenaza. Si el
público participara en el desarrollo de la política de seguridad, creo que esa
estupidez institucional podría superarse.
Existe una tesis en la teoría de las
relaciones internacionales respecto a que el primer interés de los estados es
la seguridad. Pero eso deja abierta una pregunta: ¿seguridad para quién? Si uno
mira de cerca, resulta que no es la seguridad de la población, sino la
seguridad de los sectores privilegiados de la sociedad: los sectores que poseen
el poder del Estado. Existen abrumadoras pruebas de ello, que por desgracia no
tenemos tiempo de revisar. Así que algo que necesitamos hacer es llegar a
entender la seguridad de quiénes protege el Estado: no es la de ustedes. Eso
puede enfrentarse construyendo una sociedad democrática funcional.
En el tema de la concentración del poder privado
también existe esencialmente un problema de democratización. Una corporación es
una tiranía. Es el ejemplo más puro de tiranía que se puede imaginar: el poder
reside en la cima, las órdenes se envían abajo nivel por nivel, y en la parte
más baja uno tiene la opción de comprar lo que produce. La población, los
llamados accionistas en la comunidad, casi no tienen ninguna función en decidir
lo que la entidad hace. Y esas entidades han recibido extraordinarios poderes y
derechos, mucho más allá de los del individuo. Pero ninguno de ellos está
grabado en piedra. Nada de eso reside en la teoría económica. Esa
situación es resultado, básicamente, de la lucha de clases que durante un largo
periodo han realizado las clases empresariales que tienen gran conciencia de
clase, y que han establecido su dominio efectivo sobre la sociedad en varias
formas. Pero no tiene que existir; puede cambiar. Una vez más, es cuestión de
democratizar las instituciones de la vida social, política y económica. Fácil
de decir, difícil de hacer, pero, me parece, esencial.
Entrevista Prof. Dr. Noam Chosky, Diario la Jornada de México.
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