El conflicto en Ucrania como expresión del cambio de época.
Escritor, analista internacional/ADDHEE.ONG:
Durante mi reciente visita a Argentina y Uruguay, las
instituciones auspiciantes de mi viaje organizaron una gira en la que hubo 14
presentaciones del libro “La OTAN contra el mundo” que escribimos junto a Jorge
Elbaum. Así mismo, se realizaron 7 charlas y conferencias sobre el tema. En no
pocas de ellas, los asistentes reiteraron la consulta acerca de por qué el
libro tiene el subtítulo que ahora uso en este artículo: “El conflicto en
Ucrania como expresión del cambio de época”, y pedían que se abundara sobre el
asunto.
Precisamente, para Jorge y para mí, fue prioritario
dar a conocer en el libro algunos apuntes que explicaban porque habíamos
llegado a la conclusión de que más allá de los resultados que se obtuvieran del
desarrollo bélico del conflicto, en realidad lo más trascendente era que la
principal consecuencia de éste era la verificación del inicio de aquel cambio
de época del que hablara el expresidente ecuatoriano Rafael Correa hace unos
años atrás.
De la misma manera, asumimos que esta consecuencia era
la que le daba carácter global a la confrontación, toda vez que sus secuelas
iban a impactar en todo el planeta. Así, el trance era mucho más que un
enfrentamiento de Ucrania contra Rusia e incluso de Estados Unidos y la OTAN
contra Rusia.
En este sentido, a diferencia de la segunda guerra
mundial cuando Estados Unidos esperó hasta el final por una debacle de la Unión
Soviética frente al ejército nazi antes de irrumpir a mediados de 1944 cuando
era indiscutible y categórico el resultado final del conflicto tras la victoria
soviética en Stalingrado en febrero de 1943, ahora el “nuevo Desembarco de
Normandía” expresado como apoyo al golpe de Estado en Ucrania en 2014, fue el
detonador de una guerra de expansión que ya dura 8 años.
En el transcurso, Estados Unidos no sólo apoyó el
exterminio de la población ruso parlante del este de Ucrania, sino que cooperó
en el descabezamiento de las fuerzas armadas de ese país para transformarla en
un órgano de ejecución bajo mandato de las organizaciones nazis que, con el
apoyo del gobierno de ese país, comenzaron la “otanización” de ese componente
armado para convertirlo en un ariete de la expansión de la OTAN, estructura
militar terrorista que amenaza a toda la humanidad.
La obligada respuesta rusa en salvaguarda de la
integridad física de los habitantes de los territorios oprimidos agregó además
como objetivos la desnazificación y la desmilitarización de Ucrania, emulando
de esa manera los objetivos acordados por las potencias triunfantes en la
segunda guerra mundial respecto de Alemania, cuando se reunieron en la ciudad
alemana de Potsdam entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945.
Al finalizar el evento, el presidente de Estados
Unidos se apresuró en regresar a Washington para -tan solo 4 días después-
ordenar el lanzamiento de una bomba atómica en la inerte ciudad de Hiroshima
cuando ya Japón se había rendido. De esa manera, subordinó -por vía del hecho
más horrible acontecido en la historia de la humanidad- al imperio japonés
rendido y desarmado, que hasta hoy ha permanecido acoplado al dispositivo
militar y político de Estados Unidos.
Con Europa, Estados Unidos fue más sutil: recurrió a
la compra de las voluntades de las élites europeas creando para ello el llamado
Plan Marshall, instrumento más susceptible que la bomba atómica para ser
divulgado por Hollywood como expresión de los “valores cooperativos”
estadounidenses. Pero la finalidad fue la misma, así Europa se transformó en
herramienta útil del afán de Washington por dominar el mundo.
El sistema que se comenzó a configurar después de la
derrota nazi en Stalingrado, y que se acordó en las conferencias cumbres de
Teherán (1943), Yalta, Unión Soviética y Potsdam (1945) tuvo el sello de la
impronta estadounidense a partir de Hiroshima y Nagasaki. La arquitectura
financiera del mundo de la posguerra se acordó en Dumbarton Oaks, Estados
Unidos en el verano de 1944 mientras que el sistema político vio luz en San
Francisco, también en Estados Unidos en octubre de 1945.
Este es el mundo que se está derrumbando ahora porque
no ha sido capaz de garantizar paz, equidad ni justicia para todos los pueblos
del planeta. Al contrario, ha sido incapaz de evitar que todavía haya 2.800
millones de pobres, el 35% de la población mundial, al mismo tiempo que 2.200
millones de ciudadanos (27,8%) no tienen acceso al agua y 1.800 millones
(22,7%) que carecen de vivienda. Todo ello en un mundo que gasta anualmente
2,11 billones de dólares en armas, de los cuales 46,4% corresponde a Estados
Unidos.
Tales recursos sobrarían para solucionar esas tres
lacras existenciales de la humanidad (carencia de alimentación, agua y vivienda) que sin embargo fueron consagradas como
derechos en la Carta de la ONU. Ni siquiera fue posible coordinar esfuerzos
para combatir la pandemia de Covid19, un enemigo unificado que afectó y atacó a
toda la humanidad. Primaron los intereses capitalistas de lucro, ganancia y
riqueza como valor absoluto, incluso superior a la salvaguarda de la propia
vida humana. Un sistema de estas características no debe seguir existiendo,
debe ser suprimido y superado.
Desde hace cinco siglos, el Océano Atlántico y en
particular Europa ha sido el espacio donde se ha concentrado el poder mundial.
La irrupción de Estados Unidos como potencia con vocación imperialista a
finales del siglo XIX comenzó a redimensionar este dominio. En las dos orillas
del Atlántico Norte se estableció el lugar donde se tomaban las decisiones.
Ello quedó definitivamente constituido tras la compra de Europa por Estados
Unidos como se dijo antes.
Pero a diferencia de los ámbitos político y económico
en los que pareció haberse llegado a un consenso en la posguerra, en el militar
y de seguridad no lo hubo por lo que Estados Unidos creó la Organización del
Atlántico Norte (OTAN) en 1949 que significó la ocupación militar de Europa por
vía pacífica y la obligación de los países del Viejo Continente de pagarle a
Washington para que fuera éste quien le diera seguridad. En los hechos, Europa
se transformó en un continente ocupado por las Fuerzas Armadas de Estados
Unidos. Así permanece hasta hoy.
Pero tras la desaparición de la Unión Soviética,
Estados Unidos -y su instrumento la OTAN- no detuvo sus ímpetus de dominio
mundial y comenzó a expandirse primero hacia el este de Europa y más
recientemente al Asia Pacífico y América Latina usando para ello el territorio
colombiano, tras la debacle que significó para Washington el fin del control de
la Zona del Canal de Panamá y el desmantelamiento del Comando Sur en esa área
en cumplimiento de los acuerdos Torrijos-Carter que lo obligó a retirar sus
soldados del istmo a más tardar el 31 de diciembre de 1999.
Ese proceso de expansión, control y dominio mundial
que ya sin el contrapeso de la existencia de la Unión Soviética se ejecutó sin
pausas durante las tres últimas décadas, tuvo un tope cuando Occidente amenazó directamente
la seguridad de Rusia, otra potencia nuclear que no podía permitir que el
establecimiento de la OTAN en sus fronteras,
la transformación de Ucrania -dirigida por un gobierno nazi sionista- en
utensilio punzante de esa política y la intención de instalar armas atómicas en
este territorio, pusiera en peligro su integridad y su soberanía. Para cumplir
la tarea encomendada por Washington, el gobierno ucraniano se abocó a
exterminar la población ruso parlante que habitaba en los territorios
colindantes con Rusia y que rechazó el golpe de Estado de 2014 iniciando una
guerra de resistencia en favor de su sobrevivencia sin que Europa, la ONU ni el
“sistema internacional” manifestara ningún rechazo a lo que evidentemente era
un genocidio.
La inevitable respuesta del 24 de febrero de este año
por parte de Rusia ha terminado de configurar la dinámica generada por los
hechos acaecidos a partir de 2014 cuando la OTAN comenzó a crear las
condiciones para una guerra contra Rusia. Como represalia, Occidente ha
acordado ocho rondas de sanciones a pesar de que ya desde las primeras, se
produjeron peores repercusiones para los sancionadores que para los
sancionados.
Es en este contexto que se está configurando la nueva
época y el nuevo mundo del que hablamos. En primer lugar, el principal ámbito
de poder mundial está dejando de ser el Atlántico Norte para comenzar a
establecerse en el gran espacio terrestre euroasiático en el que Estados Unidos
no tiene injerencia. Lo intentó en 2001 al invadir militarmente Afganistán con
el subterfugio de la “guerra contra el terrorismo” pero tras 20 años de
ocupación de ese país, se vio obligado a huir derrotado de forma vergonzosa, al
igual que en Vietnam 46 años antes. Más recientemente pretendió dar un golpe de
Estado en Kazajistán en abril de este año y fracasó de la misma manera que
cuando utilizó similar expediente en enero de 2021 en Kirguistán. Ahora, recurre al azuzamiento de conflictos
entre países que pertenecieron a la Unión Soviética que no se preocuparon de
delimitar con precisión sus límites cuando formaban parte del gran Estado
euroasiático.
No obstante a eso, Eurasia avanza en la construcción
de instrumentos de cooperación e integración sin injerencia estadounidense y
utilizando formas y métodos que no pretenden el avasallamiento y el
subdesarrollo al mismo tiempo que garantizan la paz a partir del respeto a la
autodeterminación y la soberanía. Instrumento emblemático ha sido la Ruta y el
Cinturón de la Seda, pero también la Unión Económica Euroasiática (UEE), el
Foro Económico del Oriente, el Corredor
Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC) en lo
económico; así como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y la
Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) en el ámbito de la
seguridad, y la Comunidad de Estados Independientes (CEI) en lo político. En
ninguna de ellas tiene presencia Estados Unidos, mientras que la más abarcadora
de todas, la Ruta de la Seda, ya está integrada por casi 100 países de todos
los continentes.
En un contexto más amplio, los BRICS (que ya tienen un
PIB superior al del G-7, el conglomerado que agrupa a las 7 mayores economías
capitalistas) ha recibido manifestaciones de la voluntad de 11 países para
incorporarse, varios de ellos fuertes aliados de Estados Unidos, incluyendo a
Turquía, país miembro de la OTAN. En este sentido, Estados Unidos ni siquiera
pudo obtener una resolución de rechazo a la operación militar rusa en Ucrania
en el seno de la reunión ministerial del G-20 realizada en Bali, Indonesia
durante el pasado mes de julio, que concluyó sin declaración final como
expresión de la división existente en esta organización cuasi controlada por
Estados Unidos en el pasado.
Por otra parte, varias naciones aliadas de Estados Unidos,
algunos con peso político y/o económico importante a nivel global como Brasil,
Egipto, Indonesia, Araba Saudí, Turquía, Malasia, Catar, los Emiratos Árabes
Unidos y México entre otros se han negado a acatar la política de sanciones de
occidente contra Rusia.
Tal
vez, como noticia relevante de última hora que expresa este cambio de época,
valdría decir que Rusia y Arabia Saudita llegaron a un
acuerdo para contrarrestar el límite de precios del petróleo decidido por la
Unión Europea (UE) a raíz de lo cual la OPEP+ recortará la producción en 2
millones de barriles diarios para aumentar el precio y así compensar ese tope
decretado por la UE como parte de su octavo paquete de sanciones
contra Rusia por su operativo militar en Ucrania. Como muestra de la
incapacidad de Washington por seguir sentando las bases de funcionamiento del
planeta es menester citar la declaración del gobierno de Estados Unidos en
respuesta al hecho antes referido: “El presidente [Biden] está decepcionado
por la decisión corta de miras [sic] de la OPEP+ de recortar sus
cuotas de producción mientras la economía global está lidiando con el
continuo impacto negativo de la invasión de Putin en Ucrania”.
Sobran las palabras, mientras Biden se decepciona y los pueblos de Europa sufren por las consecuencias de las sanciones que sus gobiernos han acordado contra Rusia, el mundo avanza hacia una nueva configuración. Una vez más como en la segunda guerra mundial le ha correspondido a Rusia asumir la principal responsabilidad en tal hecho, una vez más el pueblo ruso -en los campos de batalla- está sacrificando la vida de sus mejores hombres y mujeres para salvar a la humanidad del fascismo, el nazismo y la expansión imperialista.
____________________________________________________________-Occidente es un conjunto de varios estados con un
gobierno: Estados Unidos de Norteamérica.
Por Rómulo Pardo Silva/
Escritor, periodista, analista internacional/ADDHEE.ONG:
La
guerra híbrida contra Rusia y China un objetivo tácito del poder patronal
occidental: conservar su hegemonía unilateral global.
Para
la opinión pública el ataque es una decisión de los políticos transitorios
electos.
El
presidente ruso, Vladimir Putin: Las élites occidentales… lideradas por Estados
Unidos… exigen tributo a toda la humanidad y harán cualquier cosa para proteger
su posición privilegiada. “Occidente cruzará todos los límites para preservar
este sistema neocolonial que le permite parasitar el mundo”. RT
La
destrucción de los gasoductos rusos Nord Stream 1 y 2 es un cruce de límites.
Presidente
estadounidense Joe Biden (7 de febrero): «Si Rusia invade, si los tanques
o las tropas vuelven a cruzar la frontera ucraniana, entonces no habrá más […]
Nord Stream 2. Lo terminaremos». RT
Blinken,
secretario de Estado de EE.UU, sobre los gasoductos rusos: Tenemos una
oportunidad para acabar con la dependencia energética europea de Rusia «de una
vez por todas». «Somos ahora el principal suministro de gas natural de Europa
para ayudar a compensar la falta de gas y petróleo». RT
Los
europeos OTAN solo han dicho que investigarán seriamente lo ocurrido.
«Si
EE.UU. está detrás del incidente, este acto de cortar descaradamente el
suministro de energía a Europa corre el riesgo de poner en peligro las
relaciones con sus aliados, como Alemania, mientras que algunos expertos
dijeron que existen posibles escenarios en los que las agencias de inteligencia
y su oficina de mando europea tramaron las fugas», señala Global Times. RT
¿Daño
a las relaciones internas o acción conjunta en Occidente?
El
hecho central es lo que les une. El plan de sus magnates es la conquista de los
enormes territorios rusos y chinos y luego todos los que hoy no pueden
controlar. El enriquecimiento del 1% occidental depende de si gobiernan solos
el planeta, ha sido su conducta histórica. Saben que sin la coerción pronto
serán un sector geopolítico secundario.
«Quisiera
recordar a Occidente que su política colonial comenzó el descubrimiento
en la Edad Media y desembocó en el genocidio de los pueblos de América Latina ,
la destrucción de África y de China, donde promovían la adicción a las drogas y
cazaban a las personas como si fueran animales». Putin, Sputnik
En
medios se habla de una posible respuesta europea más independiente después de
esa clausura al gas ruso.
La
destrucción de los Nord Stream podría ser vista como una violencia interna
impuesta por los administradores estadounidenses y en las alianzas siempre hay
desacuerdos e incluso rupturas.
Angela
Merkel: Debemos trabajar junto con Rusia en una «arquitectura de seguridad
paneuropea». «La Guerra Fría no ha terminado», y los eventos actuales lo
demuestran, afirmó la excanciller alemana. RT
La
sociedad militar comercial occidental/capitalista acepta grados de
dependencia europea en pos de riquezas. Pero si lleva a graves crisis a la
población que maneja no es imposible que la alianza se dañe o rompa.
Las
empresas europeas que producen fertilizantes, acero y otros materiales de base
industrial se están mudando a los EE. UU. debido a los altos precios de la
energía en Europa, informa el Wall Street Journal. Si bien Europa sufre varios
problemas con la energía y las cadenas de suministro, Washington brinda
incentivos en energía verde y para los fabricantes, en particular, en las ramas
industriales intensivas en energía. RT
La
población europea bien podría sentirse acorralada.
Derrame de petróleo en la Amazonía
peruana que generó una emergencia ambiental. Las comunidades indígenas
denuncian que por la contaminación de un río se quedaron sin agua para el
consumo y sin alimentos. Una semana después de que se detectará el bote de
crudo, el Gobierno peruano declaró emergencia ambiental para «remediar el daño
ecológico» en el Oleoducto Norperuano, en el departamento de Loreto, ubicado en
la Amazonía del país suramericano. Sin embargo, los grupos originarios que
habitan en esa área geográfica han denunciado la poca atención que ha ofrecido
el Estado frente a la complejidad de su situación. RT
Por
una civilización sostenible decrecida solidaria
Mientras
no haya partidos y movimientos civilizatorios todos ellos como sus seguidores
son conservadores.
Lo subrayado es/interpolado es nuestro
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