La Universidad
Chilensis Produce Vergüenza Ajena
El golpe del 11 de septiembre de
1973, planeado y financiado por el régimen del sheriff Nixon y llevado a cabo
por las fuerzas armadas, no sólo significó la destrucción del Estado de
Derecho, el magnicidio del Presidente Dr. Salvador Allende Gossens y el
asesinato de miles de chilenos, sino que, se decapitó la prestigiosa
Universidad chilena, (2 de las 8) fueron desaparecidas: La Universidad del
Norte/Chile y la Universidad Técnica del Estado. Sus mejores cerebros, sino perdieron la vida, tuvieron que exiliarse, para salvar su vida.
Las Universidades chilenas sin
medios, sin libertad y lo más importante sin su autonomía- territorial académica
y administrativa, desapareció. Quedó muy claro, que para la opinión pública que no fue del
Gobierno Popular de Presidente Dr. Allende Gossens que destruyó el Estado de
Derecho, abolió/pisoteó la constitución y la autonomía Universitaria, sino los enemigos
de la Humanidad, el imperialismo yanqui y sus testaferros chilensis, la SOFOFA y el poder castrense.
Durante casi dos décadas la
Universidad chilensis militarizada, un negocio por y para el lucro, que nace el
fatídico e infausto 11 de septiembre de 1973, se le exigió habilitar egresados
para el ejercicio de determinadas profesiones. Cualquier tarea Universitaria
que tuviera que ver con la ciencia del Ser Humano, que implicase pensamiento
libre, investigación poco rentable a corto plazo o crítica contra algunos de
los dogmas impuestos por “las Fuerzas Armadas vencedoras –la reserva moral de
la taifa sofofa”- fue rechazada, perseguida e ignorada. Con estos antecedentes,
la Universidad chilensis llega a la transición de “la democracia, la libertad y la justicia en
medida de lo posible, sumida en el caos…” . El Régimen de la alegría de la
concertación termina de enajenar la Universidad chilena. Como administradores
de la herencia infausta de la dictadura de marras: la educación es un bien de
consumo al igual que la medicina. Es hasta hoy, la asignatura pendiente, entre
otras, de la sociedad chilena en general y de los intelectuales en particular. Setenta
Universidades privadas fueron abiertas sin bibliotecas, laboratorios, y
académicos calificados por los “vencedores” del infausto 11 de septiembre de
1973, las Fuerzas Armadas. Daba vergüenza ajena ver a militares zafios/incultos designados rectores de la Universidad chilena...
Situación difícil de explicar en
el extranjero por lo irracional. Por lo antes dicho, me cuesta un esfuerzo
conservar alguna esperanza respecto a la vialidad a corto plazo de una política
de salvación para la Universidad chilena y para el pueblo chileno sin soberanía, con una Constitución y sus amarres vigentes desde 1980, sin que exista el coraje civil para cambiarla por otra sancionada soberanamente por El Pueblo.
La Universidad chilensis forma
parte del proyecto económico y político heredado de la dictadura militar
fascista y que administra la concertación. Con poca cultura nueva, sin una
investigación seria y con escasos cambios en las formas y los contenidos de los
conocimientos: se copia y mal al modelo yanqui. Los que nos hemos formado en
Universidades europeas y que visitamos periódicamente este país, concluimos que
estamos ante una institución que da vergüenza. Es una factoría en donde el que
paga obtiene un título.
Pese a la suma gravedad de las
consecuencias que todo ello trae consigo para la sociedad, los partidos políticos,
principalmente los Gobiernos concertacionistas, siguen despreocupándose del
asunto educacional en general y Universitario en particular con suicida
irresponsabilidad de este problema básico de colosales proporciones y que tan
negativamente afecta el porvenir de Chile.
La educación en general está
anquilosada, le falta calidad, equidad y eficiencia para lograr la
indispensable excelencia académica. No se puede hablar de crisis de la
educación chilena. Crisis dice relación
con el momento del proceso cuando está en duda la continuación o la
modificación de éste. Pero, en el marco del exitismo y la autocomplacencia
reinante en el paraíso de la felicidad, se piensa que el modelo educacional
chilensis es el mejor de América Latina.
El modelo de Universidad impuesto
por “los militares vencedores” en un
subproducto reflejo o producto residual del imperio yanqui globalizado en
crisis congénita, del cual Chile forma parte de su patio trasero.
La Universidad Privada chilensis
mayoritariamente está controlada por los grupos económicos de la taifa sofofa,
del opus dei de la jerarquía de la iglesia católica y de grupos de militares
vencedores, lo que permite acomodar sus enseñanzas a los dogmas religiosos.
Se ha pasado a unos centros en el que el dogmatismo –bestia destructiva de todo
espíritu científico- todavía se aplica con una dosis exacerbada a saberes que nada
tienen que ver con ninguna religión. Respetable en sus respectivos
ámbitos, pero en cuya liturgia han de quedarse al margen de los lugares en
donde se elaboran y transmiten los conocimientos racionales.
La Universidad chilensis no se
quiere reformar ni siquiera en su forma. Lo que simplemente ha hecho la
autoridad competente: El Ministerio de Educación, el Consejo de Rectores, etc.
Es reorientar la administración de los centros universitarios, privilegiando el
negocio, un bien de consumo sobre la excelencia académica. Con esto,
consecuentemente aplica el estilo heredado de la dictadura: “el que consiste en
cambiar el nombre a las cosas para mostrar que cambian las propias cosas”, o la
que se concreta en una nueva serie de fraseologías a fin de ocultar que se
sigue haciendo más o menos lo mismo.
Debido a la cerrazón y al cerrelismo
que aplasta a la Universidad chilena desde el 11 de septiembre de 1973,
ciertamente no cabían grandes esperanzas de que, al empezar “la democracia, la
libertad y la justicia en la medida de lo posible” todo fuese a superarse
rápidamente.
Sin duda no era lógico que al
término del primer Gobierno de la concertación, los centros universitarios
tuvieran concretamente en marcha un nuevo estilo de enseñanza y de
investigación, pero en pleno Gobierno concertacionista, a numerosos ciudadanos
provoca estupefacción y molestia que las Universidades chilensis continúen
atravesadas por los vicios heredados del fascista régimen militar, la dictadura de
marras.
Es probable que los cambios y que
esperamos en la Universidad a partir del primer régimen concertacionista,
estuvieran erróneamente inducidos por una valoración del movimiento
contestatario de estudiantes y de profesores bajo el dictadura militar. Al observar
en qué ha quedado ese movimiento –el puro corporativismo- no cabe más remedio
que concluir que en contra de algunas apariencias, tales protestas contra la
dictadura de marras no tienen nada de revolucionarias ni siquiera de
progresistas respecto a la Universidad, sino que en el fondo, la inmensa
mayoría sólo trataba de colocarse profesionalmente. Los profesores querían
conseguir un puesto fijo y los estudiantes deseaban saber a qué atenerse
respecto a su futuro. Una vez alcanzados por los docentes, estos objetivos se
ha sumido en la rutina, en la burocracia a la Universidad chilensis
concertacionista. No surge la menor idea ni la mínima propuesta original para
que nuestra cultura y nuestra sociedad sean más dinámicas, más creativas y más
libres. Incluso la inmensa mayoría demuestra su conformismo a cerca de las
mezquinas partidas presupuestarias que el Gobierno dedica a la enseñanza
Estatal y la investigación científica hasta los más acérrimos defensores de los
regímenes concertacionistas aceptan como fracaso importante de esta época la
falta de un desarrollo cultural y científico mínimamente adecuado a los avances
sociales y económicos obtenidos. Desde el primer régimen concertacionista, el
socavón cultural y científico ha ido en aumento, encontrándose la Universidad
chilensis y muchos centros de investigación, en situación de vergüenza nacional
ante los fraudes, las irracionalidades, la mediocridad e incluso la estupidez,
los caciquismos y el espíritu aldeano dominan la vida académica Universitaria chilena.
No sólo no tenemos una
Universidad sin autonomía –académica, administrativa, y territorial- que
responda mínimamente a las necesidades de la sociedad chilena, sino que no
exista el menor indicio de que podamos tenerla algún día. Todo esto, producto
de tres décadas, tal vez habría que decir siglos de dogmatismo, ineficacia y
corrupción.
Lo más grave es que la clase
política exitista y autocomplaciente no ha tenido la capacidad de darse cuenta
que fruto del oscurantismo cultural y educacional que nos afecta por más de
treinta años, hemos quedado desprovistos de ascendiente internacional como sucede con “las Universidades de las repúblicas bananeras” las cuales
también van simplemente tirando como las casi setenta Universidades chilenas, e incluso peor Yo tengo motivos para sospechar que me he quedado corto con esta apreciación.
Como colofón, acentúo que la
Universidad chilena la entiendo como una institución capaz de generar ideas,
construir pensamientos y transmitir a los estudiantes el conocimiento
acumulado. El concepto ideología no es un cuerpo doctrinario no científico,
sino un conjunto de aspiraciones, objetivos, valores, ideales, propósitos, etc.
Hablar del fin de las ideologías es una supina ignorancia.
La nueva Universidad chilena debe
plantearse sobre la base de las diferencias y especificidades de nuestro
ambiente ecológico-socio-cultural este modelo es imposible en el Chile de hoy,
porque la Universidad heredada de la dictadura de marras no admite alternativa.
La taifa sofofa, el opus dei de
la jerarquía de la iglesia católica y el asesor de la dictadura militar y de la
concertación, Agustín Dunny Edwards E. y su pasquín El Mercurio, son de opinión que
la Universidad es una institución neutral apolítica –definición ideológica
reaccionaria y oportunista- donde hay que mantener la pureza académica para
preservar el funcionamiento de esta institución, de la contaminación
ideológica. Falacia, porque ningún tipo de educación escapa de los marcos
impuestos por la organización social.
Todo está dicho, pero como nadie hace caso hay que volver a repetir esta denuncia.
Todo está dicho, pero como nadie hace caso hay que volver a repetir esta denuncia.
Prof. Moreno Peralta/IWA
Representante de la Universidad del Norte/ Chile
En el Consejo de Rectores de las Universidades
Chilenas hasta el 11 de septiembre de 1973
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