Luces del Lic. José Martí Pérez para el socialismo
Por: Luis Toledo Sande/cubarte/Cuba.-
Desde el
inicio de la reseña brota la diferencia de perspectivas entre Spencer y Martí,
quien afirma que aquel pensaba “a manera de ciudadano griego que contaba para
poco con la gente baja”. Y esto de “la gente baja” se comprende tanto mejor
según se aprecie que en la reseña, más que citar, el periodista parafrasea al
autor de la obra comentada, que ubica en contexto y linaje: “Todavía se
conserva empinada y como en ropas de lord la literatura inglesa; y este desdén
y señorío, que le dan originalidad y carácter, la privan, en cambio, de aquella
más deseable influencia universal a que por la profundidad de su pensamiento y
melodiosa forma tuviera derecho”. Y enseguida se siente la voz del maestro
Martí Pérez: “Quien no comulga en el altar de los seres humanos,
es justamente desconocido por ellos”.
No sugiere
que Spencer fallaba en todo; pero le reprueba su perspectiva aristocrática,
asociada al individualismo y al positivismo. En los límites de este último “la
ciencia, insecteando por lo concreto, no ve más que el detalle”, se lee en el
elogio que dos años antes había hecho Martí a la integradora espiritualidad del
pensador estadounidense Ralph Waldo Emerson. Sin embargo, cabe estimar que el
cubano compartía con el británico el deseo de que “el alivio de los pobres” no
se trocara en “fomento de los holgazanes”, solo que, entre las motivaciones por
las cuales el positivista escribió “La futura esclavitud”, estuvo su rechazo a
la construcción, por vía estatal, de viviendas para los menesterosos, rechazo
que Martí no compartía.
Spencer,
identificado con un evolucionismo que engullía los valiosos aportes de Charles
Darwin para ponerlos al servicio de los más fuertes económicamente en la
urdimbre de las clases sociales, temía a la burocracia, peligro presente en la
organización moderna de la sociedad, tanto más cuanto mayor sea la
centralización que la rija. Glosando esa parte del tratado spenceriano, el
maestro Martí Pérez comenta: “Con
cada nueva función, vendrá una nueva casta de funcionarios. Ya en Inglaterra,
como en casi todas partes, se gusta demasiado de ocupar puestos públicos,
tenidos como más distinguidos que cualesquiera otros, y en los cuales se logra
remuneración amplia, cierta y segura por un trabajo relativamente
escaso: con lo cual claro está que el nervio nacional se pierde”.
Por la
aceptación que enfatiza, y hasta por el tono, la conclusión que sigue a esas
palabras puede atribuirse al propio maestro Martí Pérez: “¡Mal va
un pueblo de gente oficinista!” La advertencia sigue siendo válida, dado el
peligro que revela; pero en otras circunstancias el trabajo de naturaleza
social, o contratado y remunerado estatalmente, puede verse en desventaja, y en
consiguiente desdoro, frente a los réditos de la iniciativa privada, llámesele
como se le llame, y más aún si ella se beneficia del autoritarismo y de hábitos
corruptos que, vertiendo sombras desde la administración estatal, pueden minar
el organismo de una nación.
Spencer, como
si se tratara de una realidad consumada, o en crecimiento, repudiaba la
burocracia y la consiguiente casta funcionaresca, de sesgo parasitario —germen
para la corrupción e impunidad, agréguese—, que él veía formarse o temía
que se formara en Inglaterra. Pero allí no se ensayaba en realidad algo que en
justicia pudiera llamarse socialismo, aunque, en el fondo, el célebre
positivista le temiera a ese “fantasma”. Impugnaba la intervención del Estado
—específicamente el que él conoció, nada socialista, sino capitalista,
cualesquiera que fuesen sus investiduras formales y la fase de su desarrollo—
en la administración de los recursos, y en la solución de problemas sociales
básicos.
Quienes han
estudiado con seriedad la reseña han visto en ella a Martí levantado frente, o
contra, “los fantasmas ideológicos” de Spencer, como ha hecho Rafael Almanza
Alonso. Martí discrepaba del liberal burgués, y no es fortuito que, al comentar
su texto, alabara al Henry George que por entonces predicaba en los Estados
Unidos “la justicia de que la tierra
pase a ser propiedad de la nación”, como bien de naturaleza pública.
Veamos,
señalados por Martí, algunos de los elementos que muestran la orientación de
Spencer: “El día en que el Estado se haga constructor, cree Spencer que, como
que los edificadores sacarán menos provecho de las casas, no fabricarán, y
vendrá a ser el fabricante único el Estado”. Ese argumento, declara sin rodeos
Martí, “aunque viene de arguyente formidable, no se tiene bien sobre sus pies”,
como tampoco este otro: “el día en que se convierta el Estado en dueño de los
ferrocarriles, usurpará todas las industrias relacionadas con estos, y se
entrará a rivalizar con toda la muchedumbre diversa de industriales”. Tal
“raciocinio, no menos que el otro, tambalea”, asegura Martí, quien expone el
porqué, con razonamiento que no es del caso interpretar ahora.
Spencer
repudia como socialismo una forma de capitalismo de Estado, al que no debe
parecerse más de lo inevitable ningún proyecto que aspire a abrirle caminos a
la realización de metas justicieras inalcanzables sin plena participación
popular. Y ese continúa siendo un reto, en primer lugar, para el socialismo,
que debe combinar ideales colectivos y vibraciones individuales, y no olvidar
que estatal no es necesariamente un sinónimo pleno de social.
“ Ser radical es ir a la raíz y ésta la constituye el ser humano”…
Martí afirma
que Spencer teme “el cúmulo de leyes adicionales, y cada vez más extensas, que
la regulación de las leyes anteriores de páuperos causa”. Para valorar lo que
ese criterio de Spencer merecería a los ojos de Martí, conviene tener presente
lo que este sostuvo en el artículo “A la raíz”, publicado en Patria el 26 de
agosto de 1893: “A la raíz va el ser
humano verdadero. Radical no es más que eso: el que va a las raíces. No se
llame radical quien no vea las cosas en su fondo. Ni hombre, quien no ayude a
la seguridad y dicha de los demás hombres”.
En 1884 situó
los temores de Spencer en un contexto donde “se quieren legislar las formas del
mal, y curarlo en sus manifestaciones; cuando en lo que hay que curarlo es en
su base, la cual está en el enlodamiento, agusanamiento y podredumbre en que sobreviven
las gentes marginadas por la miseria y la pobreza de las grandes
poblaciones”. El maestro Martí Pérez, con la vista puesta en el
bienestar común, sostiene que a salir de tal miseria, “con costo que no alejaría
por cierto del mercado a constructores de casas de más rico estilo, y sin los
riesgos que Spencer exagera”, podrían ayudar a los pobres “las casas limpias,
artísticas, luminosas y aireadas” que se debía tratar de facilitar por vía
estatal a los trabajadores, algo a lo cual se oponía Spencer.
El autor de
“La futura esclavitud” veía como un peligro la aspiración que Martí estimaba
justa, “por cuanto el espíritu humano tiene tendencia natural a la bondad y a
la cultura, y en presencia de lo alto, se alza, y en la de lo limpio, se
limpia. A más que, con dar casas baratas a los pobres, trátase solo de darles
habitaciones buenas por el mismo precio que hoy pagan por infectas casucas”.
La armazón
teórica construida por Spencer contra la democratización que él estimaba en
marcha, y nociva, sería —acota Martí— un edificio, “de veras tenebroso, y
semejante al de los peruanos antes de la conquista y al de la Galia cuando la
decadencia de Roma, en cuyas épocas todo lo recibía el ciudadano del Estado, en
compensación del trabajo que para el Estado hacía el ciudadano”. Una de las
tareas que acaso el espíritu justiciero tenga pendiente, aún hoy, consistiría
en estudiar hasta qué punto, además de imponerle desventajas tecnológicas y
aislamiento, los contextos donde el socialismo se ha intentado llevar a cabo lo
han contaminado con la herencia del llamado modo de producción asiático. El
socialismo emancipador, democrático y participativo que urge edificar, deberá
estar libre de todo cuanto —en pasado, presente o futuro— huela a comunidad
sometida, aunque sea mínima o remotamente.
José Carlos
Mariátegui, eminente marxista peruano, buscaba raíces culturales para el
socialismo —que debía ser, dijo, fruto de la creación heroica, no calco ni
copia— y veía una posible referencia para ese sistema en el comunitarismo
campesino del Perú incaico. Martí, por su parte, pensaba en un sentido de
participación popular que trasladó incluso, en plena campaña por la
independencia, a su proyecto de fundación de la República en Armas. Nada de
comunidad pasivamente resignada a decisiones venidas de las alturas. El 24 de
enero de 1880, ante compatriotas emigrados que se reunieron en el Steck Hall
neoyorquino, expuso con claridad meridiana su criterio de una verdad que “ignoran los déspotas”: “el pueblo, la mayoría
marginada, es el verdadero jefe de las revoluciones”.
Ese criterio
debe ubicarse en su creciente conocimiento del mundo, en lo cual lo favoreció
su forzada estancia de cerca de quince años en Nueva York, desde donde observó el devenir de los Estados Unidos y el del
planeta. Frente a quienes pretendían confundir al pueblo con el lumpen
desorientado o arrastrable, denunció —especialmente en su crónica “Un drama
terrible”, sobre los sucesos acaecidos en Chicago entre 1886 y 1887, que dieron
origen a la celebración internacional del Día de los Trabajadores— la violencia
con que en aquel país se castigaba a “los trabajadores” levantados para
reclamar sus derechos.
Con respecto
al linchamiento de obreros justificado con argucias legales, en la citada
crónica escribió que a la república, tornada de clases y cesárea —como dijo en
otras páginas— la amedrentaba “el deslinde próximo de la población nacional en
las dos clases de privilegiados y descontentos que agitan las sociedades
europeas”. Ante esa realidad, el sistema “determinó valerse por un convenio tácito
semejante a la complicidad, de un crimen nacido de sus propios delitos tanto
como del fanatismo de los criminales, para aterrar con el ejemplo de ellos, no
a la chusma adolorida que jamás podrá triunfar en un país de razón, sino a las
tremendas capas nacientes”.
Pero,
volviendo a Spencer, no está de más oír las “razones” del diablo. Aquel
señalaba un peligro que no se debe ignorar, y así lo tradujo Martí: “¿Cómo
vendrá a ser el socialismo, ni cómo este ha de ser una nueva esclavitud? Juzga
Spencer como victorias crecientes de la idea socialista, y concesiones débiles
de los buscadores de popularidad, esa nobilísima tendencia, precisamente para
hacer innecesario el socialismo [ese ‘socialismo’, habría que precisar], nacida
de todos los pensadores generosos que ven cómo el justo descontento de las
clases llanas les lleva a desear mejoras radicales y violentas, y no hallan más
modo natural de curar el daño de raíz que quitar motivo al descontento”. Al
exponer las aprensiones de Spencer, Martí intercala puntos de vista propios,
opuestos al evolucionista aristócrata: simpatía por “las clases llanas”,
identificación con “los pensadores generosos” que las han apoyado, solidaridad
con “el justo descontento” de aquellas.
Con la
brújula de su sentido ético denuncia que Spencer apunta “las consecuencias
posibles de la acumulación de funciones en el Estado, que vendrían a dar en esa
dolorosa y menguada esclavitud; pero no señala con igual energía, al echar en
cara a los páuperos su abandono e ignominia, los modos naturales de equilibrar
la riqueza pública dividida con tal inhumanidad en Inglaterra, que ha de
mantener naturalmente en ira, desconsuelo y desesperación a seres humanos que
se roen los puños de hambre en las mismas calles por donde pasean hoscos y
erguidos otros seres humanos que con las rentas de un año de sus propiedades
pueden cubrir a toda Inglaterra de guineas”.
Frente a eso,
Martí se yergue resueltamente más allá de lo tocante a construir viviendas para
menesterosos: “Nosotros diríamos a la política: ¡Yerra, pero consuela! Que el
que consuela, nunca yerra”. Ello recuera la ya aludida carta de mayo de 1894,
también escrita en Nueva York, y que parece responder a una motivación que
deberá tenerse presente al leerla: el ofrecimiento informativo, por parte de
Valdés Domínguez, sobre la celebración en Cuba, ese año, del Día de los
Trabajadores, a lo que se estaría refiriendo Martí cuando expresa: “Muy bueno,
pues, lo del 1° de Mayo.—Y aguardo tu relato, ansioso”. La confesa ansiedad
ratifica la coincidencia que, en cuanto a ideas, Martí le ha venido enfatizando
al amigo en la carta: “Una cosa te tengo que celebrar mucho, y es el cariño con
que tratas, y tu respeto del ser humano, a los cubanos que por ahí
buscan sinceramente, con este nombre o aquel, un poco más de orden cordial, y
de equilibrio indispensable, en la administración de las cosas de este mundo”.
A esas
palabras añade: “Por lo noble se ha de juzgar una aspiración: y no por esta o
aquella verruga que le ponga la pasión humana”. Y en lo que sigue parece asomar
el recuerdo de su crítica a Spencer: “Dos
peligros tiene la idea socialista, como tantas otras:—el de las lecturas
extranjerizas, confusas e incompletas:—y el de la soberbia y rabia disimulada
de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse,
para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”.
Además de
hablar de “la idea socialista” como en la reseña de “La futura esclavitud”,
hace recordar lo dicho allí acerca de “los buscadores de popularidad”. Son los
oportunistas, a los que no parece inmune ningún empeño justiciero, por muy
honrado que sea, como tampoco a las lecturas mal digeridas, que no son
responsabilidad de los textos, sino de quienes los asumen. Pero Martí, lector
voraz si los ha habido, no ponía texto alguno por encima de la vida, y esa
actitud fortaleció luminosamente su pensamiento.
Aunque sea de
modo somero, valdría recordar una generalización que hizo a partir de lo que
observaba en su entorno estadounidense, donde, muerto en 1883 Carlos Marx —a
quien entonces él dedicó un conocido obituario—, hasta Federico Engels señalaba
desde Europa flaquezas en la recepción de un real o supuesto marxismo por parte
de líderes de la agitación social. En crónica publicada el 20 de febrero de 1890 en La Nación bonaerense, escribió Martí: “Cada pueblo se cura conforme a su
naturaleza, que pide diversos grados de la medicina, según falte este u otro
factor en el mal, o medicina diferente. Ni Saint-Simon, ni Karl Marx, ni Marlo,
ni Bakunin. Las reformas que nos vengan al cuerpo”; y agregó: “Asimilarse lo
útil es tan juicioso, como insensato imitar a ciegas”.
A esas
advertencias, que siguen siendo válidas para el socialismo, se suman otras
implícitas en la carta a Valdés Domínguez. En una intervención pública, citada
aquí de memoria, un intelectual patriota y católico como Cintio Vitier
agradeció a Martí el llamamiento a resolver la necesidad de justicia “en la
administración de las cosas de este mundo”, único que conocemos y en el cual
podemos influir, precisó el autor de Martí en la hora actual. Fallaríamos ante
las urgencias de ese mundo, este, si nos atascáramos en discusiones sobre “el
otro”.
Pero no
saldrá sobrando decir que eso no invita a la disolución del pensamiento en un
relativismo irracional sin riberas, mudo ante manipulaciones dolosas de credos,
ni a olvidar un juicio como el que Martí expresó en carta del 26 de noviembre
de 1889 a su amigo Manuel Mercado, depositario de tanta confesión suya: “Va el
deber del artículo laborioso, y no el gusto de la carta, porque le quiero
escribir con sosiego, sobre mí y sobre La Edad de Oro, que ha salido de mis manos—a
pesar del amor con que la comencé, porque, por creencia o por miedo de
comercio, quería el editor que yo hablase del ‘temor de Dios’, y que el nombre
de Dios, y no la tolerancia y el espíritu divino, estuviera en todos los
artículos e historias. ¿Qué se ha de fundar así en tierras tan trabajadas por
la intransigencia religiosa como las nuestras? Ni ofender de propósito el credo
dominante, porque fuera abuso de confianza y falta de educación, ni propagar de
propósito un credo exclusivo”.
En el fracaso del socialismo real, estalinismo y de la socialdemocracia hay
mas comparaciones que diferencias…
Tras la
historia de errores, deficiencias y traiciones que echaron abajo al socialismo
que, tenido en Europa por real —sinónimo a la vez de verdadero y de monárquico—,
puso en quiebra, hasta llevarlas a la derrota, las dignas aspiraciones
socialistas originarias, adquieren renovado valor las luces aportadas por
Martí. Aunque no hayan faltado ni falten dignos afanes de lealtad teórica y
práctica al socialismo, ni replanteamientos creativos como el promovido en
nuestra América con el nombre de socialismo del siglo XXI, a veces parece haber
caído en descrédito hasta el término socialismo, con otros asociados a él.
La lucha de clase: “No hay socialismo marxista sin lucha de clases”…
Por ese
camino, aunque las clases sociales continúan existiendo como base de la
estructura de desigualdades e injusticias en el planeta, parecería que hubieran
desaparecido ya, si nos atenemos al silencio que el lenguaje contemporáneo tiende
sobre esa realidad, cuando la violencia revolucionaria está condenada como
terrorismo, criminalizada, la protesta juvenil e infantil considerada como
delincuencia, y la reaccionaria la represión policial militar está
de moda y se televisa como un espectáculo. ¿A quién conviene eso? ¿A quienes
sufren en carne propia las injusticias, o a quienes medran con ellas y procuran
impedir la lucha entre las clases para que las privilegiadas mantengan su
posición?
De asumir la
ambigüedad —uno de los términos caros a ciertos posmodernos— se pudiera hasta
considerar incontestable este veredicto: con las banderas del socialismo nada
bueno se ha hecho ni pudiera hacerse en el mundo. ¿No abundan, sin que tengamos
que ir demasiado lejos para saberlo, voces que propagan ese dictamen o lo
calzan de distintos modos? Tal vez no esté de más retener, por si acaso, hasta
como táctica para la sobrevivencia ideológica, el reclamo de defender la
justicia verdadera “con este nombre o aquel”, aunque tampoco se trate de echar
por la borda el vocablo socialismo y la historia vinculada con él.
Algo más,
entre otros elementos, cabe también valorar en la carta, y es la esperanza que
Martí expresa con respecto a Cuba ante lo que en otras latitudes han sido
peligros para “la idea socialista”: dice que “en nuestro pueblo no es tanto el
riesgo, como en sociedades más iracundas, y de menos claridad natural”. Como la
carta está escrita en los Estados Unidos, país donde Martí estuvo al tanto del
rumbo que seguían la violencia opresora y los voceros de la justicia social, se
podría pensar que solo a ese país concierne lo de “sociedades más iracundas, y
de menos claridad natural”. Pero la expansión del socialismo en Europa escasas
décadas después de escrita aquella carta, y la todavía hoy reciente debacle
socialista en ese continente, con conocidas consecuencias de todo tipo,
cruentas venganzas incluidas, ensanchan el alcance de las palabras de Martí, no
por gusto escritas en plural.
Con todo, lo
determinante para aquilatar tanto la carta al amigo entrañable como la reseña
sobre el texto de un autor lejano, estriba en la eticidad del activo dirigente
revolucionario, quien rotundamente le escribió a Valdés Domínguez en términos
que parecen retomar el final de la crítica a Spencer: “explicar será nuestro trabajo,
y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el caso es no comprometer la excelsa
justicia por los modos equivocados o excesivos de pedirla. Y siempre con la
justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no autorizan a las almas de
buena cuna a desertar de su defensa”.
Esa es,
objetivamente, aunque no fuera su intención, una luz cardinal que ofrece Martí
para los afanes de construir el socialismo, sistema que aún no se ha visto
realizado plenamente en ninguna comarca del planeta. Pero en su legado esa luz
se nutre de otras que también constituyen faros, empezando por la que él tuvo
como rectora de sus actos: la ética. Echar la suerte con los pobres de la
tierra, voluntad que le brotó del alma en sus Versos sencillos, no fue para él
una hipócrita declaración, como lo era, lo es, en quienes oportunistamente
buscaban o buscan popularidad, “hombros en que alzarse”.
La expresión
de su voluntad encarnó en una conducta cumplida. No cultivó la miseria ni la
consideró una aspiración que valiese la pena; pero cabe decir que optó por ser
pobre, y vivió austeramente, entregado a la lucha que preparó y en la cual cayó
combatiendo. Tenía derecho moral para reaccionar ante lo que le pareciera ajeno
a esa conducta, aunque lo detectara en un héroe extraordinario dispuesto
igualmente a morir y admirado por él, pero cuya silla de montar en campaña veía
adornada con estrellas de plata.
Algún
personajillo carente de elegancia habrá intentado, gusaneando por la abyección
propia, burlarse, con efecto bumerán, de honrados estudiosos que —como José
Cantón Navarro o Paul Estrade— han esclarecido la relación de Martí con los
trabajadores. Pero él vio en ellos “el arca de nuestra alianza”, y quiso que en
su seno tuviera la fragua fundacional el Partido Revolucionario Cubano. No es
un hecho aislado esta previsión: “Volverá a haber, en Cuba y en Puerto Rico, seres
humanos que mueran puramente, sin mancha de interés, en la defensa del
derecho de los demás seres humanos”. Lo afirmó en “¡Vengo a darte
patria!”, artículo publicado el mismo día, 14 de marzo de 1893, y en el mismo
rotativo, Patria, en que apareció “Pobres y ricos”, otro de sus textos
relevantes para el tema.
El sentido de
aquella declaración la explican en profundidad los orgánicos nexos implícitos
entre ella y la que hizo pública el 24 de octubre de 1894, en Patria
igualmente, en un artículo cuyo título, “Los pobres de la tierra”, remite por
derecho a Versos sencillos. En el periódico expresa: “En un día no se hacen
repúblicas; ni ha de lograr Cuba, con las simples batallas de la independencia,
la victoria a que, en sus continuas renovaciones, y lucha perpetua entre el
desinterés y la codicia y entre la libertad y la soberbia, no ha llegado aún,
en la faz toda del mundo, el género humano”.
Menos de seis
meses después se incorporó a la guerra que había preparado, y en la cual se dio
a organizar lo que en sus palabras y en su afán consciente debía ser la
“Asamblea de Delegados de todo el pueblo cubano visible, para elegir el
gobierno adecuado a las condiciones nacientes y expansivas de la revolución”.
Sería una reunión de representantes, lo dijo también, de “las masas cubanas
alzadas”, no un foro de enviados de los jefes. Y el gobierno, a la vez que
respetar las necesidades y exigencias de la lucha armada, debía tener el funcionamiento
y el espíritu republicanos que sirvieran de garantía para la república que se
fundara en la paz.
De 1884, el
mismo año en que escribió el primero de los textos que han dado base a las
presentes cuartillas, es la carta, fechada 20 de octubre, en la que le expresó
a Máximo Gómez: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento”.
Sus ideas sobre la República en Armas y la que debía amasarse desde entonces
para el futuro, muestran asimismo su comprensión de que un campamento y un
pueblo tampoco se dirigen de igual modo. Su muerte en combate, y luego la
intervención, que él había querido impedir, de los Estados Unidos, frustraron
la revolución que él concibió y que, debido a esas trágicas circunstancias —y
al papel de celestinos con que apoyaron al colonialismo español y al imperio
estadounidense en ascenso los “prohombres” antipueblo a quienes refutó en su
carta póstuma a Manuel Mercado— quedó pospuesta, para decirlo con un título
feliz de Ramón de Armas.
Frustrados,
derrotados, traicionados o sometidos a obstáculos tremendos —y también, por
tanto, pospuestos— se han visto en el mundo históricamente los más sembradores
afanes de justicia, que, llámense “con este nombre o aquel”, han braceado en lo
que el propio Martí denominó “lucha perpetua entre el desinterés y la codicia y
entre la libertad y la soberbia”. Pero ante esa realidad únicamente son dignos
de imitar ejemplos como el de los cristianos honrados y tenaces a quienes los
siglos, numerosos, en que la prédica de Jesús ha sido negada y burlada
—incluso, o sobre todo, por muchos investidos de jerarquía y autoridad para
representarla y defenderla— no los han hecho desertar de las ideas justicieras
del cristianismo originario libertario. Su persistencia es aliento para
todos los afanados en la búsqueda de la equidad y la emancipación sociales,
cualesquiera que sean sus credos, incluyendo a quienes califican como no
creyentes pero también creen en ideas terrenales que sería criminal abandonar.
En ese camino
se inscriben las luces del maestro Martí Pérez para/por el
socialismo, y en una verdad que brota de ellas mismas y permea otras. No es
cuestión de citar desgajadamente sus textos, ni de buscar en qué medida nos
parecemos a él, afán en el que pudiéramos acabar culpándolo de nuestros
errores. Sería necesario, y acaso hasta más fértil, valorar en qué podría
impugnarnos, aunque vivamos otros tiempos. En carta del 11 de abril de 1895 a
Bernarda Toro, la compañera de Máximo Gómez, escribió: “El mundo marca, y no se
puede ir, ni hombre ni mujer, contra la marca que nos pone el mundo”. Pero
encarnó la voluntad de no resignarse ante los hechos incompatibles con la
justicia, aunque se tratara de nada menos que del surgimiento de una potencia
imperialista arrasadora.
Sería
fallido, y del todo innecesario, inventar un Martí socialista; pero también lo
sería inventar el Martí antisocialista que no fue, de lo cual dan prueba sus
propias palabras, digan lo que digan ciertos olimpos de pisapapel empeñados en
torcerlas para esgrimirlas como arma contra el socialismo. A raíz del desguace
del campo socialista europeo, y en medio de las vicisitudes que ese hecho
generó para Cuba, se volvió una especie de moda distribuir en impresiones
artesanales o ligeras, como texto “clandestino”, la reseña de Martí sobre “La
futura esclavitud”, aunque tal vez no haya en sus Obras completas, donde ha
ocupado y ocupa el lugar que le corresponde, otro texto que de manera tan
sugerente y a la vez directa le sea útil al socialismo.
Alguna vez,
al calor de responsabilidades profesionales, el autor de estos apuntes planeó
formar, con el título Los pobres de la tierra, un cuaderno de páginas de Martí
entre las cuales sobresaldrían la reseña de “La futura esclavitud” y la citada
carta a Valdés Domínguez, junto a otros escritos, algunos ya recordados, como
el que le daría nombre al volumen. Las circunstancias mágicamente denominadas
período especial impidieron la realización de ese proyecto, que valdría la
pena, o la alegría, retomar.
Más allá de
puntillas textuales, hay una verdad que convoca: en sus circunstancias, el
proyecto de liberación nacional de Martí no era ni podía ni tenía por qué ser
de carácter socialista; pero un proyecto socialista legítimo, especialmente en
Cuba o en nuestra América, núcleos de sus meditaciones y destinatarias de sus
actos, está llamado a ser martiano, o no sería socialismo. De ahí, en el siglo
XIX, el acierto de activistas obreros que lo siguieron, como José Dolores Poyo,
a quien en carta del 16 de noviembre de 1889 le escribió: “El corazón se me va
a un trabajador como a un hermano”, o el marxista Carlos Baliño y el socialista
Diego Vicente Tejera, amigos personales y colaboradores suyos los tres en el
Partido Revolucionario Cubano.
No habrá
justicia verdadera, ni política plenamente honrada y popular —sinceramente
democrática, parafraseando una aspiración que él plasmó en las Bases de aquel
sembrador Partido—, sin la consistencia ética de quien echó de veras su suerte
con los pobres de la tierra. Siempre vendrá bien recordarlo, y de manera
especial cuando están de marea alta el pragmatismo y criterios como que el
igualitarismo es inviable. Ciertamente no debe confundirse con la justa
igualdad; pero, aun así, antes de echarlo por la borda y olvidarse de él y, al
paso, de la igualdad misma, habría que ver si el igualitarismo ha sido
plenamente aplicado en algún lugar del mundo. En todo caso, está en pie lo
expresado por Martí en un apunte que se lee entre los Fragmentos de sus Obras
completas. Refutando mistificaciones dirigidas, vía racista, a fundamentar la
desigualdad entre los seres humanos, sostuvo esta generalización: “se va, por
la ciencia verdadera, a la equidad humana: mientras que lo otro es ir, por la
ciencia superficial, a la justificación de la desigualdad, que en el gobierno
de los infaustos es la de la tiranía”.
Lo subrayado e interpolado es nuestro
El socialismo marxista revolucionario la Razón Rebelde del Ser Humano como Derecho Natural.
Prof. Moreno
Peralta/IWA. ADDHEE.ONG/Codeh-Codes Chile/Berlín/DDR.
5/5/1977.
Prolegómenos:
Réquiem para “la izquierda
latinoamericana”, el partido comunista y el partido socialista transmutados “centro”:
el mundo cambio y nosotros nos adaptamos. ¡Hijos de Bizancio “el centro” no
existe!.
Después de la caída del sistema stalinista soviético, “comunista”, para los zafios epígonos del sistema capitalista salvaje: según la ciencia marxista, el comunismo corresponde a la etapa superior de la sociedad sin clases…
- El “centro” no existe, constituye una aberración científica, un error epistemológico para el Prof. Dr. Joseph Stiglitz, “Se gobierna para un país, pero la gente sobrevive en otro”…
Estimados amigos asociados:
Mis estudiantes alemanes y
latinoamericanos antes de la conferencia se me pidió, una vez más, aclarar mi
reconocimiento como maestro del Lic. José Martí Pérez, cuando en el sistema
capitalista salvaje, el concepto maestro es una generalización, un prejuicio
determinista. Precise que, para la profesora Gabriela Mistral, el maestro(a) es
el formador(a) del ser humano en general,
y de su conciencia social en particular. Yo soy discípula de maestro
Libertario Bolivariano José Martí Pérez”. Lo reitero varias veces la genial
premio nobel de literatura.
Para el Dr. Karl Marx – tesis de
doctorados en filosofía aprobada con la más alta evaluación académica/1841,
sobre la “Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en
Epicuro”. El genio universal reconoce en Epicuro el haber salvado, en contra
del determinismo de Demócrito la posibilidad de la Libertad necesaria a la acción,
pero le reprochaba el haber opuesto la libertad
a la necesidad sin advertir su relación dialéctica. El problema de la
libertad como lo demuestra el Dr. Marx, no puede resolverse sin profundizar en
esa relación dialéctica entre la necesidad y la libertad, es decir, más
concretamente, en las relaciones entre la persona y el mundo, en vez de
considerarla en su aislamiento y su autonomía abstracta.
La ciencia y
la filosofía marxista y el fracaso rotundo del sistema capitalista salvaje por destruirlas.
El
amor de su esposa Jenny/su asistente - escribió todos los manuscritos del Dr.
Marx -, y la amistad de Frederick Engels, permitieron al genio universal, realizar
su obra y cumplirla, aun después de su muerte física, porque cuando murió
físicamente en Londres el 14 de Marzo de 1883, su amigo Engels renuncio a todos
sus trabajos personales y dedico el resto de su vida a publicar las obras/el
legado del gran maestro de la Clase Trabajadora. La obra tuvo un destino
prodigioso, después de haber aportado a la filosofía una renovación más
profunda que se haya conocido desde que nació el pensamiento racional. El Dr.
Marx fundo la economía política científica, elaboro la metodología de la
historia y de todas las ciencia, al dotar a la Clase Trabajadora con la ciencia
de la transformación del mundo, al enseñarles el arte de vencer en su lucha de
clases, se convirtió desde más de un siglo en el gran maestro viviente del
Movimiento Social Popular, Revolucionario y su vanguardia la Clase Trabajadora
y la juventud.
El Dr. Karl Marx y la lucha de clases: “la
historia de todas las sociedades que han
existido hasta nuestro días, es la historia de la lucha de clases. Hombres
libres y esclavos, opresores y oprimidos se han enfrentado siempre. Han
mantenido una lucha constante velada unas veces y otras franca y abierta, lucha
que termino siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o
el hundimiento de las clases beligerantes”.
Las
luchas de Jenny, del Dr. Marx y de Engels contra los jóvenes hegelianos, proudhonianos,
contra Bakunin, contra el positivismo de Dühring 1840-1890, condujeron
a la victoria del marxismo en el movimiento obrero. Pero a fines de siglo se
desarrolla dentro del propio marxismo una corriente anti marxista, un cáncer el
revisionismo denominado socialdemocracia encabezado por Eduard Bernstein
1850-1932. Ente individuo se oponía a los cambios sociales radicales. Su
reformismo, oportunista, pragmático contemporizador, sostiene que el sistema
capitalista puede irse mejorando poco a poco, una evolución pacífica gradual
del capitalismo. El reformismo socialdemócrata un atajo sin salida, la antesala
de la traición, ayer como hoy, su conducta oportunista desprecia la teoría y
los principios, los social demócratas caminan mirándose el ombligo sin intentar
jamás levantar la vista, abarcando un horizonte más amplio que del día a día…
El
Dr. Marx es el heredero del Humanismo Revolucionario Prometeico del Movimiento
Social Popular Revolucionario del Pueblo Francés/1789 traicionado por la clase
burguesa liberal, testaferra de los dueños de la Celestina Universal. También
es considerado como el heredero de la concepción de la sociedad como
organismo/comunidad del trabajo creador del ser humano. Al descubrir en la Clase
Trabajadora a la heredera y portadora de toda la civilización humana al
descubrir las raíces de la enajenación fundamental del trabajo creador del ser
humano, al descubrir por último, mediante el estudio científico del desarrollo
de la ciencias, las leyes de la dialéctica de la superación histórica de las
enajenaciones mediante la lucha de clase, el Dr. Marx plantea los fundamentos
de una filosofía que expresa el Movimiento de toda una época histórica. Esta
comienza con la lucha contra el sistema capitalista y prosigue con la
construcción del socialismo marxista, con su etapa superior, la sociedad sin
clase, el comunismo…
La idea dominante del Dr. Marx
permanece constante desde sus primeras obras hasta sus últimas luchas, “luchar
es vivir”. Es la clave de su filosofía, de su economía, y de su política, hacer
de cada persona un ser humano, es decir, un creador. Esta facultad creadora del ser
humano la exigía el joven Marx, heredero cercano aun a Hegel y de Fichte contra
todas las formas de la enajenación.
La
creación es lo contrario de la enajenación. La enajenación es un síndrome que,
quien lo padece no es consciente de él.
Cuando
el análisis científico, a la vez que económico e histórico, le permite al Dr.
Marx resolver la enajenación en sus formas concretas: explotación y opresión de
clases y descubrir el verdadero método para superarla: la lucha de clases, cuando su socialismo marxista no descansa ya
solo en un fundamento filosófico sino antes que nada en un fundamento
científico. La realidad histórica de las clases y de su lucha, ese profundo
humanismo, permanecerá y se afirmara todavía más ya no como una exigencia filosofía
o moral cercana aun a la utopía – entiéndase por tal, el desafío que se opone
al realismo moderno. Ella se alcanza con el cambio revolucionario que trae la Justica
Social -, sino como la ley objetiva el desarrollo de las luchas de la clase
trabajadora que supera y destruye las enajenaciones creadas por los régimen
reaccionarios de clase, y da a cada persona la posibilidad de ser, un ser
humano un creador, capaz de sentir la injusticia ajena como propia. Esta
profunda reflexión sobre el acto recreador del ser humano mediante la cual el
Dr. Marx puso “de pie” en una perspectiva concreta, histórica y materialista,
la filosofía, la enseñanza de Fichte, al hacer de la practica como según Fichte
pero desmitificada la fuente y el criterio de toda verdad y todo valor. El
genio universal el Dr. Marx no solo realizo la revolución más radical –
entiéndase por radical, “ser radical es ir a la raíz y esta la constituye el
ser humano”-, en la filosofía y la arraigo en la tierra de las gentes, sino que
abrió las nuevas perspectivas de transformación ilimitada de la naturaleza, de
la sociedad y la persona en su entraña más profunda. El marxismo lejos de retrotraernos
a una etapa precritica de la filosofía culmina el movimiento fundamental de la
filosofía moderna desde Descartes que alcanza con la crítica de Kant la plena
conciencia de sí misma: la persona no
puede comprender sino lo que ha hecha. Fichte condujo a su ultimo terminó
al exigencia primordial del racionalismo moderno, rechazando la afirmación
dogmatica del “hecho dado” y lo sitúa en el punto de partida de su reflexión,
no como un hecho, sino un acto, esto le permite al marxismo escapar a todo dogmatismo,
es el haber dado mediante una inmersión y una desmitificación de la concepción
fichteana una significación concreta, histórica y materialista a la primacía de
la practica.
En
el marco de la lucha las exigencias primordiales por la emancipación social del
ser humano condujeron al Dr. Marx a desarrollar plenamente en sus obras
maestras: El Manifiesto Comunista, El Capital, en sus obras históricas
como: El 18 Brumario de Luis Bonaparte,
lo que constituye su aportación decisiva: una
metodología de la iniciativa histórica.
El
Dr. Karl Marx no nos ha legado un sistema de leyes, sino el arte
dialectico para descubrirlas y para
fundar en su conocimiento nuestra acción creadora.
Como colofón, en talleres, seminarios, conferencias en la que he participado he podido comprender en su totalidad las gigantescas metamorfosis de nuestro mundo y de nuestro tiempo: desde el punto de vista científico hace desaparecer todo limite al libre desenvolvimiento de la investigación, su materialismo exigente al imponernos constantemente la referencia a una realidad exterior a nuestro pensamiento, que implica una actitud permanente de apertura y de acogida, una incesante ruptura con la especulación, con el dogmatismo y los sistemas cerrados, ese materialismo exigente recuerda a la dialéctica que no se trata solo de los conceptos, sino de una realidad inagotable móvil que al concepto mas allá de sí mismo, de una dialéctica interminable de la practica y la creación humana en contacto con un mundo que hay que transformar.
- Desde el punto de vista estético abre a la creación artística una perspectiva ilimitada pues no define el arte solo como un modo de conocer sino principalmente como un modo de hacer y lo define al realismo como la copia de la realidad aparente, sino como la captación de las leyes profundas del desarrollo y la participación en la creación de una realidad en devenir y de una persona que se está haciendo…
- Desde el punto de vista moral se opone a la ética de la revelación o de la tradición basada en mandamiento eternos y de ideales inmutables, así como a la sofistica del individualismo y a las libertades confundidas con la arbitrariedad y la limosna una concepción histórica de la persona que elabora, destruye, integra, y supera las normas de su acción y se define únicamente por el movimiento de esa creación continua: el marxismo no es solo una filosofía de nuestro tiempo, es su sentido…
- Concluimos que el marxismo como filosofía, como economía, como política, como concepción del mundo de sus perspectivas futuras y de sus esperanzas, ha penetrado en el cerebro y en el corazón de millones de mujeres y de hombres, en la mente y en el corazón mismo de aquellos que fueron esclavos o siervos en otra época, aquellos para quienes el trabajo explotador/embrutecedor tuvo hasta entonces semblante de destino para quienes se le había negado el derecho a pensar.
- El pensamiento en el legado del Dr. Marx se convierte en la conciencia de los Movimientos Sociales Populares Revolucionarios, de los Pueblos que luchan por su liberación, por su libertad, su dignidad y la Justicia Social. Sus vanguardias la Clase Trabajadora y la juventud aprendieron de su primer maestro la enseñanza de que la ley del desarrollo histórico en nuestra época. Les ha ayudado a adquirir conciencia del sentido de sus vidas, del futuro que lleva en sí y en su responsabilidad hacia ese futuro, valga la redundancia, lanza un desafío militante a los que pretenden negar el sentido de nuestra vida y de nuestra historia.
- Por asumir consecuentemente el legado del genio universal, el Dr. Karl Marx,- los filosofo no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, cuando de lo que se trata es de transformarlo, “el poder político es simplemente es el poder organizado de una clase para oprimir a otra”- fueron y han sido brutalmente perseguidos, frivolizados, asesinados, desaparecidos, etc.
- Para Seres humanos talentosos, honestos y consecuentes con sus ideas como la Dr. Rosa Luxemburgo, sin lugar a dudas a mente más genial entre los herederos científicos del Dr. Marx y de Friedrich Engels, “la hegemonía socialista se construye desde dentro de los Movimientos Sociales Populares Revoluciones”. Ella pone énfasis en que la conciencia de clases es fruto de una experiencia de vida de valores sentidos y de una tradición de lucha. Para Lenin el énfasis lo pone en el partido revolucionario.
- La Dr. Luxemburgo insiste en que el Movimiento Social Popular Revolucionario no necesita del partido, pero si el partido del movimiento, rechazaba la idea de que el partido tenía que estarse mirando su propio ombligo o predicar desde fuera del Movimiento Social Popular Revolucionario.
- Fundadora junto con Clara Zetkin del movimiento feminista socialista marxista europeo, se negó a dejarse estereotipar por la social democracia alemana para quienes “La cuestión femenina” era un asunto de segunda importancia. La persecución y la frivolidad de la social democracia contra la Dra. Luxemburgo llego a un momento de quiebre total cuando ella exigió el sufragio femenino para que mujer y hombre lucharan en contra del sistema capitalista explotador, enajenador de ambos.
- Su vida, es decir, su lucha fue apasionante rompió todos los moldes burgueses. Se reveló confiando en su propia personalidad, entrego lo mejor de su energías y talento creador a la noble y justa causa de la Clase Trabajadora de la mujer, de la juventud, de los sin voz ni justicia, los marginados/enajenados. Acentúa que la historia humana tiene un final abierto, no determinado. El futuro solo puede ser resuelto por el resultado de la lucha de clases. Precisaba que podemos ir hacia una sociedad desalineada a escala humana, con una convivencia mas humana con el sistema socialista marxista o podemos continuar hundiéndonos en la barbarie del sistema capitalista, que hoy tiene absoluta actualidad. Un dilema histórico aun no resulto.
- El cobarde asesinato de la Dr. Rosa Luxemburgo, un acto de barbarie de responsabilidad criminal y política del régimen social demócrata alemán.
- Para la memoria histórica de la Clase Trabajadora y de la juventud, el pensamiento socialista marxista, de la Dra. Luxemburgo su ética/moral revolucionaria, y su indoblegable ejemplo de vida, es decir, de lucha, continúan vivas entrañablemente vivas. En el puente donde sus asesinos arrojaron su cuerpo al agua siguen a apreciando diariamente flores rojas señal que las nuevas generación no la olvidan y que ella está hoy más presente que nunca.
- La Dr. Rosa Luxemburgo y la nueva aurora del Movimiento Social Popular Revolucionario, pasa porque las vanguardias de éste, la Clase Trabajadora y la juventud marchen juntas bajo las banderas del socialismo marxista, convirtiendo el socialismo en una realidad de vida y destruir desde su raíces el sistema capitalista. Asumir este desafío nos coloca en el mismo terreno que ocuparon el Dr. Karl Marx Y Friederick Engeln en 1848, y los principios que ellos jamás traicionaron. No debemos pensar que cuando realicemos la revolución en el marco de la ciencia y la filosofa marxista, bastara con derrocar el régimen reaccionario capitalista y poner otro. Hay un solo camino hacia la victoria del Movimiento Social Popular Revolucionario, el control del poder político. Se debe aprender a ejercerlo. ¿Cómo? Ejerciéndolo, así construiremos la sociedad socialista sin clases, “donde seamos socialmente iguales, igualmente diferentes y totalmente libres”, eso lo reiteraba permanente la Dra. Rosa Luxemburgo.
El socialismo marxista y la
ilusión de “Los cambios graduales”…
Desde
fines del siglo XIX hasta nuestro días, periódicamente surgen ilusiones y
fantasías por parte de la clase burguesa politicastra/castrense corrupta y su
política bajuna para que nada cambie impuesta desde los medio mediáticos de (in)comunicación
globalizados que controlan la clase oligarca empresarial/financiera- bancaria
agiotista, agrícola monopolista desde el Club Bilderberg, se pretende
ingenuamente reformar el sistema capitalista y su voraz avidez por las
ganancias: victimas la Clase Trabajadora, la juventud y las riquezas naturales
de nuestro desgraciado planeta: las riquezas naturales de sus pueblos
depredadas y las arcas fiscales saqueadas.
En
el siglo XXI los Movimiento Sociales Populares Revolucionarios con coraje,
dignidad y luchan, despiertan, levantan las banderas del sistema socialismo
marxista, exigen el fin de la tiranía
del sistema capitalista salvaje la más despótica perversa desalmada e inmoral
que controlan e imponen desde el Club Bilderberg los plutócrata empresarios
dueños de la Celestina Universal a través del régimen de turno de Estados
Unidos. Como no los han podido destruir, los han frivolizado motejándolos de
“estallidos” o “revueltas”.
En
el contexto de la catástrofe, económica, política y moral que sobrevive el
sistema capitalista salvaje hoy esperan salvarlo con un nuevo orden mundial.
Europa es invadida por migrantes de África y “del tercer mundo” el patio
trasero latinoamericano millones de marginados hastiados, asqueados con la
política bajuna del los regímenes burgueses y su dictadura a través de la tele
basura/internet, invaden la arcadia de la felicidad yanqui, Estados Unidos:
¿Qué hacer?. El régimen monárquico franquista de la España profunda que presidirá
el próximo año 2023 la Comunidad Europea le propuso al régimen yanqui de turno
y a través este al club de Bilderberg, una nueva colonización de América Latina,
para esto se unirán sus representantes de la Comunidad Europea y el CELAC Para
ultimar detalles. ¿y los Pueblos Latinoamericanos? No cuentan para nada.
La
hora de nuestra América Latina ha llegado, pero sin las clases oligarca
empresarial, financiera-bancarias-agiotistas, agrícola monopolista y su
testaferra la clase politicastra/castrense corrupta. La decadencia de
occidente, Estado Unidos y la Comunidad Europea, es un hecho trascendente: los Movimiento
Sociales Populares Revolucionarios y sus vanguardias la Clase Trabajadora y la
juventud tienen conciencia de ello y no volverán a ser engañados y están
dispuesto a afrontar el gran desafío la construcción de la Patria Continente
América Latina y el Caribe una realidad/convergencia heterogenia. Esta
posibilidad histórica merece convertirse en realidad común, pues son
comunes a todos los Pueblos Latinoamericanos
las esperanzas de progreso y los peligros de vasallaje.
Con
esperanza y memoria, que las fuerza politicastras/castrenses corruptas,
inmorales apátridas, del pasado y presente, no podrán impedir que los Pueblos
latinoamericanos hagan su historia
4/11/2023
Prof.
Moreno Peralta/IWA
Secretario
Ejecutivo ADDHEE.ONG
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