“CHINA: HACIA LA PROSPERIDAD COMÚN"
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Sergio Rodríguez Gelfenstein,
escritor, analista internacional/ Addhee.Ong..
Sergio Rodríguez Gelfenstein, escritor, analista internacional/ Addhee.Ong
Las formas y métodos de
construcción del socialismo no están escritos en ninguna parte. Los padres del socialismo científico hicieron
un análisis materialista de la historia utilizando el método dialéctico para
señalar algunas pautas, pero como dijo el propio Marx su teoría no es un dogma.

Cada país
debe hacer su propia práctica e ir desbrozando el camino a partir de la
aplicación de la teoría a las condiciones de cada país, considerando su
historia, cultura y tradiciones. En el caso de China, Mao Zedong trazó las
líneas fundacionales del “socialismo con peculiaridades chinas”, Deng Xiaoping
lo adaptó a una nueva situación que exigía solucionar los problemas de la
pobreza y el desarrollo cuando las fuerzas productivas del capitalismo reinaban
impolutas en un mundo en el que los capitales y la tecnología eran patrimonio
exclusivo de Occidente y algunos otros países. Ahora, Xi Jinping ha propuesto
construir el “sueño chino” que es el avance de la sociedad hacia la disolución
de las diferencias que aún hoy exponen las dificultades para llevar adelante un
desarrollo equilibrado y armónico de la sociedad hacia el socialismo. Es lo que
se ha llamado el camino hacia la prosperidad común en los prolegómenos de la
primera etapa de la transición al socialismo.
Pero ello no está exento de
contrariedades, errores en algunos casos, situaciones imprevistas en otros. No
se puede obviar que las sociedades de clases que han imperado por milenios en
el planeta han forjado hombres y mujeres en los que aún prima lo individual
sobre lo colectivo, la obtención del lucro y la ganancia de un grupo o sector
por encima de los intereses supremos de la sociedad y la comunidad y, la
consecución de bienes materiales como expresión de la felicidad y el éxito,
soslayando la importancia de la realización plena, espiritual y de valores como
objetivo eminente de la humanidad. Se hace necesario entonces, “hacer camino al
andar” como dijo Antonio Machado en su hermoso poema “Caminante no hay camino”.
Eso es el socialismo, un camino que se debe andar.
En el caso de China, los
últimos años han aportado un aumento considerable de la riqueza, al punto que
hoy cuenta con una “clase media” de 340 millones de personas que ganan entre
15.000 y 75.000 dólares al año previéndose que esa cifra alcance los 500
millones en 2025. Así mismo, a finales de 2020, China también contaba con 5,28
millones de “ricos”, con un patrimonio familiar superior al millón de dólares.
En 2020, el 1% más rico de los chinos poseía el 30,6% de la riqueza del país,
frente al 20,9% de hace dos décadas, según un informe de la empresa de
servicios financieros suiza Credit Suisse con sede en Zurich.
En términos prácticos, tal
hecho ha dado lugar a un aumento de la brecha de ingresos en el país. El
coeficiente Gini de ingresos ha oscilado entre el 0,46 y el 0,49 en las dos últimas
décadas. Un nivel de 0,4 suele considerarse la línea roja de la desigualdad. Por
su parte, el coeficiente Gini de riqueza, pasó de 0,599 en 2000 a 0,711 en
2015, se redujo a 0,697 en 2019 antes de volver a subir a 0,704 el año pasado,
según el informe. En el lado opuesto, el año pasado el país aún poseía 600
millones de personas que vivían con unos ingresos mensuales de 154 dólares, que
apenas alcanzan para cubrir el alquiler en una ciudad china de tamaño medio. He
ahí un problema que debe ser resuelto. Y a la solución del mismo es que se abocó
la reunión del Comité Central del Partido Comunista para Asuntos Financieros y
Económicos realizada el 24 de agosto y que mencionamos en el artículo de la
semana pasada.
Se trata de ir corrigiendo una
deformación que amenaza con transformarse en un riesgo para la estabilidad de
la sociedad. En este sentido, es claro que en el pasado, el modelo económico
chino consideró que la eficiencia económica en lugar de la equidad era el
instrumento principal para el desarrollo. En esa medida, entendieron que debían
permitir que un pequeño número de personas se enriqueciera primero en el marco
de un plan que buscaba el éxito del proyecto estratégico. Ahora, se comprende
que si no se establecen controles, se podría perder el objetivo de construir el
socialismo, por lo que se ha puesto la búsqueda de la prosperidad común en el
eje de la política y la economía.
Durante años, no sólo en China
en la época de Mao, también en la mayoría de los países que se orientaron al
socialismo, se confundió igualdad con equidad. Se olvidó que la igualdad es un
principio burgués emanado de la revolución francesa cuando se trataba de
eliminar las diferencias entre los derechos de la nobleza y los ciudadanos. En
su momento fue revolucionaria, pero debía dar paso a nuevos paradigmas que
concretaran mejores condiciones de vida para las mayorías a fin de avanzar
hacia su liberación. El socialismo, a través de su principio de distribuir de
“cada cual según su capacidad a cada cual según su trabajo” esbozaba una idea
de equidad que le es propia. Precisamente, China ahora se vuelca a una sociedad
más equitativa en comparación al igualitarismo propio de la época de Mao.
La tercera distribución que se
señalaba la semana pasada refiere al intento de avanzar en la superación de tal
situación, de manera tal que el gobierno chino se propone regular los “ingresos
excesivos” y los “ingresos no razonables”, animando a las grandes empresas y a
los millonarios “devolver más a la sociedad”.
Por supuesto, tal política ha
generado preocupación en tal estamento social, al tiempo que en Occidente los
medios transnacionales de comunicación y los analistas económicos han puesto
“el grito en el cielo”. Ding Shuang, Economista Jefe para la Gran China y el
norte de Asia del Banco Standard Chartered, dijo que “el objetivo de la tercera
idea de distribución era utilizar la fuerza moral para animar a la gente a
devolver a la comunidad”, sobre el supuesto que dichas contribuciones debían
ser voluntarias aunque según su opinión, muchos ricos se sentirán presionados a
“regalar dinero”.
Un día después de la reunión del
Comité Central, el gigante tecnológico Tencent anunció que había creado un
fondo de “prosperidad común” de más de 7.7 mil millones de dólares para “ayudar
a los grupos de bajos ingresos, mejorar la cobertura sanitaria, impulsar el
desarrollo económico rural y apoyar la educación de base”.
Toda vez que el concepto de
prosperidad común no se circunscribe únicamente a los ingresos sino que también
involucra el acceso a los servicios
públicos, se establecerán férreos
controles a cualquier idea que signifique una mayor participación de las
empresas privadas en áreas como la educación, la atención a los ancianos y la
atención médica.. El gobierno se volcará a la inclusión y la accesibilidad a los
proveedores privados de servicios, y será estricto en el control de los
precios, tal como ya ha estado ocurriendo en el ámbito de la educación. De igual
manera, el Estado podría intervenir en el establecimiento de mejores salarios
salvaguardando los derechos laborales.
El presidente Xi Jinping
aseguró que el gobierno se propone fortalecer la lucha contra los monopolios al
mismo tiempo, se promocionarán políticas de no aceptación de la competencia
desleal, todo lo cual es considerado obligación imprescindible para mejorar el
sistema de economía de mercado socialista. Xi afirmó que en la nueva etapa, era
necesario crear escenarios óptimos para el desarrollo de "todos los
agentes del mercado, especialmente de las pequeñas y medianas empresas",
de la misma manera había que "proteger mejor los derechos e intereses de
los consumidores".
En este contexto el gobierno
chino se orienta a utilizar el mecanismo de los impuestos como principal
instrumento para reducir la brecha de riqueza. En marzo pasado, el Comité Permanente de
la Asamblea Popular Nacional de China anunció que las autoridades del país
tienen previsto revisar la legislación nacional antimonopolio durante este año
a fin de crear mecanismos legales más sólidos para estimular el desarrollo
socioeconómico. La decisión se inserta en la lógica de aumentar la “regulación de los ingresos
más altos” para mejorar la “redistribución de la riqueza, que es la verdadera
esencia del socialismo.
Según Wang Jun
analista del “tanque de pensamiento” chino Center for International Economic
Exchanges: “El estancamiento del
consumo ha dejado claro que es urgente aumentar los ingresos de la gente y
poner el foco en una distribución justa”. Sin embargo, fijar esta política
entraña un nuevo reto toda vez que la aplicación de medidas concordantes implicará
un mayor gasto social que se traducen en nuevas cargas para el presupuesto del
Estado. Surge entonces la pregunta de ¿dónde se obtendrán esos recursos? He ahí
que el incremento de los impuestos a los millonarios y a las grandes empresas,
en especial las de tecnología, estará orientado a asumir la mayor parte de la
inversión que permitirá hacer real estas disposiciones
En este marco,
en noviembre del año pasado el gobierno impidió
la salida a la bolsa de
Shanghái y Hong Kong a Ant Group, propiedad del multimillonario Jack Ma. La
empresa de tecnología filial de Alibaba, cifraba en ese entonces una Oferta
Pública Inicial (OPI) de 37.000 millones de dólares. Así mismo, el 28 de julio
pasado,
el magnate agrícola Sun Dawu fue condenado a 18 años de prisión por promover
una serie de acciones contra el Estado. Más recientemente, la app de
viajes Didi Chuxing, fue sancionada después de que ignorara la
recomendación de posponer su salida a bolsa por 4.400 millones de
dólares en Estados Unidos. El endurecimiento de la legislación en torno al
pujante sector de la educación privada, que ha sido duramente criticado
por el exorbitante aumento de precios durante la pandemia, también ha sido
sujeto de control, en los últimos meses, causado gran impacto en China y fuera
de las fronteras.
A diferencia de
Occidente, donde las empresas y los millonarios son los que toman las
decisiones, financian las campañas de los presidentes, parlamentarios,
gobernadores y alcaldes, determinan la agenda y hasta se permiten sancionar a
los mandatarios, porque en realidad es en ellos donde reside el poder, en
China, el Estado asume la responsabilidad de establecer límites a los grandes
actores económicos en pro de defender los intereses superiores de la
ciudadanía.
Lo
subrayado/interpolado es nuestro.
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