
A 80 años de la batalla de Kursk, la mayor derrota de la Alemania nazi después de Stalingrado
Sergio Rodríguez Gelfenstein
Si bien es
cierto que la batalla de Stalingrado finalizada en febrero de 1943 marcó un
punto de inflexión en el desarrollo de la segunda guerra mundial porque fue la
primera gran derrota de Alemania en la contienda y la que señaló el inicio de
la contraofensiva soviética para desalojar al ejército nazi de su territorio,
la batalla de Kursk que hoy 23 de agosto, conmemora el 80 aniversario de su conclusión,
estableció la certeza de que la Alemania nazi sería derrotada y el tercer Reich
no tendría posibilidad de consolidarse en el planeta.
En la primavera de 1943, la
línea del frente oriental presentaba una saliente que tenía 250 kilómetros de
largo y 160 kilómetros de ancho. En el centro de esa saliente se ubicaba
la ciudad soviética de Kursk, ubicada muy cerca de donde hoy se producen
los conflictos en Ucrania. El 11 de abril, el Alto Mando soviético se reunió
para comenzar a planificar operaciones en el Arco de Kursk. Los generales
Vasilevski, Antonov y Zhúkov estuvieron a cargo del diseño del plan operativo
de las acciones. Al día siguiente el plan estuvo listo y en la noche se lo
presentaron a Stalin.
Según Zhúkov, Stalin escuchó
“tal vez como nunca” las motivaciones de los generales pero seguía manifestando
preocupación por lo que pudiera ocurrir en la dirección estratégica de Moscú.
Se decidió crear una defensa escalonada en profundidad en las direcciones más
importantes, pero poniendo el énfasis en Kursk. Así mismo, se procedió a
concentrar las reservas estratégicas del Alto Mando en las proximidades de las
zonas consideradas de mayor peligro.
De igual manera se elaboraron directrices
del Comité Central del Partido Comunista y del Comité Estatal de Defensa para
hacer un esfuerzo aún mayor en la producción de tanques y artillería auto
propulsada.
Hitler consideró necesario
eliminar la posibilidad de que ese frente se extendiera hacia el oeste poniendo
en peligro la propia existencia de su proyecto. Para enfrentar tal posibilidad,
diseñó un plan ofensivo que se estructuraba a partir de un desplazamiento de
“doble pinza” desde el norte y el sur a fin de crear una gran “bolsón” que
cerrara el saliente de Kursk dejando aisladas a las tropas soviéticas.
El líder alemán suponía que una
victoria en Kursk reafirmaría la fortaleza alemana puesta en duda tras la
derrota en la batalla de Stalingrado. También esperaba capturar un gran número de
prisioneros soviéticos para utilizarlos como mano de obra en la industria
de armamentos.
La ofensiva nazi, prevista
inicialmente para mayo de 1943, fue retrasada para esperar la llegada de nuevos
tanques con orugas más anchas y mejor armamento y blindaje que modelos
anteriores. La demora alemana en atacar le dio tiempo al Ejército Rojo para
construir una serie de cinturones defensivos que incluían campos de
minas, cercas de alambres de púas, zanjas antitanques y nidos de
ametralladoras. Los soviéticos también tuvieron tiempo para concentrar sus
propias unidades blindadas. Tal vez, lo que está ocurriendo hoy en Ucrania,
tuvo en la batalla de Kursk su símil más cercano.
A principios de julio de 1943,
Hitler logró reunir unos 800.000 hombres, 2.900 tanques, 7.000 cañones y 2.000
aviones. Por su parte, las fuerzas armadas soviéticas rondaban los 2 millones
de efectivos y contaban con 3.250 tanques, 20.000 piezas de artillería y 3.500
aviones en el frente occidental. Zhúkov opinaba que en el verano de 1943, en la
víspera de la batalla, las fuerzas armadas soviéticas superaban a las alemanas
tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo.
El ataque alemán
denominado Operación Ciudadela, se inició el 5 de julio tanto desde el
norte como desde el sur tal como estaba previsto. Luego de la preparación
artillera correspondiente, las fuerzas terrestres blindadas y de infantería
avanzaron apoyadas por la aviación. En un principio, las acciones combativas favorecieron
a los alemanes que lograron sobrepasar el primer cinturón
defensivo y avanzar hacia las líneas enemigas. Pero con el correr de los días el
ejército soviético se repuso y el 11 de julio logró frenar el ataque.
El 13 de julio, Hitler convocó a
su cuartel general en Prusia Oriental a los mariscales Von Kluge y Von
Manstein, que eran los principales jefes militares en el comando de las
operaciones. Estaba decepcionado con la profundidad del avance de tan solo 12
kilómetros al norte y 35 kilómetros al sur (al igual que lo está hoy Zelenski y
sus jefes de la OTAN ante la debilidad de su contraofensiva). En la fecha, se estaba
produciendo simultáneamente, el desembarco aliado en Sicilia que abría otro
frente de guerra contra el eje nazi-fascista
Los jefes militares no
coincidieron en su apreciación. Von Kluge propuso pasar a la defensa, ya que
era consciente de la fortaleza del contraataque soviético. Pero, Von Manstein
en cambio, solicitó que el ataque continuara porque creía que la victoria estaba
al alcance de la mano. Hitler, atento a lo que sucedía en el oeste, solo
permitió seguir las operaciones ofensivas en el sur hasta que se pudieran
destruir las reservas soviéticas. Tras esa decisión una considerable cantidad
de tropas, las más aptas fueron trasladadas desde el oeste al frente soviético.
Las acciones comenzaron el 5 de
julio. Pese a la buena estructuración de la defensa soviética y el heroísmo de
los soldados, el enemigo a costa de grandes bajas logró avanzar hasta 10 km. en
algunos sectores, pero no pudieron romper la bien organizada línea defensiva
del ejército soviético. El 10 de julio, los alemanes habían perdido una
considerable cantidad de tanques. El 12 de julio, Stalin ordenó pasar a la ofensiva.
Se inició entonces
la Operación Roland, que mostró avances significativos para los alemanes
los días 15 y 16 de julio, cuando estuvieron a punto de tomar la ciudad de
Prójorovka. Pero el Alto Mando soviético actuó con inmediatez fue inmediata
enviando a sus mejores generales a enfrentar la peligrosa situación a fin de
dar una respuesta contundente, oportuna y efectiva a la misma.
El 17 de julio los soviéticos
iniciaron una gran ofensiva que puso fin a los avances alemanes. Sin
embargo el día 23 la ofensiva debió detenerse debido a la necesidad de reponer
las reservas, reagrupar las tropas y restructurar la cooperación entre las grandes
unidades del ejército y entre estas y los otros tipos de fuerzas armadas. Todo
ello requería de 8 a 10 días.
Pese a que Stalin insistía permanentemente
en dar continuidad a la ofensiva, los generales Zhúkov y Vasilevski lograron convencerlo
de que no había que precipitarse y que la operación debía proseguir cuando
estuvieran dadas las condiciones. En particular debía resolverse el
abastecimiento multilateral de las tropas. Stalin aceptó la propuesta de sus
generales.
Durante las siguientes semanas, las
fuerzas armadas soviéticas lanzaron diversas contraofensivas que hicieron
retroceder a los ejércitos germanos y que culminaron con la toma de la ciudad
de Járkov, el 23 de agosto. De esta manera finalizó la batalla de Kursk.
Según el mariscal Zhúkov, la
batalla de Kursk que simultáneamente se desarrollo en esa región y en las de
Belgorod y Oriol es una de las más sobresalientes de la segunda guerra mundial.
No sólo fue aniquilada las más importantes agrupaciones militares germanas sino
que también “fue socavada en el pueblo alemán y en los aliados de Hitler la fe
en la dirección nazi y en la capacidad de Alemania para contrarrestar el
creciente poderío de las Unión Soviética”.
La derrota de los alemanes en
Kursk allanó el camino para la realización de vastas ofensivas de las fuerzas
armadas soviéticas para expulsar a los invasores del territorio nacional incluyendo
Ucrania y Bielorrusia y proceder posteriormente a la liberación de Polonia,
Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia, Rumania y Bulgaria y extirpar el nazi
fascismo de la propia Alemania.
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