Memoria e historia...
“Los Pueblos sin
memoria histórica nada significan ni nada valen. Hay que honrar a aquellos
seres humanos que dieron sus vidas y su existencia por dar contenido, forma y
perfil a nuestras nacionalidades”...
Toda una tarea que, por cierto, está inconclusa y
en la que todavía hay muchos chilenos que fueron violentados en su dignidad y
decenas de detenidos hasta hoy desaparecidos. Así como tantos miles que fueron
exiliados, presos y torturados sin reconocimiento oficial y justa reparación.
Las víctimas consignadas por los informes de la comisión Rettig y Valech
constituyen una tarea muy loable si se la compara con la situación de otros
países que vivieron horrores similares en nuestro continente y en el mundo. Sin
embargo, queda mucho por hacer en este cometido cuando mantenemos niveles de
impunidad muy altos, aunque los más siniestros asesinos se encuentren
condenados y recluidos a perpetuidad.
Con todo, hay muchas víctimas que le reprochan a
los gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría haber logrado mediocres
avances al respecto, así como a los Tribunales haber hecho muy poco en relación
a la verdad, favoreciendo en buena parte la impunidad de los autores
intelectuales y materiales de estas criminales transgresiones. Así como
respecto de los “cómplices pasivos” con que el propio expresidente Piñera
sindicó a la clase política que toleró todos los abusos de la Dictadura.
Todo hace prever que en el futuro se van a reanimar
las tensiones políticas y sociales, especialmente si el que gana el balotaje es
José Antonio Kast, cuando no pocos de sus voceros y partidarios hasta han
prometido indultos en favor de los más tenebrosos asesinos. Además de acusar
irregularidades en los procesos de esclarecimiento y reparación. Es un hecho de
la causa que el resultado de Kast en las recientes elecciones presidenciales
habla de un Chile que ha virado hacia la extrema derecha y que le da prioridad
a la consecución de otros objetivos, como la lucha contra el crimen organizado
y el narcotráfico. Incluso avalando métodos que hacen recordar la represión
pinochetista durante aquellos fatídicos 17 años del regímen cívico militar
En este cuadro se ve muy difícil que prosperen
acuerdos que favorezcan la concordia nacional pese a las coincidencias que
anotamos en materia económica, en que los gobiernos de Aylwin a Boric favorecieron
las ideas neoliberales, la concentración de la riqueza y la dependencia del
exterior. En otros términos, las ideas del capitalismo salvaje, la inequidad
social y la existencia de millones de trabajadores desocupados, con ingreso
precario y pensiones paupérrimas. Con graves déficits en la salud, la educación
y la vivienda.
A más de 50 años del Golpe Militar de Pinochet
quizás haya llegado el momento que, más allá de las “verdades históricas”, el
país se empeñe en mirar más desapasionadamente el pasado e intentar construir
historia respecto de todo lo acontecido. Llegados a este momento, cientistas
sociales, universidades y centros intelectuales ojalá se empeñen ahora en
descubrir la causas que nos llevaron al quiebre institucional de 1973, por supuesto
con una debida altura de miras. Porque lo acontecido no se explica solamente en
el empeño antidemocrático de los golpistas como en la acción del imperialismo
estadounidense. Qué duda cabe que seguir negando los despropósitos de la
izquierda, de la Democracia Cristiana y de aquellos sectores que instaron la
sedición no va a contribuir a la paz que el país demanda. Así como grave aún
puede ser el negacionismo de las derechas, de los uniformados y de los más
codiciosos empresarios.
Muchos tenemos la experiencia de observar el
desconocimiento e, incluso, la desaprensión de las últimas generaciones de
ciudadanos respecto de lo sucedido en nuestras últimas seis y siete décadas. Lo
que se demuestra en los recientes resultados electorales y en el
desmoronamiento de los tradicionales referentes políticos, en que el Partido
Radical y otras expresiones ya no son ni la pálida expresión de lo que fueron.
Lo mismo ocurre con aquellas organizaciones sindicales y gremiales tan
huérfanas de afiliados y tan propensas a la corrupción.
A pesar de las reformas a la Ley Electoral, parece
ser que todavía van a permanecer un conjunto de siglas y referentes que no
representan para nada al Pueblo Chileno y que serán un obstáculo cierto a los
acuerdos que deben acometer los sectores de auténtica representación.
Flagrantes minorías afincadas en las reyertas del pasado o que son expresión de
los nuevos populismos de derecha a izquierda. Un marasmo de entidades con
añejos idearios e insolventes caudillos que, menos todavía, se proponen la paz
social, además de continuar medrando en el poder.
No se trata de que las derechas y las izquierdas
decreten su disolución. Lo que se precisa es que sus actores no sigan aferrados
a antiquísimas concepciones. Que se actualicen, al menos, en las nuevas
realidades y desafíos de la humanidad.
Cuando, para colmo, podemos observar en nuestra
vida pública a tantos otrora izquierdistas devenidos ahora en derechistas, como
a tantos derechistas apropiándose de las banderas del progresismo.
A las nuevas generaciones les debemos una
explicación histórica y desapasionada de lo que aconteció. De la
responsabilidad que tuvimos unos y otros en la tragedia vivida y cuyos efectos
todavía marcan nuestra difícil convivencia.
LO SUBRAYADO/INTERPOLADO ES NUESTRO.





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