EUROPA, JUGANDO CON FUEGO EN UCRANIA
Sergio Rodríguez Gelfenstein.
Escritor y analista internacional/ Addhee.Ong
Juan
Pablo me recordaba un artículo que escribí el 2 de septiembre de 2014 denominado
“Europa, jugando con fuego en Ucrania”, que fue publicado por las Ediciones de
la Radio de la Universidad de Chile que en ese momento él dirigía en un libro
titulado “Mundo de locos donde he nacido. Un sistema internacional en
permanente transformación”. En el mensaje, Juan Pablo rescataba el carácter
“profético y acertado” de dicho análisis. Le consulté si creía que debía
publicarlo nuevamente y su respuesta fue contundente: “Me parecería muy bien”.
Con
el mayor respeto hacia el lector, siete años y medio después, vuelvo a entregar
estas líneas. Increíblemente –y tal como lo percibió Juan Pablo- el análisis
tiene plena vigencia, solo habría que cambiar algunos nombres y hechos que en
ese momento eran recientes. Pero lo dejó sin cambios para que el lector valore
los acontecimientos actuales y pueda percibir que los mismos responden a una
política calculada y continuada de Estados Unidos que en el período ha tenido
gobiernos demócratas y republicanos”.
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No
sé si alguien se habrá dado cuenta, pero en mi opinión, el conflicto de Ucrania
es el más peligroso de cuantos se hayan desarrollado en el planeta desde el fin
de la guerra fría. Es verdad que en el período se han vivido varias invasiones
a países africanos, golpes de Estado en América Latina, una profunda crisis
económica y financiera, la sangrienta desintegración de Yugoslavia, el
genocidio en el marco de un asedio permanente de Israel contra el Pueblo Palestino, la amenaza
constante de ataque de la OTAN a Irán y
las guerras posteriores a las intervenciones imperiales en Afganistán, Irak,
Libia y Siria, pero en ninguna de ellas ha estado o está tan cerca el
enfrentamiento directo entre dos o más potencias nucleares. Ello tiene
explicación en el contexto local, regional y global. Vayamos de lo particular a
lo general.
Para
nadie es un secreto que en Ucrania hubo un golpe de Estado. El mismo tiene su
origen, precisamente en la necesidad de la OTAN de crear una situación de
conflicto como la que hoy existe. El gobierno del derrocado presidente
Yanukovich era un obstáculo para ello. En ese sentido, el actual gobierno
ucraniano no ha sido más que una marioneta de Estados Unidos y Europa.
Al
igual que en Siria e Irak, donde hasta hace dos meses el Estado Islámico estaba
formado por luchadores por la libertad de Siria y hoy son catalogados de
terroristas, en Ucrania no se debe olvidar que las revueltas conducentes al
golpe de Estado, aupadas por Occidente, fueron llevadas a cabo por
organizaciones de inspiración nazi cuyas primeras acciones fueron el ataque a
sinagogas. Incluso el principal rabino de Ucrania Moshe Reuven Azman recomendó
a su comunidad, en febrero de este año, abandonar Kiev y el país, afirmando que
no quería tentar la suerte, porque “constantemente existen amenazas de ataque a
las instituciones judías”. Por supuesto, el gobierno de Israel y el de Estados
Unidos mantuvieron vergonzoso silencio.
Así, se crearon condiciones para imponer en medio de
una brutal campaña sicológica las elecciones que llevaron al poder al actual
gobierno. En la situación actual, su discurso, secundado por el de los voceros
de la OTAN es tan agresivo que hace recordar con añoranza la guerra fría. El
presidente de Ucrania, Petro
Poroshenko, aseguró que Ucrania estaba “muy cerca del punto de
no retorno”. Según él, “el punto
de no retorno es una guerra a gran escala". Echándole leña
al fuego el secretario general de la OTAN Anders Fogh
Rasmussen, quien es famoso por sus declaraciones bruscas según el periodista alemán Michael Stürmer, afirmó que la
organización que dirige está dispuesta a fortalecer la cooperación con Ucrania.
“La gran guerra, derrota y expulsión del ejército nazi de Rusia. La
primera derrota y expulsión fue la del
ejército de Napoleón Bonaparte.
En el mismo contexto, el
ministro de defensa de Ucrania Valery Geletey indicó que su país “está en el
umbral de una ´gran guerra` con Rusia, cuyas pérdidas se medirán en miles y
decenas de miles” de víctimas. Llama la atención la utilización de la
denominación de “gran guerra” que fue, la dada por los pueblos de la Unión
Soviética a la que emprendieron para expulsar al ejército nazi de su territorio
con el costo de 20 millones de ciudadanos caídos.
Vale decir que los
argumentos que se dan tanto por parte de los gobiernos occidentales como el de
Ucrania para hacer estas inflamantes aseveraciones, se basan en una supuesta
participación directa de las fuerzas armadas rusas en el conflicto. Lo cierto
es que hasta ahora nadie ha podido presentar una prueba válida al respecto.
Ante el emplazamiento del gobierno ruso en ese sentido, las respuestas han sido
vagas y superficiales.
La invasión a Irak por la coalición yanqui/ comunidad
europea/Otan : ¡las armas atómicas nunca fueron encontradas!
En la memoria, están las
armas atómicas nunca encontradas en Irak, los asesinatos masivos de Gadafi en
Libia que después se supo habían sido un escenario hollywoodense montado en
Catar y decenas de historias falsas que signan la historia de la agresiva
política exterior de Estados Unidos y la consuetudinaria tendencia a
tergiversar la realidad por parte de sus presidentes.
En el trasfondo hay dos
elementos a destacar, el primero es la incapacidad del ejército regular
ucraniano para derrotar a las fuerzas rebeldes del este. Incluso, en reunión celebrada a puertas cerradas el pasado domingo 31
de agosto, el alto mando de la OTAN llegó a la conclusión de que “militarmente
el conflicto está perdido para Kiev” como lo notifica la revista alemana “Der
Spieguel”. Uno de los participantes en la reunión aseguró que el único camino
que le queda al presidente ucraniano es el de las negociaciones “para poder
sacar con vida a sus hombres de las tenazas de las autodefensas” del este.
En otro plano, los
intentos de escalar el conflicto por parte del gobierno de Ucrania obedecen a
la urgencia de resolver la acuciante situación económica del país, la que se
hace muy difícil por la falta de gas que le augura un invierno muy crudo en los
próximos meses. Hoy, en pleno verano, el gobierno ya se ha visto obligado a
realizar cortes en el suministro de agua caliente a fin de hacer reservas de
gas para prepararse para las inclemencias del tiempo a comienzos del próximo
año. La incapacidad del gobierno de negociar y solucionar el problema de
abastecimiento de gas desde Rusia ha llevado a una abultada deuda que ha
paralizado los envíos desde ese país. El primer ministro renunciante Arseni
Yatseniuk ha afirmado que sin el gas ruso no se podrá afrontar el invierno.
La respuesta a una y otra
situación ha sido profundizar el conflicto e involucrar a Europa en el intento
de buscar un salvavidas que le permita sostenerse en el poder y salvarse de la
derrota. Sin embargo, para Europa, en la que la amplia mayoría de sus países se
encuentran gobernados por la derecha, haberse embarcado en este trance, como
furgón de cola de la política de Estados Unidos la coloca en una situación que
ya comienza a mostrar manifestaciones negativas. Las sanciones a Rusia se
originaron en su apoyo a la decisión de Crimea de incorporarse a este país, sin
embargo, hoy el argumento ha mutado y se esgrime el apoyo del gobierno del
Presidente Putin a las autodefensas del sureste de Ucrania.
Las contra medidas rusas
a dichas sanciones se comienzan a sentir en Europa. Las mismas se ubican, además en un contexto
sombrío. El segundo trimestre del presente año, la economía alemana se ha
contraído por primera vez desde 2012, la llamada “locomotora europea” ha reducido
su marcha en un 0,2% del PIB y la de Francia se encuentra estancada. Las dos
representan casi la mitad de la producción de la zona euro e Italia, la tercera
economía de la región, se encuentra en recesión.
En este contexto, los
especialistas advierten que de mantenerse las sanciones a Rusia, o peor, si las
mismas se incrementan tal como ha pedido
el presidente ucraniano, es fatal una
afectación profunda de los negocios y la inversión, así como una pérdida de
confianza en que la situación mejore, con todas las repercusiones que ello
tiene.
Europa debe medir bien las consecuencias de
sus acciones, la economía estadounidense es mucho más impermeable a las contra
medidas rusas, sobre todo en el ámbito energético. Así mismo, en estas
condiciones es inevitable el fortalecimiento del dólar respecto al euro. Así,
Estados Unidos habrá utilizado un conflicto extra continental para fortalecer
su moneda a expensas de quien se considera su aliado.
En el escenario global,
debe considerarse que Rusia ha vuelto por sus fueros a asumir su condición de
potencia mundial, después de haber sido sometida a la humillación y el escarnio
en tiempos de Gorbachov y Yeltsin, venerados por Occidente y despreciados por
su pueblo según las encuestas. En tal circunstancia, no es posible aplicar
medidas de fuerza en su contra. La violación de los acuerdos hechos con el
propio Yeltsin de no ampliar la “frontera de la OTAN” hacia el este a cambio de
introducir reformas de mercado a finales del siglo pasado han sido violentadas
por la propia alianza militar. En fecha reciente, la OTAN ha anunciado que
instalará 5 nuevas bases militares en Polonia, Estonia, Letonia, Lituania y
Rumania, todas cercanas a Rusia. Incluso, Finlandia y Suecia, países bálticos
que no son miembros de la alianza atlántica han anunciado que se plegarían a las
medidas militares anti rusas de la coalición.
En ese
tenor, la revista alemana Die Welt afirma que: “La ayuda militar a Kiev podría
llevar a una guerra global” y alerta en el sentido de que: “tales acciones son
inadmisibles en la época de armas nucleares”. A pesar que el gobierno ruso ha
afirmado una y otra vez que no lleva, ni llevará a cabo ninguna acción militar
en Ucrania, Occidente en un esfuerzo sin sentido intenta demostrar lo
contrario. El propio presidente Putin ha señalado que el conflicto ucraniano
debería servir “para acabar
con esta tragedia lo antes posible, de manera pacífica y a través de
negociaciones”.
¡Rusia no es Afganistán, no es Irak, Libia ni
Siria!
Rusia no es Afganistán, no es Irak, Libia ni Siria.
Esto lo debería considerar Europa, sacar sus cuentas y recordar que las dos
guerras mundiales del siglo XX fueron libradas en su espacio, que tardaron años
en reponerse y que en ambos casos el único país victorioso fue Estados Unidos
que no arriesgó ni su territorio, ni su población, ni su economía y no creo
que- en medio de la crisis actual- haya recursos para un nuevo Plan Marshall,
la gran falacia de los “vencedores” de
la Segunda Guerra Mundial imperialista.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.
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