Prof. Noam Chomsky
El prof. Noam Chomsky de larga data es reconocido como la consciencia
crítica de la Humanidad.
La transparencia: Una ficción, una fábula, una mentira más del régimen político
en el capitalismo salvaje globalizado/globalización del capital.
En los últimos tiempos, hemos
aprendido mucho sobre la naturaleza del poder del Estado y las fuerzas que
impulsan sus políticas, además de aprender sobre un asunto estrechamente vinculado:
el sutil, discrepado, disentido,
desdicho y diferenciado concepto de la transparencia.
La fuente de la instrucción, por supuesto, es
el conjunto de documentos referidos al sistema de vigilancia de la Agencia
Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) dados a conocer por el
valeroso luchador por la libertad, el señor Edward J. Snowden, resumidos y
analizados de gran forma por su colaborador Glenn Greenwald en su nuevo libro No Place to Hide (Sin lugar donde
esconderse).
Los documentos revelan un notable proyecto
destinado a exponer a la vigilancia del Estado información vital acerca de toda
persona que tenga la mala suerte de caer en las garras del gran padrino/el gran
hermano de la Casa Blanca, que viene a ser, en principio, toda persona vinculada
con la moderna sociedad digital.
Nada tan ambicioso fue jamás
imaginado por los profetas distópicos que describieron escalofriantes
sociedades totalitarias que nos esperaban, como el Best Seller del genial Georg
Orwell, 1984.
No es un detalle menor el hecho que el proyecto sea ejecutado en uno de
los países “libres” del planeta y en radical violación de la Carta de Derechos
de la Constitución de Estados Unidos, que protege a los ciudadanos de
persecuciones y capturas sin motivo y garantiza la privacidad de sus ciudadanos,
de sus hogares, sus documentos y pertenencias.
Por mucho que los abogados del régimen
lo intenten, no hay forma de reconciliar estos principios con el asalto a la
población que revelan los documentos de Snowden.
También vale la pena recordar
que la defensa de los derechos fundamentales a la privacidad contribuyó a
provocar la revolución de independencia de esta nación. En el siglo XVIII el
tirano era el régimen británico, que se arrogaba el derecho de inmiscuirse en
el hogar y en la vida de los colonos de estas tierras. Hoy, es el propio
régimen de los propios ciudadanos estadounidenses el que se arroga este
derecho.
Todavía hoy Gran Bretaña mantiene la misma
postura que provocó la rebelión de los colonos, aunque a una escala menor, pues
el centro del poder se ha desplazado en los asuntos internacionales. Según The
Guardian y a partir de documentos suministrados por Snowden, el régimen
británico ha solicitado a la NSA analizar y retener todos los números de faxes
y teléfonos celulares, mensajes de correo electrónico y direcciones IP de
ciudadanos británicos que capture su red.
Sin duda los ciudadanos
británicos (como otros clientes internacionales) deben estar encantados de
saber que la NSA recibe o intercepta de manera rutinaria routers, servidores y
otros dispositivos computacionales exportados desde Estados Unidos para poder
implantar instrumentos de espionaje en sus máquinas, tal como lo informa
Greenwald en su libro.
Al tiempo que el gigante satisface su curiosidad, cada cosa que
cualquiera de nosotros escribe en un teclado de computadora podría estar siendo
enviado en este mismo momento a las cada vez más enormes bases de datos del
presidente Obama en Utah.
Por otra parte y valiéndose de otros recursos, el presidente de la Casa
Blanca parece decidido a demoler los fundamentos de nuestras libertades
civiles, haciendo que el principio básico de presunción de inocencia, que se
remonta a la Carta Magna de hace 800 años, ha sido echado al olvido desde hace
mucho tiempo.
Pero esa no es la única violación a los
principios éticos y legales básicos. Recientemente,
el New York Times informó sobre la angustia de un juez federal que tenía que
decidir si permitía o no que alimentaran por la fuerza a un prisionero español
en huelga de hambre, el que protestaba de esa forma contra su encarcelamiento.
No se expresó angustia alguna sobre el hecho de que ese hombre lleva 12 años
preso en Guantánamo sin haber sido juzgado jamás, otra de las muchas víctimas
del líder del mundo libre, quien reivindica el derecho de mantener prisioneros
sin cargos y someterlos a torturas.
Estas revelaciones nos inducen a
indagar más a fondo en la política del Estado de Derecho en USA y en los
factores que lo impulsan. La versión habitual que recibimos es que el objetivo
primario de dichas políticas es la seguridad y la defensa contra nuestros
enemigos.
Esa doctrina nos obliga a
formularnos algunas preguntas: ¿la seguridad de quién y la defensa contra qué
enemigos? Las respuestas ya han sido remarcadas, de forma dramática, por las
revelaciones de Snowden.
Las actuales políticas están
pensadas para proteger la autoridad estatal y los poderes nacionales
concentrados en unos pocos grupos, defendiéndolos contra un enemigo muy temido:
su propia población, que, claro, puede convertirse en un gran peligro si no se
controla debidamente.
Desde hace tiempo se sabe que poseer
información sobre un enemigo es esencial para controlarlo. Obama tiene una
serie de distinguidos predecesores en esta práctica, aunque sus propias contribuciones
han llegado a niveles sin precedentes, como hoy sabemos gracias al trabajo de
Snowden, Greenwald y algunos otros.
Para defenderse del enemigo interno, el poder
del Estado de Derecho y el poder del régimen político concentrado de los
grandes negocios privados –las empresas multinacionales y sus bancos usureros-,
esas dos entidades deben mantenerse ocultas. Por el contrario, el enemigo debe
estar completamente expuesto a la vigilancia de la autoridad del Estado de
Derecho.
Este principio fue lúcidamente
explicado años atrás por el intelectual y especialista en políticas, el
profesor Samuel P. Huntington, quien nos enseñó que el poder se mantiene fuerte
cuando permanece en la sombra; expuesto a la luz, comienza a evaporarse.
El mismo Prof. Huntington lo
ilustró de una forma explícita. Según él, “es posible que tengamos que vender
[intervención directa o alguna otra forma de acción militar] de tal forma que
se cree la impresión errónea de que estamos combatiendo a la Unión Soviética.
Eso es lo que Estados Unidos ha venido haciendo desde la doctrina Truman, ya
desde el principio de la Guerra Fría”.
La percepción del prof.
Huntington acerca del poder y de la política de Estado de Derecho era a la vez
precisa y visionaria. Cuando escribió esas palabras, en 1981, el gobierno de
Ronald Reagan emprendía su guerra contra el terror, que pronto se convirtió en
una guerra terrorista, asesina y brutal, primero en América Central, la que se
extendió luego mucho más allá del sur de África, Asia y Medio Oriente.
Desde la arcadia de la felicidad, “el sueño americano/USA”
Desde ese día en adelante, para
exportar la violencia y la subversión al extranjero, o aplicar la represión y
la violación de garantías individuales dentro de su propio país, el poder del
Estado ha buscado crear la impresión errónea de que lo que estamos en realidad
combatiendo es el terrorismo, aunque hay otras opciones: capos del narcotráfico
y del tráfico de armas, ulemas locos empeñados en tener armas nucleares y otras
fieras que, se nos dice una y otra vez, quieren atacarnos y destruirnos.
A lo largo de todo el proceso,
el principio básico es el mismo. El poder no se debe exponer a la luz del día.
Edward Snowden se ha convertido en el criminal más buscado por no entender esta
máxima inviolable.
En pocas palabras, debe haber
completa transparencia para la población pero ninguna para los poderes que
deben defenderse de ese terrible enemigo interno.
¿Qué entienden por
“transparencia” la enajenada mayoría de la hegemonía capitalista estadounidense,
la tiranía más despótica y desalmada, sus medios mediáticos de (in)comunicación
globalizados, y su clase empresarial farisea oligarca, y su clase politicastra?
El director de cine Oliver Stone,
en el Festival de Cine de San Sebastián, País Vasco, al presentar su película
“Snowden”, afirmó:
“Estados Unidos se encamina
hacia la autodestrucción. En el 2016 el presidente Barack Obama, en su
primer gobierno se comprometió, entre muchas otras cosas, a eliminar el control
ciudadano, pero, hombre de mala memoria, en el mismo año creó un Estado de
vigilancia ciudadana global, mucho mayor que la Gestapo y la Stasi de las
Alemanias post dictadura Hitleriana. El régimen de Obama que ya termina, por
suerte, -aunque las alternativas Clinton/Trump, sólo apuraran esta
autodestrucción-, dicen que nos están protegiendo del terrorismo, pero yo no
quiero ese tipo de protección”, puntualizó el destacado director
estadounidense Oliver Stone en su
conferencia de prensa.
Sapere aude, Roma locuta causa finita.
“En tiempos infames como el actual, en que reina la mentira, la
cobardía, la traición, la corrupción, la impunidad, decir la verdad es un acto
revolucionario”.
Certificó:
Prof. Moreno Peralta/IWA
Secretario Ejecutivo ADDHEE.ONG
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