NACIONES UNIDAS
Y LA SUPRESIÓN DE LA COMISIÓN DE DERECHOS HUMANOS:
APROXIMACIONES A
ORWELL “1984”
“En ninguna pagina sagrada, hay algo que se
parezca al privilegio y aun menos a la
discriminación: dos cosas que rebajan y ofenden al hijo del hombre. Yo seria
feliz si vuestro esfuerzo por obtener los Derechos Humanos fuese adoptado con
toda lealtad por las Naciones del mundo. Este triunfo será el mayor entre los
alcanzados en nuestra época” Gabriela Mistral en Naciones Unidas (1956).
En el marco del relativismo ético/moral existente por obra del imperialismo yanqui globalizado/
globalización del capital, los epígonos de éste en “la Cumbre” de Naciones
Unidas, en Septiembre del 2005, aprobaron
en su declaración final la supresión de la Comisión de Derechos Humanos y su
reemplazo por un Consejo de Derechos Humanos a imagen y semejanza del inefable Consejo de Seguridad manejado y amañado por el gran hermano yanqui
de turno.
En su obra “1984” ORWELL proyecta la forma de una ficción que
especialmente en la década de los 60 anticipaba un futuro de caracteres
dramáticos. Para algunos fue una utopía, para los epígonos del
capitalismo salvaje una simple denuncia del peligro que se avecinaba con el desarrollo del modelo “stalinista
soviético”. Pero, para los jóvenes universitarios de la época revolucionaria y
creativa de la década antes citada, era una llamada de atención por la imposición de la
mefistofélica sociedad
capitalista consumista, irracional, inhumana e insolidaria de la
globalización del capital. La obsesión de acumular bienes materiales o el torpe afán de usufructuarlos en la
holganza, borra del espíritu
comunitario todo rastro de ensueño.
Todos los países dejan de ser patrias solidarias, cualquier ideal parece sospechoso. Los filósofos,
los poetas, los sabios, los artistas, no sólo son peligrosos, sino que están demás.
Su presencia molesta a los traficantes de baratijas, de drogas, de
armas, de personas, a los dueños de la
“celestina universal” que trabajan por
lucro y avaricia. Los valores y las
cosas del espíritu son despreciados, sus defensores son excepciones de la regla
y no llegan a inquietar a las
mediocracias protagonistas. Siempre
hay mediocres. Son perennes sumisos
protagonistas, concensuales que no se inmiscuyen en nada y aparecen como neutrales y apolíticos, pero se
arrebañan en partidos políticos y sectas. La persona que estudia, lee, es
igualada al analfabeto, el rebelde al cipayo, el poeta, el filósofo al
prestamista, etc. La mediocridad se condensa, se convierte en un sistema
globalizado que para sus epígonos es incontrastable. Estos últimos
protagonistas, pillos bribones se encumbran, pues no florecen los genios. La
mengua política que dirige el destino de la Humanidad se disfraza con exceso de pompa/ boato.
Acállase cualquier protesta social, cultural, etc. La base
de sustentación de la sociedad consumista/ enajenante es la mentira
generalizada: se miente la Justicia, se miente el Arte, se miente con la
anuencia de todos, cada individuo mediocre pone precio a su complicidad, este
oscila entre un empleo y la seguridad. Esta última la obtuvo
cambiándola por su libertad y en
definitiva se quedó sin ninguna de las
dos.
Las artes, la educación, la cultura, en
general, son negocios en manos de los
dueños del capital. Una apatía conservadora, fatalista y resignada caracteriza
la sobrevivencia de ésta época globalizada. Los gobernantes no piensan,
funcionan. Los que nada hacen son reconocidos como reposados, los que no roban
– no, porque sean honrados, sino
estúpidos- ,resultan ejemplares. Reina la corrupción, la impunidad y la
decadencia moral.
Cuando las miserias morales asolan un país, al
mundo, culpa es de todos, los que por falta de educación, cultura,
y de ideales, no han tenido la valentía para denunciarlas y luchar para terminar con ellas. Nadie piensa, donde todos lucran, nadie sueña, donde todos
tragan y consumen.
Después de éstas reflexiones se puede establecer
la siguiente afirmación sobre el libro “1984”: La genialidad de ORWELL no era una prevención
sobre el stalinismo soviético, sino
que era y es sobre el
imperialismo yanqui globalizado y su irracionalidad con que está
llevando al planeta a su destrucción. Y,
si bien, éste
irracionalismo, se condensa en
estrategias políticas definidas – como las llevadas a cabo por el consejo de
Seguridad de Naciones Unidas - , que son el resultado notorio de la
pésima y burocrática administración del mundo por parte de Naciones
Unidas, afirmar que ORWELL en su obra postula el fracaso de la persona y del
individuo en el contexto de una generalización sin sentido, no tiene asidero. Sí, yo creo, que el autor
universaliza y profundiza su cuestionamiento a un sistema capitalista salvaje
que agoniza. Los epígonos del imperialismo yanqui globalizado y sus amos están
en entredicho por su incapacidad para
darse un mundo en que reine la paz y la felicidad.
El poder es una fuerza que se deposita
esencialmente en el control de los bienes. Debe formularse y sustentarse en una
ideología. Si en el rostro del mundo globalizado actual reconocemos nuestro
drama colectivo, si vemos caos por
doquier: hambre, cesantía,
drogas, destrucción del medio ambiente, terrorismo- Afganistán, Irán, etc.-,
represión, violación de los Derechos Humanos, etc. Es que
las ideas impuestas a la sociedad no son las más eficaces, ni se
inspiran en un sentido real de
humanidad. Todo esto, George ORWELL lo
señaló con claridad meridiana en su
obra, más aún, nos dice que es necesario meditar a partir de unos códigos
innovadores. Invita a un cambio, porque
está comprobado por la ciencia y las leyes de la historia que las personas, los
seres humanos transforman la sociedad y ésta a su vez los transforma a ellos.
También descubrimos que en este circuito de mediaciones la
persona es la entidad esencial. Así, sí
la persona transforma con su acción a la
sociedad y luego ésta a ella, toda estas
modificaciones constituyen un producto humano, es decir, es el ser conciente el motor de toda
transformación. La sociedad es entonces una estructura de relaciones conformada
por un conjunto de personas. Lo utópico
es el ser colectivo, lo real es la persona. Solo la persona conciente provoca
cambios en la exterioridad. El desafío que propugna el mensaje de ORWELL y
ojalá se entendiera así: libera al individuo para que la sociedad se libere de todos
los estigmas que la acosan. Es la
persona, la que al separarse de la naturaleza se convierte en individuo y se
opone a su universalización privilegiando
el consumo, la pornografía, las drogas, etc. Este individuo no sabe porque
y para que vive. Confía en el
poder del dinero, de la riqueza y especialmente
en esta última que otorga poder. En la
base de toda estrategia política, ésta noción es la promotora de los
actos. Allí todo ideal se pragmatiza, se
convierte en táctica y cae bajo la presión
de las ambiciones de la envidia, de la trepa, de las ansias de poder, en
suma, del deseo de adquirir la preponderancia necesaria para nivelar la
ambigüedad de lo humano, esa tierra movediza en la que se está sin saber jamás
que es aquello que puede justificar
nuestra existencia consciente.
Que nadie se llame a engaño “1984” es una novela
ideológica. Hay una pareja central clave
para acercarse a los ideales
generales del ser humano que es posible descubrir en la obra. En estos
personajes los Derechos Humanos, la
dignidad y la libertad se muestran como sentimientos que no pueden ser
avasallados por la demencia del sheriff de turno del imperialismo yanqui
globalizado. El modelo de sociedad consumista enajenante de la globalización
del capital es represivo, opresivo, absolutista y totalitario en el que se anula todo vestigio de libertad
humana. La realidad más general y patética
de éste modelo de sociedad está regulada por una férrea burocracia política y
otra tecnócrata al servicio incondicional de los dueños del dinero, la
celestina universal. En un extremo “un tercer mundo”, rico en medios naturales, pero desvalido en
lo tecnológico y carente de voluntad y dignidad para exigir respeto por su
presente y futuro. El individuo consumista enajenado no es ya esclavo de la
naturaleza, lo es en cambio, del
inhumano e insolidario “mercado libre” del sistema capitalista salvaje que no
ha logrado cambiar el caos por la
felicidad humana. La verdadera desesperanza no nace ante la obstinada
adversidad, ni en el agotamiento de una
lucha desigual. Proviene de que no
se perciben más las razones para luchar
e incluso de que no se sepa si hay que
luchar. Sobrevive sin esperanza y muere sin dignidad.
Quiero dejar muy
en claro que mis reflexiones no se orientan sólo en la particularización
de una crítica al imperialismo yanqui globalizado, sino especialmente al
irracionalismo que envuelve al genero humano cuando cree estar en el nivel mas
alto de su evolución histórica. Entonces es el individuo consumista
enajenado, cobarde y oportunista el
impugnado, por su incapacidad esencial
para descubrir su ambigüedad y poder hacer de ella una nueva forma de
nacimiento. ¿Habrá un plazo antes del cual esa ambigüedad no puede disolverse? Puede que ese plazo no llegue a cumplirse y el individuo se pierda definitivamente en el infinito de
su negación irredimible. A esto nos está
conduciendo el sheriff del imperio
yanqui globalizado. Naciones Unidas
una marioneta al igual que la Organización de Estados Americanos con dos consejos supremos manejados a su amaño
por el sheriff: el Consejo de Seguridad y ahora el Consejo de Derechos
Humanos. Todo esto producto de la
cobardía y el oportunismo del individuo consumista y enajenado de una época
histérica, patética, llena de jactancias,
y atropellos a los derechos y
dignidad del ser humano.
Las personas y seres humanos con dignidad nos
sentiremos contentos si alcanzamos a crear consciencia sobre la imperiosa
necesidad de rescatar al ser humano, Naciones Unidas de las garras del
imperialismo yanqui globalizado. El
desafío es gigante, pero no hay otra oportunidad si queremos que las futuras
generaciones vivan en paz, en comunidades regidas por leyes que ellos mismos se den.
Prof. Dr. Moreno Peralta
Director
Cesal V.e Berlín
República Democrática Alemana / DDR
Berlín, Febrero 2006
Véase también en:
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